Mikel CHAMIZO
DONOSTIA
Entrevista
FERNANDO VELÁZQUEZ
COMPOSITOR

«El auzolan es una realidad política y social que pasamos muy por encima»

Autor de las bandas sonoras de películas tan exitosas como «El orfanato», «Lo imposible», «Ocho apellidos vascos» o «Un monstruo viene a verme», el getxoztarra Fernando Velázquez es uno de los compositores más activos del panorama cinematográfico del Estado español.

“Humanity at music” es un proyecto que dio comienzo hace un año entre las cooperativas del Grupo Mondragon y sus trabajadores, con la intención de estrechar lazos entre el colectivo cooperativista y los pueblos e instituciones. Tras diversas actividades en los últimos meses, el proyecto llega a su fin esta tarde en el Buesa Arena de Gasteiz, con un gran espectáculo cuyo ingrediente principal es una “Sinfonía Cooperativa” que Fernando Velázquez ha compuesto en torno a poemas de Jon Sarasua, que tratan aspectos de la filosofía cooperativista. El propio Velázquez dirigirá a la Orquesta Sinfónica de Euskadi y a un enorme orfeón formado por coros y trabajadores, y habrá también danza y teatro, coordinados por Jon Maya de Kukai y Josu Cámara de Kukubiltxo.

¿Cómo se embarcó en este proyecto tan peculiar? 

Aunque mi principal implicación ha sido con la música, he estado desde el principio ayudando a definir algunas ideas. Los organizadores querían que hubiera escena, poesía, danza y música, pero no sabían muy bien cómo conjugar todos esos mundos en un proyecto unitario. Por eso, aunque me haya centrado en la parte musical, he estado también en los preparativos.

Las letras de Jon Sarasua a las que pone música hablan de temas como la industria, la propiedad, la unión, las finanzas... A lo largo de su carrera usted habrá puesto música a todo tipo de escenas y situaciones, ¿pero cómo se abordan conceptos tan abstractos y poco musicales como estos?

Si ha sido posible es precisamente por los textos de Sarasua, que son, para mí, la mejor parte del proyecto. En ellos habla de lo que tiene que hablar, naturalmente, pero es siempre muy poético en su acercamiento filosófico al mundo cooperativista, que conoce muy bien. Así que habla de finanzas, de propiedad, de dinero... pero lo hace de una manera muy abierta y enriquecida con otras reflexiones. Por eso, aunque escribir música sobre un banco parezca muy complicado, cuando se presenta el funcionamiento de la banca en una síntesis tan evocadora como la que hace Jon, se abren también los ojos a sus posibilidades musicales.  

El de compositor es uno de los trabajos más individualistas que puede haber. ¿Conocía bien de antemano el mundo del cooperativismo?

Gracias al proyecto he podido comprobar lo importante que es el cooperativismo en nuestra tierra y me he dado cuenta de que somos muchos los que no conocemos su historia, que es francamente bonita incluso con sus numerosas contradicciones. El auzolan supone una realidad política y social que curiosamente pasamos muy por encima, y el cooperativismo presenta una tercera vía entre el capitalismo y el socialismo a la que no le prestamos toda la atención que merece. Reconozco que se trata de una realidad propia de un tiempo y un espacio, muy ligada a nuestro carácter, pero me ha gustado descubrir que esa forma de pensar está tan arraigada y que surge, en el fondo, de un impulso noble.

En la obra participa un gran número de coralistas. Existen precedentes en el Estado de grandes coros formados por obreros, como los Coros de Clavé de Barcelona, el Orfeón Pamplonés en sus inicios o los coros socialistas de Madrid. ¿Se hace algún guiño a esos movimientos en la obra?

Más bien hacemos un guiño al afán que tenemos los vascos por cantar juntos. Hemos abierto la convocatoria a muchos coros, pero más allá de eso, es una propuesta participativa en la que el público se convertirá en coro en algunos momentos del espectáculo. La partitura, vocalmente, la puede cantar cualquiera porque es muy melódica, y aunque hay pasajes para que los coros invitados se luzcan, otros momentos los podrá cantar cualquiera, aunque no conozcan la música de antemano.

¿Cómo ha abordado la escritura de las partes vocales para que 500 cantantes amateur puedan abordarlas de manera sencilla?

Tengo que decir que son 500 porque no podemos superar ese número por cuestiones de seguridad del Buesa Arena, pero podrían haber sido más. Desde el principio la idea fue que la música estuviese destinada a ellos y lo tuve en cuenta durante todo el proceso creativo. Vocalmente tenía que ser fácil, pero también fácil de ensayar y atractivo para cualquier persona que quisiera sumarse. Se trata, por eso, de música sencilla, sin intevalos difíciles ni tesituras extremas, pero que es también evocadora y a menudo poliédrica, ya que se puede entender desde distintas perspectivas. Y eso, como ya he dicho antes, ha sido gracias a las poesías de Jon Sarasua. Reconozco que, antes de ponerme a componer, tenía algo de miedo porque no conocía suficientemente el mundo del cooperativismo, pero cuando me llegaron las letras tuve claro que, si me guiaba por ellas, de una manera misteriosa, acertaría.

Escribió y grabó la partitura un año antes de que se celebre el concierto.

Hace un año lo que hicimos fue grabar los diferentes números de la sinfonía en disco y ponerlos a disposición del público de manera gratutia en internet, de forma que cualquier pudiera escucharlos y estudiarlos si lo deseaba. Lo del sábado [esta tarde] es la fiesta final de ese proceso, un espectáculo en el que, además de la música, estará la coreografía de Kukai, el trabajo visual de Josu Cámara, etc. 

El Buesa Arena tiene espacio para 14.000 personas y se espera que complete su aforo. ¿Había dirigido alguna vez ante tanto público?

He hecho algunas cosas al aire libre, pero nunca con tanta gente. Esto es lo más grande y también lo más bonito, por el espíritu de comunidad que tiene y con el que me gusta identificarme. Poner música a algo así es un privilegio, más aún cuando ves al resto de los participantes tan implicados e ilusionados.

Parece ser que su «Sinfonía Cooperativa» ya está teniendo trascendencia más allá del concierto. 

Sí. El viernes pasado fallecíó Alfonso Gorroñogoitia, uno de los fundadores de la Fundación Mondragón, y en su funeral en Aretxabaleta cantaron el sexto número de la sinfonía, que es un himno a los fundadores y una especie de réquiem pero en positivo. Me hace mucha ilusión saber que desde el colectivo del cooperativismo quieren incorporarla a su historia.