Iñaki IRIONDO

Las coaliciones se forjan con aquellos que no piensan como tú

Los supuestos razonamientos de Pedro Sánchez contra un gobierno de coalición con Unidas Podemos se desemoronan ante realidades como el pacto entre PNV y PSE en la CAV.

El líder del PSOE, Pedro Sánchez, resumió ayer las razones por las que no quiere que Pablo Iglesias en particular y cualquier dirigente identificable de Unidas Podemos en general formen parte de su Gobierno. Por un lado, asegura que los dos partidos tienen «coincidencias en política sociales, pero con enormes discrepancias y diferencias sobre temas de enorme vigencia como la cuestión catalana». El aspirante (o no) a la investidura añade que Iglesias quiere imponerle ministros, a lo que responde que «una de las tareas del presidente es hacer su equipo. Me pueden proponer nombres pero tengo que tener la capacidad de poder decidir sobre las personas que van a incorporarse a mi Consejo de Ministros». Además, reprocha a Unidas Podemos ser «la cuarta fuerza», y en los últimos tiempos han ahondado en que juntos no suman mayoría absoluta y hay quien no ha podido callarse que el PSOE tiene prácticamente el triple de escaños que el partido morado.

Cabe suponer que habrá a quienes este argumentario les parezca perfectamente razonable, construido con motivos de peso para oponerse a un gobierno de coalición. Sin embargo, es un castillo de naipes que se desmorona al primer soplo de realidad.

¿Hay algún gobierno de coalición con discrepancias de base sobre cuestiones de enorme vigencia, en el que uno de los partidos sea la cuarta fuerza del Parlamento, tenga menos de un tercio de escaños que el partido dominante y además imponga sus nombres en el Consejo? Sí. El gobierno de coalición de la Comunidad Autónoma del País Vasco, que preside el jeltzale Iñigo Urkullu y en el que el presidente del PSE, Iñaki Arriola, es consejero de Medio Ambiente, Planificación Territorial y Vivienda.

PNV y PSE pactaron un programa de gobierno del que dejaron fuera una de las cuestiones fundamentales de la política vasca: la de la soberanía, el sujeto político, el derecho a decidir; en síntesis, todo lo referido al nuevo estatus político. Además, es evidente que difieren también en cómo afrontar elementos de la importancia de la memoria, la tortura y el relato de lo pasado, en las que el PSE no ha tenido inconveniente en criticar con dureza actuaciones del secretario de Convivencia, Jonan Fernández. Es el PSE quien pone y quita a sus consejeros, como se demostró en la primera elección de los nombres y en la posterior sustitución de Alfredo Retortillo por Sonia Pérez. Ya ocurría igual en tiempos de Ardanza y Jáuregui, y también después con Ibarretxe, aunque en ese caso los socios fueran otros. Y también se pactaban las discrepancias, como las de Ezker Batua con el trazado del TAV.

Y es que las coaliciones de gobierno se forjan con aquellos que no piensan como tú, probablemente con quien más se te parece y tratando de no dar alas a quien se presente como tu alternativa. Eso se lleva haciendo así durante años en la CAV, con notable éxito de los jeltzales para sus propios intereses. Claro que Iñigo Urkullu es mucho más pragmático que Pedro Sánchez y el PNV más sabio que el PSOE. Por otra parte, el concepto de bicefalia ayuda a los equilibrios e incluso a que tu mano derecha no quiera saber lo que hace la izquierda si ello es bueno para el partido.

A Pedro Sánchez le falta ese bagaje y le sobra asumir los marcos mentales de la derecha. Se lo explicó en su día a Jordi Évole, y no parece que la situación fáctica haya cambiado mucho desde entonces.