EDITORIALA
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El parón económico pide un enfoque cualitativo

El Banco de Inglaterra (BoE) ha revisado a la baja el crecimiento de la economía, aunque de momento ha decidido mantener los tipos de interés a la espera de lo que ocurra con el Brexit. Un análisis similar hizo anteayer la Reserva Federal (FED) de EEUU, pero en su caso decidió rebajar el precio del dinero 25 puntos básicos, rompiendo una tendencia que mantenía desde 2008. Por su parte, el Banco Central Europeo (BCE) confirmaba el parón de la economía sin que la inflación se haya movido, y daba a entender que a partir de setiembre puede poner en marcha una nueva batería de estímulos, sin haber retirado los anteriores.

Todos los bancos centrales coinciden en señalar que la economía no crece y la inflación tampoco. Básicamente porque han ahogado la demanda. Por un lado, los bajos salarios han deprimido el consumo de la gente, al tiempo que la precariedad no estimula el endeudamiento y mucho menos un mayor gasto. Por otra parte, el comercio mundial cae por la guerra comercial entre EEUU y China, así como por las incertidumbres del Brexit. En este contexto, las exportaciones –otro de los componentes de la demanda– también se resienten. En consecuencia, las ventas de las empresas, tanto internas como externas, flaquean. Esta coyuntura llena de incertidumbres obliga a las empresas a la prudencia y a posponer las decisiones de inversión, que conforman el tercer componente de la demanda. Sin solucionar esas dudas, la bajada de tipos que proponen los bancos centrales solo servirá para estimular un crecimiento basado en la especulación, bien sea en la bolsa o con activos inmobiliarios.

Esta evidencia exige empezar a considerar los aspectos cualitativos del crecimiento: no es lo mismo vender armas a Arabia Saudí o construir grandes infraestructuras viarias que invertir en escuelas u hospitales. Las décimas en el PIB pueden ser las mismas, pero la utilidad, el valor social y el impacto medioambiental no tienen nada que ver.