Raimundo Fitero
DE REOJO

Biberón

Es muy difícil apuntarse al optimismo debido a la sobrecarga de motivos para dimitir de toda visión que no sea radicalmente combativa con lo que aparentemente se considera lo normal. O lo decretado como normalidad por esa gran conjura cósmica de negligentes, especuladores y analistas de la obviedad doctrinaria. Mucha irreflexión, una cascada de vulgaridad e inconsistencia que se derrama por todas las esquinas de la manipulación informativa, de los trabajos de zapa ideológica que van minando cualquier resistencia a esta epidemia de miseria moral, política y el empoderamiento del capitalismo utilitario como avanzadilla del salvajismo inhumano. 

Así se crea el caldo de cultivo para los recalcitrantes embajadores de la involución democrática. Tener siempre al pistolero de Amurrio y su cuadrilla de cuatreros en todos los medios de comunicación es una rutina demoledora. Que ese error objetivo llamado Trump tenga cada día portadas y horas televisivas por sus aparentes imbecilidades, es una consolidación de la derrota, porque se encadena con Bolsonaro, Salvini y la verborreica Carmen Calvo, una propagandista del catecismo inconcluso de la nadería, lo que nos deja a los más débiles de carácter en manos de Bertín Osborne o sus detractores, por lo que Aduriz puede ser santificado a poco que nos despistemos.

Por eso, esas bellas imágenes del presidente del parlamento de Nueva Zelanda, dando el biberón al bebé de otro diputado, atención al dato, varón, que acudió a la sesión cumpliendo con su responsabilidad paterna, nos ayuda a mirar esta circunstancia como una levedad esperanzadora. Allí, en ese lugar de los kiwis y los jugadores de rugby vestidos de negro, existe una clase política que ejemplariza con su actitud diaria. Esto sí es lo normal, asumir las labores de cría desde su masculinidad comprometida.