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SEREKANYE

Éxodo y primeras víctimas civiles del ataque de Erdogan a Rojava

Turquía comenzó ayer su anunciada ofensiva contra el autogobierno kurdo en Rojava. Los primeros bombardeos sobre varias poblaciones fronterizas hicieron huir a miles de personas a la vez que provocaron los primeros muertos civiles. Poco después, Ankara confirmaba el comienzo de la invasión terrestre.

El Ejército turco preparó la anunciada invasión de Rojava, el Kurdistán occidental en Siria, con intensos bombardeos de aviación y artillería sobre al menos cuatro ciudades , Tal Abyad, Serekaniye (Ras al-Ain), Qamishlo y Ain Issa.

Según el Centro de Coordinación y Operaciones Militares de las Fuerzas de Siria Democrática (FSD) ya había al menos ocho víctimas entre la población civil, que comenzó a huir por centenares de las poblaciones amenazadas en coches, motos, camiones o incluso a pie, llevando con ellos maletas o bolsas de viaje llenas de lo que podían recoger.

El propio presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, se encargó de confirmar el inicio de los ataques a través de Twitter, una operación que bautizó como «Fuente de paz».

«Preservaremos la integridad territorial de Siria y liberaremos a las comunidades locales de las garras de los terroristas», afirmó Erdogan en referencia a las YPG, fuerza kurda que vertebra las FSD y que expulsó de la región al Estado Islámico con el apoyo de Estados Unidos.

Ahora, Washington ha dado la espalda a los kurdos y la retirada de parte de sus tropas ha facilitado la operación de Ankara, que tampoco ha encontrado limitación en el espacio aéreo.

Al menos 25 aviones turcos participaron en las primeras operaciones según las FSD, que reclamaron sin éxito a Estados Unidos y a la coalición que lidera que instaure una zona de exclusión aérea para poner fin a los ataques.

El bombardeo fue más allá de la zona de «seguridad» que Ankara quiere implantar y llegó a Ain Issa, que se encuentra a 50 kilómetros de la frontera, según las FSD.

También alcanzó a Qamishlo, donde las kurdo-árabes FSD comparten territorio con el que controla el Ejército sirio, y a Kobane, símbolo de la resistencia kurda frente al Estado Islámico.

Los civiles por toda la zona fronteriza en Kobane, Tal Abyad, Serekaniye, Qamishlo, Derek y Dirbasiye «tienen miedo y ha comenzado una oleada de desplazamientos», señalaron las milicias kurdo-árabes.

A la vez, combatientes de las FSD se desplegaban por la zona, así como civiles que tomaron las armas para hacer frente a la operación turca.

Unas horas antes del comienzo de la ofensiva, las autoridades kurdas ya habían decretado una «movilización general» de sus habitantes.

Solo algunos disparos de artillería lanzados por las YPG y que cayeron en territorio turco sin causar víctimas, respondieron en los primeros momentos a la ofensiva turca.

Comienza la ofensiva terrestre

A la vez, las milicias islamistas y yihadistas amparadas por Turquía se preparaban al otro lado de la frontera para comenzar la invasión terrestre. Unos 14.000 miembros del ahora denominado «Ejército Nacional Sirio» se concentraron ya cerca de Ceylanpinar, la ciudad turca situada frente a Serekaniye, desde donde se esperaba que parta el principal ataque terrestre. Unas horas después de intenso bombardeos Ankara confirmaba el inicio de la ofensiva terrestre y los medios turcos señalaban que fuerzas especiales turcas con vehículos blindados y apoyados por milicianos sirios, entraron en Siria al menos por tres puntos de la frontera.

Estas brigadas ya habían combatido al lado de las tropas turcas en la operación «Escudo del Éufrates», mediante la que Turquía invadió el norte de Alepo, y en la conquista del enclave kurdo de Afrin en el oeste, bautizada «Rama de olivo», en 2018.

En ambas, el principal objetivo fue frenar la expansión del autogobierno kurdo a lo largo de la frontera.

