EDITORIALA
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La complejidad de los flujos migratorios

En pleno debate sobre las migraciones, aparecen noticias que desmontan muchos mitos y dan cuenta de un fenómeno complejo que no encaja fácilmente en las ideas preconcebidas que se repiten en los discursos xenófobos tan en boga últimamente. Así, en la Unión Europea encontramos países de los que sus habitantes emigran para trabajar y que, al mismo tiempo, se ven en la necesidad de contar con trabajadores foráneos para suplir el déficit de operarios locales.

Un ejemplo llamativo es el de Rumania, donde cientos de miles de rumanos emigran anualmente hacia otros países de la Unión Europea. Según Eurostat, en la actualidad alrededor de uno de cada cinco habitantes en edad de trabajar vive fuera de este país. Semejante flujo de migrantes ha creado un déficit de personal en la economía local, especialmente en ciertas áreas de actividad, como la construcción, la industria, el turismo y la hostelería. La falta de operarios se está supliendo con obreros que en su gran mayoría provienen del sudeste asiático. Para ellos, el país que dejan atrás los rumanos que emigran es un buen sitio para vivir y trabajar. Las expectativas de los migrantes son, por tanto, muy diferentes, y no todas las personas que salen de su tierra quieren terminar en los mismo lugares, como parecen querer hacernos creer aquellos que hablan constantemente de avalanchas. El flujo, por otra parte, tampoco es tan espontáneo como parecen sugerir los agoreros de la invasión. El Gobierno rumano ha ido modificando la legislación laboral para facilitar o entorpecer la llegada de nuevos migrantes, según las necesidades de la economía que se ha convertido en la medida de todo.

La actual globalización neoliberal ha transformado el mundo en un inmenso mercado en el que todo fluye de un lado a otro, incluidas las personas, empujado por un flujo de capital en constante búsqueda del mayor rendimiento. Conviene no olvidar este contexto general cuando se debate sobre migraciones.