GARA
CANBERRA

Desesperación entre los refugiados tras el triunfo de los conservadores en Australia

La victoria electoral de la coalición de derechas responsable de la dura política de Australia hacia los demandantes de asilo ha provocado la consternación en los campos de refugiados, donde las autoridades australianas los han recluido y donde se suceden los intentos de suicidio.

Desde 2013, el Gobierno australiano está empeñado en impedir a cualquier precio la llegada de refugiados a su territorio, rechazándolos directamente en el mar o enviándolos a las islas de Nauru o de Manus, en Papúa Nueva Guinea, con la prohibición de instalarse en Australia.

Unas 800 personas viven en condiciones penosas en ellos. David Yapu, jefe de la Policía de Manus, reconoce al menos diez tentativas de suicidio, cuatro de ellas el pasado fin de semana, en el que «algunos han intentado dar fuego a su habitación. Ahora, varios rechazan la comida». Muchas de estas personas esperaban mejorar su situación si la oposición laborista ganaba en los comicios del sábado.

Pero la inesperada victoria de la coalición de derechas del primer ministro, Scott Morrison, ha echado un jarro de agua fría sobre sus esperanzas, como explica el periodista y cineasta kurdo Behruz Booshani, retenida en Manus desde 2013. «La situación está fuera de control. Hoy, dos personas han intentado suicidarse», tuiteó este demandante de asilo que en febrero ganó el premio literario de mayor dotación económica en Australia por un libro escrito y enviado desde su móvil. «Sé que muchas personas están conmocionadas en Australia, tristes y enfadadas por los resultados. Imaginen lo que siente la gente de Manus. Nuestra vida dependía de las elecciones», añadió.

En la campaña, el Partido Laborista se alineó con la política conservadora de rechazo a los migrantes, pero aceptó estudiar una propuesta de Nueva Zelanda para acoger a los refugiados recluidos en las islas. Para la ONG Refugee Action Coalition, las elecciones han precipitado una crisis latente que el Gobierno no puede permitirse ignorar.