Raimundo Fitero
DE REOJO

El juicio

Considero que he perdido el juicio. Pierdo siempre todos los juicios. Si miro la sesión de reproches del Parlamento español de ayer, me quedan claras dos cosas: Rivera está mal diagnosticado y Casado con barba parece un empleado de factoría conservera. El dúo Pimpinela es muy aburrido. Me parece que Iglesias es un arrepentido y Sánchez un iluminado. Los dos, juntos, con mucho esfuerzo, van a conseguir que el trifachito tenga una nueva oportunidad. Sánchez va muy tieso, las canas le dan aire de traductor de búlgaro. Iglesias sigue estancado en su figura de paleto con chaqueta prestada. Que les den Diada.

A un juez le acaban de condenar a seis años y medio de cárcel, a dieciocho de inhabilitación por varios delitos que perpetró contra otra jueza, candidata de Podemos en Canarias, y lo hizo mintiendo, con pruebas falsas, testimonios amañados y la colaboración de las cloacas famosas y de aquel ministro con cuentas panameñas, que era una versión suprema de Aznar y que dimitió por tantas mentiras y cohechos que se le acumulaban. Victoria Rosell, la jueza maltratada por el juez, mostraba su horror al comprobar cómo se podía desde un juzgado montar algo tan horrible. La señora jueza debería pensar que eso es una práctica habitual en los juicios contra vascos y catalanes desde hace tiempo. Lo del juicio del Procés, es exactamente eso, pruebas falsas, testimonios apañados, versiones demenciales y todo lo que a su señoría le hizo Salvador Alba.

Aunque ahora nos colocan en primer lugar el juicio a Ana Julia Quezada, la confesa asesina del niño Gabriel, y debo confesar que no sé si es bueno que se le dé tanta difusión, si esas declaraciones son verdaderas o un montaje, pero si se nos omitieran quizás mi juicio se recuperaría algo. Son imágenes públicas convertidas en carnaza para morbosos.