En estos lugares Turquía ha comenzado a ensayar su política de «limpieza étnica», desplazando a la población originaria. Turquía intenta en un primer momento controlar una franja de territorio de 120 kilómetros de longitud y de una treintena de kilómetros hacia el interior de Siria, desde las ciudades de Tal Abyad a Serekaniye. En ella prevé instalar a entre uno y dos millones de refugiados sirios que tiene en su territorio, a pesar de que la mayoría proviene de otras partes de Siria.

La operación ha arrancado apenas unos días después de que el presidente estadounidense, Donald Trump, diera luz verde a Ankara para la ofensiva con el repliegue de parte de sus tropas de la zona. Las FSD eran hasta entonces un aliado clave de Washington en la lucha contra Estado Islámico.

Kino Gabriel, portavoz de las FSD, tildó la decisión de «puñalada por la espalda». «Había garantías de EEUU de que no permitiría operaciones militares turcas contra la región», afirmó.

Las autoridades kurdas habían expresado su apoyo al acuerdo para la «zona segura» pactada entre Washington y Ankara en este área y habían empezado a desmantelar sus posiciones defensivas antes del anuncio de Trump. Precisamente, los bombardeos comenzaron en uno de los puestos fronterizos utilizado por los ejércitos turco y estadounidense para sus patrullas.

Trump: «Es una mala idea»

Las reacción de Trump y la mayoría de sus aliados a la operación no fueron mucho más allá de una tibia crítica. En un comunicado en el que destacaba que Turquía es miembro de la OTAN, Trump resaltó que Washington «ha dejado claro a Turquía que esta operación es una mala idea». «No hay soldados estadounidenses en la zona. Desde el primer día que entré en la arena política, dejé claro que no quería luchar en estas guerras interminables y sin sentido, especialmente aquellas que no benefician a Estados Unidos».

Las cancillerías europeas se movieron entre la «preocupación» y la «condena», pero no hubo ninguna medida coercitiva, más allá de la convocatoria del embajador turco por parte de Países Bajos.

La OTAN, por boca de su secretario general, Jens Stoltenberg, pedía «contención» a su socio. «Confío en que Turquía actúe con contención y garantice que los avances que hemos logrado en la lucha contra el Estado Islámico no resulten amenazados».

El secretario general de la ONU, António Guterres, dijo estar «muy preocupado» y eludió pedir el cese de los ataques turcos ni condenarlos.

 

Las críticas occidentales advierten sobre la posible revitalización del Estado Islámico

El temor a una llegada masiva de yihadistas fue el principal motivo de la –en cualquier caso– tibia reacción occidental a la operación turca. Hasta la fecha, las FDS se encargan de la gestión de varios centros de detención de miles de yihadistas y sus familiares. Un portavoz de las FSD, Mustafá Bali, advirtió de que «cuando Turquía use a los combatientes de Estado Islámico capturados como una amenaza a Europa y el mundo, como hace ahora con los refugiados sirios, recordaremos a los que confiaron a Turquía la gestión de los detenidos que su silencio cómplice es la primera razón detrás de ello».

Recordaba así, las palabras del presidente de EEUU, Donald Trump, quien, pese a dar luz verde a la ofensiva advertía de que «Turquía será ahora responsable» de los yihadistas capturados en la zona. «EEUU no se hará cargo de ellos porque podría suponer muchos años y un gran coste para el contribuyente estadounidense», señaló, antes de resaltar que Washington ha presionado a los países europeos, de donde llegaron, para que los acepten, «pero se han negado». Igualmente, la aún responsable de la diplomacia europea, Federica Mogherini, alertó de que la acción de Turquía «proporcionará terreno fértil para el resurgir del Estado Islámico».

Desde el partido Republicano de EEUU, el senador Lindsay Graham criticó que el repliegue deja a los kurdos expuestos, con lo que el ISIS podría reactivarse, y adelantó que liderará «el esfuerzo del Congreso para hacer que Erdogan pague un alto precio» si el grupo yihadista vuelve a aparecer.GARA