M.I.
GHOSTLAND

Pascal Laugier se rehace dentro de su terror bestia

Con “Martyrs” (2008) Pascal Laugier fue encumbrado a la cabeza del nuevo terror francófono, dentro de un movimiento pasajero que fue denominado sarcásticamente la “nouvelle horreur vague”. Su bestial estilo de terror sádico se perdió al pasarse al mercado anglosajón con “El hombre de las sombras” (2012), que decepcionó a sus fans más embrutecidos. Parece que ahora “Ghostland” (2019) les ha procurado una mayor satisfacción, en la medida en que presenta un combinado entre las manifestaciones actuales del género y su violenta vena personal. A nivel genérico es un cruce entre la “home invasion” y los relatos de casas embrujadas, con una ambientación malsana y una tensión interna deliberadamente malrrollista.

La apuesta se beneficia de la fotografía de Danny Nowak, un consumado artesano que viene de otro tipo de cine y aporta al horror una mirada diferente. Es responsable en gran medida del pesadillesco aspecto visual, como siempre en Laugier entroncado con la literatura alucinada de H.P. Lovecraft. El lúgubre caserón de turno alberga una espantosa colección de muñecas, en cuanto manifestación de las dos niñas que han crecido en un clima viciado y propicio a las obsesiones más perversas.