Soledad GALIANA
NUEVO ACUERDO PARA EL BREXIT

La «traición» de Johnson al DUP es un paso hacia la Irlanda unida

El premier británico, Boris Johnson, lucha por lograr el apoyo de euroescépticos y disidentes conservadores y laboristas para sacar adelante plan de salida de Reino Unido de la UE, considerado una traición por sus aliados unionistas al situar la frontera en el mar de Irlanda. Los laboristas quieren forzar una prórroga retrasando la votación de hoy.

Se lee en blanco y negro en la primera página del diario norirlandés “The Newsletter”: «Una Gran Traición». Así es como siente la comunidad unionista lo que considera el abandono del norte de Irlanda por parte del primer ministro británico, Boris Johnson, en su acuerdo de última hora para la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea (UE), que sitúa la frontera entre bloque y Reino Unido en el mar de Irlanda.

Pero este acuerdo también ha revuelto la realidad política norirlandesa, porque muchos apuntan a que este pacto, que amenaza la permanencia del norte de Irlanda en Gran Bretaña, se debe a una estrategia errónea del partido unionista DUP, que confió en las intenciones de Johnson.

La pasada semana Boris Johnson persuadió al DUP para que aceptara un alineamiento regulatorio con la UE, lo que exigía controles en el mar de Irlanda. Esa concesión facilitó que Downing Street extendiera la medida para cerrar un acuerdo con Bruselas que excede los términos de lo que es permisible para los unionistas.

El nuevo acuerdo aúna la salvaguardia deseada desde la UE e Irlanda para asegurarse de que no existirá una frontera que divida al norte y sur de la isla con la concesión a Johnson de la salida de Gran Bretaña –menos el norte de Irlanda– del bloque comunitario al final del periodo de transición y con su plan de que los políticos norirlandeses puedan decidir cuatro años después del periodo de transición si siguen o no dentro del mercado único europeo.

Los titulares dicen: «Hemos sido DUPed (engañados)». Y si bien es cierto que, según el acuerdo alcanzado por Londres y Bruselas, la Asamblea de Belfast será responsable de rubricar este estatuto especial para el norte de Irlanda cuatro años después del final del período de transición, los unionistas saben que han perdido su veto ante una mayoría claramente pro-UE en el órgano legislativo. Si un 60% de los diputados vota a favor de mantenerse dentro de la UE, con el 40% de los votos de cada una de las secciones unionistas y nacionalistas, este estatuto se mantendría por un periodo de ocho años.

A pesar de la «traición» de Johnson, desde el DUP se buscan culpables tanto en los escaños de la oposición en Londres, como en la propia UE. El segundo en la línea de mando del partido, Nigel Dodds, apunta a que ha sido la decisión parlamentaria que obliga a Johnson a conseguir un acuerdo de salida la que le ha forzado «a tomar medidas desesperadas». La líder del partido, Arlene Foster, ya ha anunciado que votarán en contra del tratado de Johnson.

Pero el DUP no solo ha perdido a su aliado principal en Londres, sino también el apoyo de los tories euroescépticos que ya han anunciado que aceptarán el acuerdo de Johnson a pesar de la opinión unionista, una catástrofe para el DUP que hasta hace poco se jactaba de la influencia sin precedentes que le proporcionaban sus diez diputados en el Parlamento de Westminster, ya que sus votos eran necesarios para los tories. Y su oposición al nuevo acuerdo les creará nuevos enemigos.

Ya lo había advertido el que fuera diputado conservador Philip Lee cuando abandonó las filas de la formación para unirse a los liberales demócratas al señalar que el interés de los tories se podía definir como «nacionalismo inglés», y a la hora de la verdad, Johnson no ha dudado en priorizar un Brexit inmediato sobre los deseos de sus aliados en el norte de Irlanda.

El líder del también unionista UUP, Robin Swann, acusó al DUP de haber allanado el camino para que el norte de Irlanda quedara fuera de Reino Unido.

En el mismo sentido se manifestó Jim Allister, líder del partido Voz del Unionismo Tradicional, quien calificó el tratado, acogido con beneplácito por el Gobierno de Dublín y Sinn Féin, como un desastre que pondrá al norte de Irlanda en la órbita económica de la república de Irlanda, mientras que Reino Unido «se desangra lentamente». «La realidad ineludible es que una frontera reguladora y aduanera que nos separará de Gran Bretaña nos coloca en una sala de espera para la unidad irlandesa», subrayó.