David MESEGUER

SUMISIÓN A BAGDAG Y TENSIONES INTERNAS EN KURDISTÁN SUR

Kurdistán Sur trata de recuperarse de las consecuencias del referéndum de independencia del 25 de setiembre de 2017. Algunos acusan a su impulsor, Masud Barzani, de actuar movido por el ego sin tener una hoja de ruta. Las tensiones entre el PDK y UPK marcan unas negociaciones con el Gobierno iraquí sobre presupuestos, el control del petróleo y la gestión de los territorios en disputa como Kirkuk.

Todavía no he encontrado la palabra exacta para describir cómo me sentí aquel 16 de octubre de 2017, el día en que tuve que abandonar mi hogar en Kirkuk», recuerda a GARA Nizar Rashid, un policía de 31 años que ahora reside en Suleimaniya. «Los acontecimientos se sucedieron de forma muy rápida y solo pude coger un par de mantas y algo de ropa antes de abandonar la ciudad junto a mi esposa y sus padres», relata este agente destinado a la seguridad de los pozos de petróleo.

Nizar es uno de los miles de kurdos ahora desplazados que sufrieron en primera persona las fatídicas consecuencias del plebiscito de independencia celebrado el 25 de setiembre de 2017 que, según datos oficiales, contó con una participación del 78% y en el que el «Sí» ganó con el 92% de los sufragios.

«La situación en Kirkuk hasta el día del referéndum era muy buena. En aquel momento ya había fuerzas iraquíes desplegadas en los límites de los territorios en disputa, pero nuestros líderes, especialmente Masud Barzani, decían que nada malo iba a ocurrir y aseguraban que teníamos el apoyo de la comunidad internacional. Cuando los combates entre los peshmerga y el Ejército iraquí estallaron, se demostró que aquellas promesas no eran más que una sarta de mentiras», señala dolido Nizar, quien votó a favor de la independencia en el plebiscito.

«Tras el referéndum hemos perdido el 50% del territorio kurdo. Kirkuk, que lo controlábamos desde 2003, ha sido nuestra pérdida más valiosa. En la próxima década, será imposible que los kurdos podamos tener un dominio territorial tan grande como antes del plebiscito. Ahora Bagdad controla dichas regiones y si nos dejan tener presencia será como invitados», remarca Hoshyar Omar Ali, responsable de relaciones internacionales de Gorran (Movimiento por el Cambio), en referencia a los territorios en disputa entre los ejecutivos de Erbil y Bagdad.

El Gobierno Regional del Kurdistán iraquí (GRK) de Masud Barzani aprovechó la derrota de Sadam Husein en 2003 y la guerra contra el ISIS en 2014 para desplegar los peshmerga en zonas históricamente kurdas, y que en las últimas décadas habían sido sometidas a fuertes políticas de arabización. La Constitución iraquí de 2005 dictamina que debe realizarse un censo en dichas áreas para después celebrar un referéndum y preguntar a los habitantes si quieren o no integrarse en la región autónoma kurda.

Consecuencias del plebiscito

«La celebración del referéndum fue un gravísimo error porque pagamos un altísimo precio a nivel de vidas humanas, pérdidas territoriales y poder político. Ahora la capacidad de presión para negociar con Bagdad se ha visto seriamente disminuida y no estamos en posición de poder imponer nuestras condiciones en las negociaciones», destaca el político de Gorran.

En la misma línea, Sarkawt Shamsulddin, diputado kurdo en el Parlamento iraquí por el Bloque del Futuro, denuncia que «la pérdida de los territorios en disputa supone un golpe muy duro, sobre todo, para los kurdos que los habitan. A día de hoy, la posición del GRK con Bagdad es mucho más débil porque pudieron utilizar el éxito contra el ISIS y el control de Kirkuk para obtener más demandas pero no lo hicieron».

Las todavía infructuosas negociaciones que desde hace unos meses mantienen los gobiernos kurdo e iraquí se centran en la gestión del petróleo, en la asignación de la partida presupuestaria federal y en la resolución de la cuestión de los territorios en disputa. Erbil denuncia que no puede hacer frente a los 250.000 barriles de petróleo diarios pactados con Bagdad a cambio de que el Gobierno central financie los salarios de los empleados del GRK.

Las conversaciones entre ambos ejecutivos se iniciaron después de que el Gobierno kurdo accediera a suspender los resultados del referéndum presionados por Bagdad, la comunidad internacional y potencias vecinas como Turquía e Irán. Tras ser proclamado primer ministro del GRK el pasado julio, Masrur Barzani —hijo del anterior presidente Masud— dijo que «el referéndum había sido un reflejo de la aspiración histórica de una nación» y que su propósito era establecer una relación «fuerte y constructiva con Bagdad, dejando por el momento de lado la cuestión de la independencia».

Días después del nombramiento de Masrur, el primer ministro iraquí, Adel Abdul Mahdi, se reunió con él y elogió «el espíritu de cooperación y comprensión del GRK para resolver los problemas en beneficio de todos los iraquíes de acuerdo con la Constitución y la unidad de Irak».

Para el diputado kurdo en el Parlamento iraquí, Sarkawt Shamsulddin, «los políticos kurdos no hicieron un cálculo realista de las consecuencias del referéndum e infravaloraron la fuerza y el apoyo internacional del Gobierno iraquí». El parlamentario electo por la ciudad de Suleimaniya indica que la campaña por el referéndum no contaba con el apoyo de un lobby internacional con peso e influencia y que el plebiscito se celebró más por una cuestión de orgullo que por la existencia de una hoja de ruta clara que pudiese llevar a la independencia.

