Joseba VIVANCO

EL FÚTBOL FEMENINO TAMBIÉN SE JUEGA EN LOS DESPACHOS

Garbiñe Etxeberria se cruzó un cálido y amistoso beso en la mejilla con María Vargas, escuetas confesiones al oído y despedida de dos mujeres que acababan de compartir experiencias en público como respectivas coordinadoras del fútbol femenino de la Real Sociedad y Atlético, solo unos días después de que el David txuri urdin ganara al Goliat colchonero en la final de la Copa que trajo hasta Donostia y Gipuzkoa un nuevo título. El fruto de un trabajo bien hecho, pero resultado también «de una historia y una cultura que el fútbol guipuzcoano tiene detrás y que nosotras hemos sacado a relucir, pero que estaba ahí dormida», sostenía la hernaniarra.

Ambas son esas mentes pensantes detrás del campeón liguero y el campeón copero, en una temporada en la que el balompié femenino ha dado un salto cuantitativo, y en el que, por razones futbolísticas o de repercusión mediática, «tocaba que fuera portada», como incidía la directora realista. Les tocó coincidir hace unos días en la segunda edición del Bilbao International Football Summit, en donde compartieron sus propias experiencias y desnudaron su día a día detrás de esa estructura del fútbol femenino dentro de sus respectivos clubes. En el caso del madrileño, 19 años desde que las primeras féminas se enfundaran la remera rojiblanca; en el de las donostiarras, 15, pero hoy en día una diferencia abismal en cuanto al potencial de las unas y las otras: frente a los 16 equipos de que dispone el Atlético, el segundo, un filial, que acaba de incorporar la Real.

«Nosotras tenemos una estructura bastante más simple, somos más nuevas y nos estamos adaptando a la competición», admitía Garbiñe ante la profusa exposición de María Vargas, veterana en su puesto y en el fútbol femenino, donde ha probado pan de todos los hornos posibles. «Estamos creciendo agigantadamente», resumía el aumento exponencial que está viviendo el fútbol de y entre las mujeres. «Hemos pasado de jugar en campos de tierra a ser un club de élite, el camino a la excelencia como lo llamo yo», añadía la madrileña.

El Atlético femenino dispone ya, por ejemplo, de su propia nutricionista, «una batalla ganada muy importante, porque nuestro metabolismo no quema tanto como el masculino, y quien programaba nuestra alimentación era el nutricionista del equipo masculino». Como también tiene su propio departamento de análisis desde hace tres años, «un salto de calidad impresionante», herramienta tecnológica que, por ejemplo, la Real, revelaba la propia Garbiñe, utilizó para sorprender en la final al Atlético, atacar sus puntos débiles y acabar por ganarle.

El club colchonero cuenta con un ojeador en el extranjero y tres personas más en territorio español. La Real, por su parte, se apoya «en la colaboración con los clubes convenidos de Gipuzkoa. Es verdad que el fútbol femenino crece rápido y tuvimos que fichar gente de fuera, pero seguimos apostando por la cantera», admite su directora deportiva, que coincide con su homóloga en un dato incontestable: «Es dificilísimo que una jugadora de Segunda rinda en Primera. La diferencia de categoría es abismal y no existe la paciencia suficiente. A veces, en el fútbol femenino el recorrido formativo nos lo hemos saltado y hoy en día eso no nos lo podemos permitir», confesaba.

Directoras deportivas en la sombra en un desempeño en el que «no tienes tiempo de aburrirte». María Vargas lo define como un puesto donde «echar muchas horas para que la gente se sienta muy orgullosa de estar donde está». A partir de ahí, un buen número de cualidades personales que poseer, en especial, «sacos de paciencia» y mucho arte de «conciliación para hacer posar las cosas y evitar que vayan a más». Eso, y «sentido del humor», ese que desarma cualquier situación crítica. Garbiñe Etxeberria lo tenía también claro: «Hay que hacer de todo en estas funciones». Entre ese todo, pedagogía del fútbol femenino, porque «nos apasiona este juego y debemos disfrutar mucho lo que estamos haciendo», apuntillaba María Vargas.

El Atlético suma cuatro clasificaciones de Champions en los últimos cinco años; la Real, una Copa «impensada». En Primera, hasta veinte jugadoras actuales han sido formadas en la cantera madrileña; por su parte, dos realistas se encuentran en la selección española que disputa el Mundial de Francia. «El título nos va a exigir, nos cambia, tiene que ser así, tendremos que autoexigirnos en adelante», asumía una Garbiñe Etxeberria que, no obstante, matizaba: «No nos quedemos solo con los títulos, valoremos el esfuerzo que hay detrás».

Sobre la Copa del Mundo femenina, que ya está en marcha, la directora deportiva del Atlético subrayaba convencida que «va a ser algo histórico y el nivel de las deportistas va a ser altísimo», y otro tanto añadía su colega guipuzcoana. «La visibilidad va a ser grandísima, el Mundial va a ser la reafirmación de que el fútbol femenino ha venido para quedarse», sostenía convencida. Y dejaba una frase premonitoria: «La gente está comprando fútbol femenino». Y es una frase literal. El Wanda Metropolitano batió un récord mundial de asistencia ante el Barcelona, donde unas 27.000 personas pasaron por taquilla para comprar su entrada, de las 60.739 asistentes ese día.

El fútbol femenino ya vende y ha venido para quedarse, como sugerían ambas protagonistas. Pero Garbiñe avisaba: «La realidad tampoco es la de los grandes estadios, sino la de las instalaciones propias de los clubes en las que jugamos cada fin de semana. Que se mejoren, que mejore el arbitraje femenino, que los aficionados sigan acercandose a los partidos...». Mucho por crecer.