Idoia ERASO
BAIONA
Entrevista
OLIVIER RIBETON
CONSERVADOR DEL MUSEO VASCO DE BAIONA

«Tuve que salvar las colecciones de un museo en ruinas, un comienzo difícil»

Dejará su puesto de conservador del Museo Vasco de Baiona el 1 de noviembre en manos de Sabine Cazenauve, aunque seguirá en el museo hasta abril, cuando se jubilará. Lleva en el puesto desde 1988, cuando tomó el testigo de Jean Haritschelhar. En todo este tiempo ha vivido los cambios que ha ido viviendo el museo, desde su cierre durante 11 años, hasta superar la barrera de 60.000 visitantes al año.

Olivier Ribeton realiza en esta entrevista un repaso a su carrera como conservador del Museo Vasco de Baiona durante 31 años. Recuerda los momentos difíciles de los primeros años en los que estuvo cerrado durante los cuales que la selección del emplazamiento llevó a largos y vivos debates. También resume las razones que lo han llevado al éxito que está viviendo estos últimos años, y que está suponiendo un aumento constante de visitantes al año.

En tres semanas dejará el puesto de conservador. ¿Cómo está preparando la partida?

Dejaré la dirección, y hasta abril me ocuparé más de la repatriación a Baiona de la colección Gramont. El Duque de Gramont fue gobernador de Baiona y hay una colección de 150 retratos, tapices, muebles, y esculturas que están ahora en el castillo de Pau, y me han pedido que ayude a volver a traerlos. También tengo que catalogar algunos fondos y dibujos. Y si me piden consejo, seré también un consultor sobre la continuación.

Sabine Cazenauve ocupará su puesto de conservador, y el de director que ocupaba Rafa Zulaika hasta el año pasado. ¿La está asesorando gracias a su experiencia?

Sí, se trata exactamente de eso. Luego ella hará lo que quiera, tomará las decisiones definitivas. Su manera de trabajar es la de buscar consejos en casi todas partes, yo entre ellos. Nos hemos reunido varias veces, en cierta manera yo soy todavía la memoria del museo, y transmito esa memoria.

Después de tantos años de experinecia ¿tiene algún consejo que darle?

Consejo preciso no, porque ella ya está en el mundo de los museos, ha dirigido el museo de Amiens, y está en el Museo de Orsay, no me permitiría darle un consejo concreto.

Ella conoce poco Euskal Herria, aunque tiene parientes que eran de origen vasco. Le podría ayudar en ese sentido.

Sí, la podría introducir en ciertos ambientes y presentar a algunos artistas. Hay ciertas adquisiciones previstas, y habrá que ver en qué sentido se desarrolla la política de adquisiciones. Es bastante complejo, tenemos una colección rica, de unos 80.000 objetos aproximadamente. Las elecciones que se hagan se deberán de corresponder con lo que lo que ha anunciado: un proyecto científico y cultural, que quiere constituir con todo el equipo del museo. Yo no quiero interferir en las decisiones, solo quiero proponer ciertos puntos de vista.

Hace 31 años que trabaja en el museo. ¿Cómo fueron los comienzos?

Llegué a un museo que tenía grandes dificultades, y que había recibido muchos visitantes en los años 1980. Jean Haritschelhar le había dado un papel universitario muy importante a través de conferencias y compra de libros en el marco de una biblioteca muy extensa, pero el edificio tenía un gran problema, el propietario, el Ayuntamiento de Baiona, no había realizado un mantenimiento adecuado. Desde 1985 la comisión de seguridad había pedido el cierre del museo, y llegué para gestionar la situación de catástrofe.

Lo conocí abierto durante tan solo seis meses. Traté de organizar eventos pero me dijeron que el 1 de junio de 1989 se cerraría para hacer varias obras, entre ellas rehacer la fachada que se estaba cayendo. Tenía que salvar las colecciones de un museo en ruinas, fue un comienzo un poco difícil. Me permitió familiarizarme con las colecciones, verificar el estado de cada objeto y hacer un plan de restauración.

Respecto al edificio, en la época hubo una polémica considerable, entre el alcalde de entonces, Henry Grenet, que quería llevar el museo al Chateau Neuf, y por otra parte diferentes asociaciones, entre ellas Pizkundea y también Haritschalhar, que querían mantener el museo en el antiguo edificio, que es el actual. Tras años de discusiones, en 1993 se dio a conocer que el museo se situaría en la antigua casa y que la logística estaría en el Chateau Neuf. Este último tenía 10.000 m2 y la antigua casa solo 1.500 m2, así que cuando se tomó la decisión de la localización hubo que hacer una gran selección. Finalmente fue muy excitante, desde 1989 hasta 1992 fue muy duro, pero en 1993 los políticos se pusieron de acuerdo, y crearon una sala de exposiciones temporales en el Chateau Neuf, que duró unos 7 años.

¿Durante los años que estuvo cerrado, como se conservaron los objetos?

En Chateau Neuf había grandes espacios, ya que la universidad no se había instalado allí todavía. Lo convertimos en laboratorio de restauración.

A pesar de que el museo estaba cerrado la dinámica seguía.

