Daniel ZANGITU
madrid
ENTRE HOY Y EL JUEVES, PRIMER INTENTO DE INVESTIDURA ESPAñOLA

PSOE y Podemos llegan a la investidura sin programa y con la confianza dañada

PSOE y Podemos han retomado negociaciones discretas el fin de semana tras la renuncia de Iglesias a ser parte del Gobierno. Mañana es la primera votación y el jueves la segunda. Sánchez puede hacer historia liderando la primera coalición de izquierdas desde la II República o llevar al país a una repetición electoral muy peligrosa.

Han pasado 85 días de las elecciones de abril, en las que los votantes eligieron las Cortes españolas más fragmentadas y heterogéneas de su historia reciente. Casi tres meses no alcanzaron para que el PSOE y Unidas Podemos lleguen a un preacuerdo programático y menos aún para que definan el equipo de gobierno. Para peor, han sido doce semanas en las que la confianza entre ambos partidos se ha ido haciendo añicos.

Este lunes, la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, ha convocado a los 350 diputados a la sesión de investidura en la que el candidato propuesto por el rey, Pedro Sánchez, debe exponer por qué merece el voto de confianza. Paradójico: es su segundo pleno de investidura y, a pesar de ello, llegará al hemiciclo con muchas menos negociaciones que en 2016, cuando a dos bandas intentó seducir a Ciudadanos y Podemos.

Esta vez, el candidato socialista se embarcó en una estrategia de zig-zag, con múltiples voceros cuestionando públicamente a sus aliados morados (de quienes deben conseguir los votos), filtrando a la prensa contenidos dudosos de las reuniones y, sobre todo, cambiando a mitad de camino (después de las municipales del 26-M) de discurso y objetivos, cortejando a la vez al PP y Ciudadanos para su abstención. El caos táctico no pudo definirlo mejor el coordinador estatal de Izquierda Unida Alberto Garzón, en un tuit la semana pasada, cuando dijo, citando algunas declaraciones socialistas: «Ni pies ni cabeza. ¿Quién está pilotando esto?».

Iglesias desatasca

El escenario previo a las elecciones municipales, y ratificado por el líder de Podemos Pablo Iglesias durante una de sus últimas entrevistas, es que Sánchez había ya ofrecido cuatro o cinco ministerios a UP (el Consejo de Ministros cuenta con 16) en un gobierno de coalición. Algo no desmentido por el presidente en funciones.

A fines de mayo, las cosas cambian. Lo empieza a denunciar fuera de micrófono la cúpula morada, pero lo admite el PSOE cuando su Ejecutiva empieza a hablar repentinamente de «gobierno monocolor» y «de cooperación». Lo prometido en campaña era ahora rebajado, mientras que en paralelo se multiplicaban los mensajes a Pablo Casado y Albert Rivera, solicitando una especie de abstención patriótica para permitir una investidura «sin el apoyo de los independentistas», decían. En el subtexto nadie dudaba que era también para evitar las presiones de Pablo Iglesias, a cuyo partido se le pensaba dar lugar solamente en tanto que presentara ministrables técnicos e independientes.

Tras una semana en la que Sánchez rompió la negociación e Iglesias lo desafió a que admita públicamente si su presencia en el gabinete tenía veto, el jueves el presidente en funciones abría la puerta –tal vez sin desearlo– para que el posible acuerdo salga del coma inducido; calificaba al líder de Podemos como «el mayor escollo» para un gobierno de coalición. Menos de 24 horas después, Iglesias vio la oportunidad de ganarle la batalla por el relato; publicó un vídeo en el que se inmolaba y prometía aparcar sus aspiraciones en el Ejecutivo «mientras no haya otro veto».

Fuentes del entorno más próximo de Iglesias relataron a GARA que el líder morado no se esperaba que fuese tan pronto la ofensiva comunicativa para señalarle como el problema principal. Y relacionan esa jugada, que incluye la apertura a una coalición de dirigentes menores, a una encuesta propia de la cúpula del PSOE en la que una mayoría de la muestra indica a Sánchez como el principal responsable de que hubiera repetición electoral.

