Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Lo nunca visto»

De los bailes regionales a las danzas tribales

Ha llegado la apertura de fronteras a la comedia del topicazo, porque al parecer los chistes de andaluces, vascos y catalanes ya se han agotado de tanto repetirlos. “Perdiendo el norte” (2015) imitaba el acento alemán, “Perdiendo el este” (2019) se pasó al chino, “Los Japón” (2019) al japonés y “La pequeña Suiza” (2019) tenía para jugar con los cuatro idiomas de la confederación helvética. Para completar el cuadro del españolito poco versado en conocimiento políglotas le toca el turno al africano, que invita a hablar por señas y a decir tonterías tipo «hakuna matata», que para eso estamos en plena campaña promocional del estreno de “El rey león”.

Y lo peor de todo es que las nuevas generaciones no han inventado nada nuevo, habida cuenta de que el landismo ya paseaba por Europa los complejos del subdesarrollismo con el turismo y las suecas o la emigración del cateto a Alemania. Pues seguimos igual, porque así lo quieren las televisiones, que son las que ahora mandan en el cine de consumo interno. Quienes trabajan en la industria acaban cayendo en una salida profesional tan poco honrosa como la del humor localista de perfil bajo, y la cineasta de origen argentino Marina Seresesky, que prometía con su ópera prima “La puerta abierta” (2016), también ha pasado por caja para su segundo largometraje “Lo nunca visto” (2019).

Lo único que le puedo reconocer a esta película es que involuntariamente es un fiel reflejo de la España actual, con sus taimados políticos que utilizan problemas sociales como el de la inmigración del África subsaharina o la despoblación rural para lavar su imagen corrupta. Una demagogia que se instala en esta falsa propuesta integradora que malmezcla bailes regionales y danzas tribales, con un argumento tomado prestado del famoso anuncio de lavavajillas que el viejo Berlanga convirtió en la serie de televisión “Villarriba y Villabajo” (1994).