En efecto, para hacer conocer nuestro museo y sus obras, conseguimos hacer cada año exposiciones, en la biblioteca, y luego en Chateau Neuf. Trabajamos mucho con nuestros vecinos del sur (y seguimos trabajando), con el Museo Etnográfico de Bilbao, con San Telmo, andaba de un lado al otro de la frontera. Fue una época muy rica, descubrí muchas cosas, y las exposiciones temporales ofrecieron otra imagen del museo.

¿Y cuando, tras 11 años cerrado, abrieron el museo de nuevo?

Abrimos en 2001, y algunos estuvieron decepcionados porque no encontraron el alma de la casa de los años 1920, otros les gustó la museografía clarificada, moderna con más espacio, y sobre todo, los comentarios sobre los objetos. Entonces pusimos la señalética trilingüe francés, castellano y euskara, antes estaba solo en francés. En los años 1980 se pusieron algunas palabras de ciertos lugares en euskara. Aquella fue una época de reconquista de la lengua, y aunque no llegamos a estar a la misma velocidad, pudimos responder a ciertas exigencias.

Cuando abrimos en 2001, desgraciadamente el alcalde de aquella época nos obligó a funcionar con la mínima financiación posible. Sufrimos mucho por la reputación del museo, después de haber estado cerrado tanto tiempo, y no poder efectuar acciones para darnos a conocer entre el público local, nacional e internacional.

Es por ello que en el 2007 se creó la entidad pública mixta por el alcalde, para tener también el departamento y la mancomunidad en el funcionamiento del museo. No aportó tanto dinero como hubiésemos querido, pero fue ligeramente mejor. Ahora dentro de la Mancomunidad Única esperamos ser el centro de una red que esté al servicio de todo el territorio. Para eso habría que hacer otras peticiones, el Ayuntamiento de Maule, quiere un museo para el territorio de Zuberoa, todas esas cosas son muy interesantes, pero eso supone que deberán de haber diferentes proyectos en las tres provincias del norte.

En el 2007 recibían alrededor de 35.000-40.000 visitantes al año, desde entonces el número ha ido creciendo constantemente y considerablemente.

El número de visitantes aumentó a partir del 2016, se utilizó el hecho de que Donostia fuese Capital Europea de la Cultura como locomotora, ya que nos ayudaron a hacer una gran exposición sobre la Paz de los Pirineos y desde entonces hemos superado los 60.000 visitantes al año.

Cada año tenemos alrededor de 62.000 visitantes, puede ser porque hacemos exposiciones más grandes, con cabezas de cartel más conocidas, o temas más atrayentes, pero el aumento es claro. También hemos hecho exposiciones en invierno que han atraído a mucha gente. Se decía que era un museo para turistas, que solo estaba lleno en verano, pero nos dimos cuenta que así hacíamos venir al público local, y que supone alrededor de 20.000 visitantes en periodo invernal.

El actual presidente de los Amigos del Museo, Jean-Claude Larronde, está muy presente en la dinámica actual.

Sí, y es importante, porque hasta hace poco el presidente solía ser el alcalde, que no participaba realmente. Desde que tomó el lugar Larronde, se implicó mucho en la programación y el desarrollo del museo. Se puede decir que llegar a los 60.000 visitantes también se debe a su voluntad, que quería llegar a abrirse lo máximo posible al mundo exterior, acoger exposiciones de prestigio, y aceptar coloquios, conferencias…

En los próximos años se abrirá una nueva etapa, con la apertura del renovado Museo Bonnat que se encuentra cerca del Museo Vasco.

Es una gran apuesta que gestionará Sabine Cazenauve. Habrá que esperar dos años para que se abra una parte, y para que se abra totalmente entre tres y cinco años, creo yo.

Se tratará de un museo muy moderno en el que se habrá invertido mucho dinero, y el Museo Vasco al lado no debería de quedar demasiado empalidecido. La apuesta de Sabine Cazenuave es conseguir financiación, y posibilidades para que el Museo Vasco esté al mismo nivel, renovar las salas, hacer exposiciones de gran rendimiento y trabajo en relación directa con el Museo Bonnat.

Esas fechas de las que habla, no son las que se habían dado a conocer, se hablaba del 2021 para la apertura.

No sé si no soy políticamente correcto, o no debería habérselas dado.

¿Qué balance haría usted de todos esos años de trabajo?

Una pasión por un país, que he ido descubriendo poco a poco, que es rico, con una población muy viva. He sido muy feliz al vivir la reconstrucción del museo y de poder pasar el testigo, creo que la persona que viene detrás mío tiene la capacidad de continuar desarrollando el museo, y hacerlo conocer más allá de Baiona y el País Vasco.

Hay un ámbito que no he podido desarrollar, es el textil. Y lo que falta en el museo es la diáspora. Quería consagrarle una sala, pero no he tenido los medios.

En los años 1980 no era fácil saber si el museo había que dejarlo en la antigua casa o transferirlo al Chateau Neuf. Si lo llegamos a trasladar habríamos tenido mucho más sitio, pero tal vez no habría tenido el encanto y los cambios de ambiente de la casa antigua. Rehabilitar la antigua casa era la mejor solución, y ha sido un éxito.