Las mismas fuentes explican que Pablo Iglesias vio dos fases de la negociación de investidura. La primera va de la noche del 28-A hasta la segunda reunión con Pedro Sánchez. «En la primera asumían la coalición, pero en la segunda el presidente pide que se comience a hablar de otra palabra, como ‘cooperación’, porque en su partido había gente poco cómoda con una coalición. Le pidió explícitamente un pacto que los suyos puedan asumir», señalan.

A partir de allí hubo cada vez menos política y más batalla comunicativa, en la que los resortes del PSOE corren con ventaja. La confianza mutua, que ya era escasa, se fue desgastando. A último momento, la renuncia de Iglesias llevó al PSOE a cambiar el tono y hablar de optimismo, algo que confirmó este fin de semana la vicepresidenta en funciones, Carmen Calvo, a La Sexta: «Estamos trabajando (con UP) para que, llegado el debate de investidura, el presidente sea investido». La dirigente cordobesa es la encargada de negociar por Sánchez, mientras que Pablo Echenique lo es por Iglesias.

Tiempos que apremian

Los contactos discretos entre ambas formaciones llegaron un poco tarde y ahora libran una batalla contra el calendario: la sesión de investidura comienza hoy lunes y acabará el martes, con la votación de confianza, que para ser positiva debe ganarse por mayoría absoluta, es decir, la mitad mas uno de los miembros de la Cámara.

Ni el más optimista cree que esto será posible, pero sí que algunos se ilusionan con la fecha del jueves 25. Según la Constitución, si no hubiera ganador en la primera votación, 48 horas después se dispone un nuevo pleno en el que el resultado que se exige es ya por mayoría simple. Allí cobran valor las abstenciones. Con PP, Cs y Vox votando en contra de Sánchez pero no superando juntos los votos PSOE y UP (y se descuenta el voto a favor del PNV, PRC y Compromís), al líder del PSOE le alcanza con que por ejemplo ERC –el sexto grupo en importancia– se abstenga.

Los republicanos y sus socios de EH Bildu han adelantado que son proclives a la abstención, en tanto esté incluido Podemos en el acuerdo de gobierno, y las dudas se ciernen ahora sobre JxCat, que se inclinaría por el voto negativo, al igual que Navarra Suma y Coalición Canaria. Así los números, la clave de todo pasa por el acuerdo PSOE-UP.

De no lograrse (en la trinchera morada son poco optimistas, debe decirse), la fecha límite para la primera votación de una segunda sesión de investidura está en el 21 de septiembre, con una segunda votación, en caso de ser necesario, el 23 de ese mes. Si Sánchez no recibiera la confianza de la Cámara, la ley obliga a una nueva convocatoria electoral que no puede ser más allá del 10 de noviembre.

Unas nuevas elecciones pueden deparar resultados insospechados. El PSOE sabe que cuenta a favor con el sistema electoral, que favorece el bipartidismo con circunscripciones pequeñas. En esto la matemática no miente: los socialistas obtuvieron el 28% de los votos y tienen el 35% de los escaños. Pero también saben en Ferraz que una repetición electoral puede hacer a Casado o Rivera presidentes, no solo por la abstención de los votantes frustrados de izquierda sino porque la diferencia entre ambos bloques no es grande, sumado al drama de permitir que llegue la extrema derecha al gobierno. Además, para aquel entonces ya habrá una sentencia contra los independentistas catalanes, con consecuencias impredecibles.

Las horas son escasas y los dos partidos saben que la Historia los observa; de hecho, tienen en sus manos establecer el primer gobierno de coalición de izquierdas desde la Segunda República (1931). Pedro Sánchez y Pablo Iglesias saben que también se juegan todo su destino político en esta negociación. En ello estará su principal estímulo y su mayor dificultad.