Mikel INSAUSTI
Crítico cinematográfico

Nuestra rosa salvaje

Apropósito del estreno del drama musical “Wild Rose” (2018), ya comenté que son muchos los países en los que se da ese tipo de situación, cuando una artista local se siente atraída por un estilo foráneo como el country. También se observa en Euskal Herria, donde cada vez hay una mayor apertura hacia formas de expresión globalizadas, pero con sus connotaciones particulares que me gustaría comentar por encima.

En la ficción la Rose-Lynn encarnada por la cantante y actriz irlandesa Jessie Buckley es una chica marginal de Glasgow, cuyo sueño de toda la vida es convertirse en una cantante en la tradición de la gran Patsy Cline, para lo que necesitará viajar a Nashville. El enfoque de la película es predominantemente social, con una problemática familiar y carcelaria de por medio.

La mutrikuarra Raquel Yurrita es otra rendida fan de Patsy Cline en el plano real, y de igual modo ha tenido que resolver el dilema de la conciliación familiar. Pero su caso es diferente, ya que pudo estudiar derecho y trabajar en la banca. Aquí nuestras dificultades no suelen ser económicas y se circunscriben más bien a lo personal.

El riesgo siempre está ahí, y es necesario dejarlo todo aparcado para dedicarse a la música. Yurrita posee sobrada categoría internacional como lo demuestra en su disco de début producido en L.A. por David Darling.