Oihane LARRETXEA
CHARLA DE ANNE MORIN Y BERTA VIAS

TRAS EL RASTRO DE VIVIAN MAIER

ENCARA LA RECTA FINAL, PERO LA MUESTRA CON LA OBRA DE VIVIAN MAIER, EN ARTEGUNEA HASTA EL DÍA 20, TIENE MUCHO QUE DAR AÚN. LA COMISARIA ANNE MORIN Y LA AUTORA DE «UNA VIDA PRESTADA», BERTA VIAS, CONVERSAN PARA LLEGAR AL ALMA DE ESTA FOTÓGRAFA QUE SE BLINDÓ EN EL ANONIMATO.

Vivian Maier (1926-2009) disparaba el pulsador de su cámara una sola vez, prácticamente hacía la foto que buscaba a la primera. «Sabe perfectamente que lo está haciendo bien», resume Berta Vias Mahou, autora de “Una vida prestada” (Lumen), el libro en el que narra de forma novelada y con sabor a ficción la vida de la fotógrafa americana.

Murió en 2009 tras resbalarse, meses atrás, sobre el suelo helado. Dejó un legado de más de 150.000 negativos, no revelaba, solo fotografiaba casi de forma compulsiva y tenaz. Como una adicción a la que no se quiere renunciar. Retratos, autorretratos, escenas de la calle, ciudades como New York o Chicago donde residió…

Su legado fotográfico adquiere hoy un valor casi incalculable, en la actualidad tiene nombre y apellido, VIVIAN MAIER, pero en vida se mantuvo cerrada como una concha, «era escurridiza» y no revelaba su identidad. Mucho menos su pasión, la verdad por la que respiraba: la fotografía.

Cuidaba de niños y niñas, residía en la misma casa con la familia, de modo que garantizado techo, comida y sueldo, gastaba su dinero en viajar y en cámaras. Pasaba horas caminando por la calle, con zapatos de tacón muy bajo y abrigos amplios y grandes bolsillos donde almacenar decenas de carretes, era muy sensible al exterior y su mirada pasaba, como por un colador, por el obturador.

No fue a la universidad, «pero tenía mucha cultura» y una «memoria fotográfica» envidiable, agrega Vias.

Trabajaba como nanny, era soltera, no tuvo descendencia y era hija de inmigrantes; tenía todas «las papeletas» para pasar inadvertida. El caso es que ella se esmeró en que así fuera. ¿Por qué? Recomponer el puzzle es difícil, por eso Morin y Vias indagan en su alma. La escritora madrileña admite que intentó entender por qué no enseñó sus fotos. Las miles que hizo. «Fue muy valiente pero muy reservada. No intentó traspasar ese perímetro, y creo que hay una doble lectura. En cada imagen hay un acto de resistencia».

Maier tuvo relación con buenas fotógrafas de la época, como Jeanne Bertrand, pero no quiso dar el paso y ponerse bajo el foco, renunció a ello. «Sin embargo yo diría que confundimos las cosas. A veces, el propio proceso creativo es suficiente y todo lo demás es un estorbo. Creo que Vivian Maier disfrutó haciendo fotos. Era autosuficiente, no necesitaba nada más». Tampoco el reconocimiento, claro está.

Murió a los 83 años. En ese tiempo lo almacenó y guardó todo con recelo. No destruyó nada. En opinión de Vias, lo hizo así por algo. Es decir, de alguna forma buscaba que aquello antes o después se descubriera. Provocándolo de cierta manera.«Esta mujer estaba haciendo un proyecto», agrega.

Ambas coinciden en señalar que el caso de esta neoyorkina es único en el mundo de la fotografía. «Cosas que se hacen ahora ella ya las hizo antes». Aún hay mucho material por relevar y Maier sigue pareciendo escurridiza. Ya lo advierte: «ella jugó toda su vida».