EDITORIALA
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Lo de Maroto sería ridículo si no fuera tan obsceno

Antes siquiera de haber pisado la Cámara Alta, Javier Maroto fue ungido por el presidente del PP, Pablo Casado, como portavoz del partido en el Senado. Inauguró así por todo lo alto su condición de senador, obtenida después de empadronarse en una pequeña localidad segoviana en la que nadie le conoce y tras recibir por los pelos el aval de las Cortes de Castilla y León. Ese fue el acomodo que su partido le ha buscado tras el revés de los comicios del 28 de abril, en los que la ciudadanía alavesa le relegó al quinto lugar dejando, por tanto, sin escaño al que fue el jefe de la campaña en las elecciones anteriores, que, por cierto, resultaron un desastre para el PP.

Gracias a su empadronamiento por la vía rápida en Sotosalbos –cuya legalidad ya ha cuestionado el PSOE– y al capote de Casado, Javier Maroto, otrora azote de la RGI obcecado en exigir condiciones de antigüedad en el padrón para poder percibir esa prestación, se embolsará un sueldazo mínimo de 7.732 euros al mes y dos pagas extras. De ellos, 1.919,63 estarán libres de impuestos a modo de «indemnización» para senadores elegidos fuera de la circunscripción de Madrid, y todo ello a pesar de que tiene casa allí desde 2017. Sus emolumentos pueden aumentar en otras 14 pagas de 1.516,17 euros en caso de que sea elegido hoy para presidir alguna comisión. Una obscenidad a cuenta del erario público a través de una jugarreta con el único fin de lograr lo que la ciudadanía negó en las urnas.

También ayer, Casado designó como vicesecretaria de Organización, lo que en la práctica supone ser la «número tres» del partido, a Ana Beltrán, una suerte de premio al perfil duro que se trabajó durante la pasada legislatura en Nafarroa a base de exabruptos y polémicas.

Los nombramientos de perfil ultra alejan al PP de la imagen moderada que quiso transmitir en la sesión de investidura y dificultan la abstención que busca Sánchez para setiembre. La pugna sigue en la derecha española.