Ariane KAMIO
DONOSTIA
Entrevista
ARANTZA PORTABALES
ESCRITORA

«Me gusta asomarme al desequilibrio emocional, del que ninguno está libre»

Arrancó su recorrido literario a través de los microrrelatos, y desde entonces no ha parado de escribir. Arantza Portabales (Donostia, 1973) se estrenó como escritora hacia los cuarenta años, en un momento de crisis existencial diría alguna, cuando hasta entonces solo había empuñado un bolígrafo para anotar la lista de la compra. Éxito de ventas, «Belleza roja» (Lumen) es su última novela.

Su primera relación con la literatura como escritora comenzó con los microrrelatos. Hábleme de aquellos inicios.

No había escrito nunca, nada, más que la lista de la compra. De repente llegué a los 39-40, me miré al espejo y… no sé… a los chicos les da por comprarse un coche y jugar al pádel y a mí me dio por escribir. Empecé haciendo microrrelatos para concursos, sobre todo para uno, ‘Relatos en cadena’, de Carles Francino. Empecé a ganar concursos y conocí a un editor que me pidió que le mandara algo y así se publicó mi primer libro. Me presenté a un concurso en Galicia de novela por entregas, salió una novela de 31 capítulos para publicar día a día durante el mes de agosto y también lo gané. Y eso me puso en contacto con la editorial más puntera en lengua gallega, que es Galaxia. Y ya todo fue rodado. Para mi siguiente libro, “Deje su mensaje después de la señal”, contactó un agente conmigo, lo vendió fuera a un montón de países, como Alemania e Italia. Lo que sí te puedo decir es que nunca pensé que esto pudiera suceder jamás. Como no es mi medio de vida, me quedo con la parte del disfrute y punto.

Es difícil vivir de esto. Poca gente lo consigue.

Tengo el colchón de la función pública, un colchón importante que te da mucha seguridad y sobre todo te da mucha libertad. Como diría Virginia Woolf, tener un cuarto propio al final te hace libre, no tienes que rendirle a nadie pleitesía. Escribo lo que quiero y creo que se nota porque eso da frescura a la literatura.

¿Cuál ha sido su relación con la literatura a lo largo de su vida?

Uf… Así como ahora soy una persona muy extrovertida, de pequeña era una niña de las de sofá y libro. En casa leía hasta la parte de atrás del gel, y encima vivía en una casa en la que había muy pocos libros y sobre todo muy poco adecuados para niñas de mi edad. Entonces con 9 años leía “Cumbres borrascosas”. Era una lectora compulsiva. El día que descubrí las bibliotecas debió ser el día más feliz de mi vida. He leído muchísimo. Como uno lee de joven no lee de mayor, el goce de cuando estás descubriendo algo es uno de los mayores gozos que hay. Imagino que pasa con todo, igual que con el primer beso, o con el primer polvo.

Los niños ahora tienen una riqueza cultural brutal. Mis hijas ya han viajado a Londres, a París… No son todos, pero los niños hacen intercambios, tienen esa puerta abierta al mundo llamada internet… Nosotros no teníamos ninguna puerta. Teníamos un solo canal de televisión en blanco y negro que se cambiaba con los dedos y echaban toros y misa y dibujos un día a la semana. Nuestra puerta al mundo fue la literatura. Creo que para mí y para toda la gente de mi generación.

Ha mencionado «Cumbres borrascosas». Existe una ola de mujeres escritoras «tardías» digamos y más de una ha mencionado ese libro como una de sus referencias literarias en su edad más juvenil. Es curioso.

No es una obra que me haya marcado mucho, aunque luego la he vuelto a releer. Pero sí recuerdo que la leí a destiempo. Una niña de 9 años no puede estar leyendo “Cumbres borrascosas”, porque la pasión entre Heathcliff y Catalina no se entiende a esa edad.

Sí que me marcó mucho Agatha Christie. Esa sensación de ‘cómo me gusta esto’ sí que la he querido recuperar en esta novela. No es que yo sea una experta en novela negra. Sí que me gusta, pero leo muchos géneros y nunca la principal es la novela negra.

Nació en Donostia, pero vive en Galicia. ¿Dónde se sitúan sus novelas?

Escribo sobre territorios que transito habitualmente. Primero porque tengo muy poco tiempo para escribir, para documentarme y me siento muy cómoda minimizando el error que supone transitar por territorios conocidos.