«El control del petróleo no solo es una cuestión doméstica sino internacional y, por lo tanto, las principales potencias no quieren alterar el status quo porque la inestabilidad de la región dificulta la explotación de ese recurso energético clave», comenta Hoshyar Omar Ali. Además, el responsable de relaciones internacionales de Gorran, recuerda que la continuación de Kurdistán en Irak sigue siendo clave para mantener el equilibrio entre los suníes y los chiíes.

«Con el objetivo de convencer a la población, el Partido Democrático de Kurdistán (PDK) creó un argumentario falso acerca del apoyo internacional que decían que tenían para la celebración del referéndum. Llevada por la ilusión, mucha gente acudió a las urnas a votar», señala Omar Ali, para a continuación subrayar: «Llevamos a los peshmerga a una guerra contra el Ejército iraquí sin la preparación ni el armamento adecuado. El orgullo nacional ha quedado herido y se necesitará un largo período de tiempo para que la gente recupere la confianza en sus fuerzas armadas».

Unas negociaciones con Bagdad, seriamente mermadas por la escalada de la tensión entre el PDK y la Unión Patriótica de Kurdistán (UPK). En las últimas horas, oficinas del PDK en Suleimaniya y de la UPK en Erbil han sido atacadas. Estos dos partidos-milicia ya protagonizaron una guerra civil kurda en Irak a mediados de los 90.

El legado de Masud Barzani

«Si el presidente hubiera implementado los resultados del referéndum, habría puesto en peligro al GRK como entidad, por eso decidió poner el freno para proteger a la población», afirma Aras, un joven conductor de camiones de 24 años desde una céntrica cafetería de Suleimaniya.

En la misma línea de exculpar a Masud Barzani se muestra Mazig Faiq, un estudiante de Ingeniería de Irrigación de 21 años. «Mi voto por el ‘Sí’ no estuvo basado en las promesas de los políticos, porque en cada campaña electoral las hacen y muchas veces no las cumplen. Yo sabía que la independencia no vendría después del referéndum pero era un deber moral y una reacción emocional para tener nuestra alma en paz».

Si bien cierta parte de la población kurda exime a Masud Barzani de las desastrosas consecuencias de la celebración del referéndum, existen otros sectores sociales que lo acusan de no resolver primero los problemas de la población y moverse por una cuestión de ego personal.

«Voté ‘No’ porque creo que hay otros problemas y cuestiones que han de resolverse primero. Debe haber seguridad, estabilidad, libertad de expresión y una relación fluida con la comunidad internacional para crear el contexto perfecto para la independencia», subraya Sara Kameran, compañera de facultad de Mazig en Ingeniería de la Irrigación.

«Un Estado no se declara, se construye creando instituciones, una economía fuerte, un Ejército nacional y estableciendo relaciones diplomáticas con los poderes regionales e internacionales», destaca Omar Ali. Para el político de Gorran, «aunque Barzani era consciente de las desastrosas consecuencias que traería el referéndum, antepuso su ego personal a los intereses del pueblo kurdo».

Según el responsable de relaciones diplomáticas de la formación con base en Suleimaniya, Barzani aprovechó la enfermedad del entonces líder de la Unión Patriótica del Kurdistán (UPK), Jalal Talabani, para monopolizar la idea del plebiscito. «Barzani intentaba jugar dicha carta para presionar y obtener concesiones de Bagdad, y en este sentido la UPK pensaba que Barzani daría finalmente marcha atrás. Pero Barzani tuvo miedo a rectificar porque cambiar de idea podía ser visto como un síntoma de debilidad, incluso, aunque sabía que se equivocaba», explica Omar Ali.

El jefe de relaciones exteriores de Gorran, cree que como Barzani iba a abandonar la presidencia del GRK en noviembre de 2017, el referéndum era una excelente oportunidad para dejar un legado en los libros de historia como había hecho en el pasado su padre Mustafa Barzani.

A diferencia de Catalunya, en Kurdistán no se produjo la detención de los responsables del referéndum. La cancelación de los resultados por parte del GRK y de la Corte Suprema iraquí fue suficiente para no proceder a arrestos y no tensar más la situación. «Si nuestros políticos hubieran sido detenidos y condenados a prisión, el pueblo los habría intentado liberar. Yo mismo habría tomado partido», asegura el joven camionero Aras.

Mientras algunos ciudadanos creen que la independencia es una cuestión de tiempo, los políticos consultados señalan otras prioridades. «Más que a los kurdos, la posibilidad de independencia es una cuestión que compete a los poderes regionales y al hecho de llegar a un acuerdo con Bagdad, cosa que no veo en un futuro cercano», dice Sarkawt Shamsulddin.

Para Hoshyar Omar Ali, en un entorno rodeado de regímenes autoritarios, «la democratización de Kurdistán es la única vía para garantizar la supervivencia, la prosperidad y la existencia de un ente territorial kurdo». Y sentencia. «Los líderes políticos de la generación actual no gozan de la legitimidad revolucionaria traducida en apoyo popular de sus antecesores para mantenerse en el poder. Su legitimidad debe llegar a través de las urnas y, por lo tanto, deben llevar a cabo reformas».