Daniel GALVALIZI
PRIMARIAS PRESIDENCIALES EN ARGENTINA

El kirchnerismo acaricia su retorno con los mercados como amenaza

La fórmula Fernández-Fernández se perfila como ganadora en las elecciones de octubre, pero su mayor desafío será evitar que la economía asuste a su electorado. Sorpresa y pesimismo en el Gobierno de Mauricio Macri.

Estado de shock. Así está la mitad de Argentina más antikirchnerista, que no logra entender cómo la otra mitad del país ha votado que vuelva Cristina Fernández al Gobierno. Estado de júbilo es lo que sobra en el otro 50%, que vuelve a celebrar tras haber perdido en 2015 y 2017. Nadie, ni los encuestadores ni los medios de comunicación alineados a la expresidenta, imaginaron el aplastante resultado.

Dos meses y medio tiene Juntos por el Cambio (la nueva marca de Cambiemos) para contrarrestar la derrota por casi 15 puntos que le ha infligido el Frente de Todos, la nueva plataforma kirchnerista que, finalmente, se ha quedado con casi todo el peronismo. La tercera opción, la de Roberto Lavagna, con un magro 8,2%, ha demostrado que el liderazgo opositor es indiscutiblemente de la expresidenta.

En política, y más aún en Argentina, diez semanas alcanza y sobra para dar vuelta a los acontecimiento, aunque la reelección para Mauricio Macri parece ser una causa casi imposible. Tiene a su favor que aún faltan dos debates presidenciales (regulados por ley y obligatorios), en los que el actual jefe de Estado es mucho más experimentado que su rival, y sobre todo, el temor del ciudadano medio a perder la incipiente tranquilidad financiera que se empezaba a lograr después de un año de una brusca devaluación de la moneda y un fuerte crecimiento del riesgo-país.

A mediodía, el dólar se disparaba un 30% y se desplomaban los bonos argentinos y la Bolsa. No por nada, Alberto Fernández buscó transmitir calma y se apresuró a aclarar que el kirchnerismo va a «honrar» su deuda externa. Un guiño a Wall Street y, sobre todo, a la parte de su electorado menos militante, pero que lo eligió como catalizador del descontento.

«Imposible de revertir», reconoce a GARA un importante cargo de la Casa Rosada, ante la pregunta sobre si cree posible dar vuelta a este resultado en las generales. El pesimismo inunda al funcionariado de Cambiemos tras una paliza que nadie auguró. No sólo por el resultado en el ámbito nacional, ya que la política con mejor imagen hace cuatro años, la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal –se daba por descontado que sería la segura heredera de la Presidencia una vez que se fuera Macri– también fue arrastrada por el tsunami anti-Macri y se encamina a no ser reelegida en octubre, al haber sido superada por más de diez puntos por el kirchnerista Axel Kicillof.

Fuentes del partido admitieron, incluso, que el mismo domingo, el estratega de comunicación de Macri, el ecuatoriano Jaime Durán Barba, insistía en que el presidente podía ganar. Toda una muestra de desconexión. «Nos decían pesimistas antes de las elecciones por lo que presagiábamos….creo que somos realistas», asegura a GARA un dirigente de la formación, mano derecha de uno de los ministros. Sobre si pueden ganar en octubre, contesta: «Una posibilidad entre mil».

Mientras, el kirchnerismo deberá cuidar sus pasos y que las diferencias en su variopinto grupo de dirigentes (muchos peleados con los Fernández hasta hace poco) no estalle antes de las elecciones generales.

Y el Gobierno, además de enviar señales inequívocas de cambio, tendrá que darlo todo para recordar los ribetes más repudiados de la Administración anterior y movilizar al sector más afín del 25% de votantes que no acudió a las urnas en las primarias, además de aspirar a atraer al 5% de votos que fue para dos fuerzas minoritarias (una neoliberal y otra de derecha católica) y al 8% de Lavagna.

Pero poco más podrá hacer. Los argentinos parecen haber decidido ya, diez semanas antes de tiempo, sus próximos cuatro años.