Me fui de Donostia a una edad muy traumática, a los 13 años, y creo que fue un proceso doloroso, que algún día afrontaré, y terminaré escribiendo sobre Donostia, por qué no. E igual también porque no me reconozco en la niña en la que fui.

Este último libro comienza con el crimen de una adolescente, que aparece muerta sobre un charco de sangre. Cuéntenos que trae en «Belleza roja».

Traigo una novela muy clásica de porte. Un claro homenaje a Agatha Christie, con un círculo cerrado de seis sospechosos y nada más. A partir de ahí lo que quiero es que el lector se lo pase muy bien, que quiera saber quién mató a esta chica y encontrará en ese camino unos ingredientes adictivos, porque yo sí que escribiendo novelas soy muy muy dinámica, herencia del microrrelato. Y luego por debajo está lo que hace toda historia literaria, intentar escarbar, intentar hacer que el lector descubra un montón de cosas de esos personajes que al final no dejan de tener los mismos miedos, culpas e inseguridades que tenemos todos. Me gusta reflejar eso en la literatura porque todos tenemos los mismos problemas que esos personajes, nos gusta vernos reflejados, y saber que no somos únicos con nuestras desgracias.

Además, añado un componente artístico. La niña muerta y sus familiares, cuatro de los seis sospechosos son familiares de la niña y dos son vecinos, y con ellos añado un componente artístico porque es una familia de artistas y porque a mí me ayuda a confrontar el elemento artístico versus la vida real. Igual debe ser que estoy sumida en una dicotomía brutal en la que por las mañanas soy interventora y funcionaria y por las tardes escritora y artista, y creo que traslado esa dicotomía a esa familia. Me gusta además asomarme al desequilibrio emocional, del que ninguno estamos libres y ademas todos somos conscientes.

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Según cómo habla, tiene una forma de hablar muy espontánea y muy fluida. El libro va en ese tono. Hay un asesinato, pero también más ingredientes que rodean la trama.

Planteo un asesinato con seis sospechosos que para algunos es estereotipado, pero ese estereotipo está buscado, el típico pijo, la típica pintora pirada –que soy yo–… al final todos los estereotipos son reconocibles, pero cuando la novela avanza vemos que por debajo todos son distintos. Y luego hay otros elementos ajenos. Hay un asesinato y seis sospechosos, pero luego tenemos tres personajes ajenos, un siquiatra y la pareja de investigadores que hacen una pareja muy fuerte.

El sexo se asoma bastante en este libro.

No creo que se asome tanto, lo que pasa es que sí que es verdad que tenemos mucho problema con el sexo.

¿Nos da pudor?

Sí. Cuando empecé a escribir también me daba pudor. Pero exactamente igual que en una película ahora es inconcebible que un personaje se levante de la cama con una pestaña bien peinada y con la toalla alrededor para ir al baño, yo no puedo escribir una novela en la que narro lo que la gente come y hace a lo largo del día, y que no follen. Porque la gente folla, come, caga, mea, bebe, baila, se da besos, pasea, lee… Y parece que al final hay que cerrar la puerta en el momento exacto. A la gente le puede llegar a llamar la atención que el resto de la gente tenga relaciones sexuales. Una vez hice un relato que se llamaba “Pasión adjetivada”; de cien palabras siete eran follar y de repente se montó un Dios increíble. No es posible que estemos semana tras semana haciendo relatos en los que los curas violan a niños, los hombres violan a las mujeres, relatos muy violentos con los que nunca pasa nada… ¡y haces un relato en el que pone follamos y se cae el país! ¡Qué pasa!

¿Qué importancia ha querido dar a la sangre en esta novela?

El color rojo tiene un importante significado simbólico en la familia desde el punto de vista meramente estético. Pero la sangre tiene un componente vital muy importante en nuestra vida. La sangre menstrual es premisa de vida…

… otro tabú.

…. Pues sí, es verdad. ¿A qué huelen las compresas? La sangre no es azul, y no huele como las nubes [risas].

La sangre es premisa de vida, pero además es desencadenante de muerte y jugando con ese esteticismo de color rojo, he dado más valor a la sangre. He querido hacer hermoso un asesinato, aunque sea un horror. Porque al final a todos nos fascina el horror que hay en lo malo.