Miguel FERNÁNDEZ
SKOPJE

EL «NO» DE BRUSELAS DECEPCIONA A LOS MACEDONIOS

El pasado 18 de octubre, la Unión Europea rechazó abrir las negociaciones de adhesión de Albania y Macedonia del Norte. En el caso de Skopje, esta decisión escuece especialmente porque el Gobierno forzó un impopular cambio de nombre y la entrada en la OTAN prometiendo una rápida integración comunitaria.

La primera consecuencia: el primer ministro de Macedonia del Norte, Zoran Zaev, convocó comicios anticipados para el 12 de abril de 2020. La segunda: los macedonios, al igual que su líder, están decepcionados con Bruselas. Se sienten engañados. El 18 de octubre, la UE no llegó a un consenso para abrir las negociaciones de adhesión de Macedonia del Norte y Albania. No es una sorpresa, pero escuece en Skopje: vía referéndum, el año pasado solucionó con Atenas su disputa por el legado de la Antigua Macedonia y el nombre de su homónima región que impedía su entrada en la OTAN. La campaña de esa votación, que suponía además ratificar el camino proeuropeo, se centró en los beneficios de la UE, mientras las causas traumáticas, la OTAN y el contencioso con Grecia, se obviaron. En un proceso lleno de irregularidades, el cambio de nombre se aprobó en el Parlamento pensando que pronto se abriría la negociación de los capítulos de la UE. No ha ocurrido, y aun reconociendo las fallas democráticas de Macedonia, el resquemor impera.

«Zaev nos dijo que si cambiábamos el nombre entraríamos en la UE. No sé si le mintieron, pero es lo que quiero creer», comienza Dimitar, de 28 años y estudiante de Derecho en la Universidad Cirilo y Metodio.

«Aunque lo entienda, estamos decepcionados: he viajado por Europa y sé que estamos muy lejos de esos países, pero en algunas parcelas somos mejores que Rumanía y Bulgaria, que entraron por motivos políticos y no por sus reformas», manifiesta este joven que apoya a la Unión Socialdemócrata de Macedonia (SDSM), el partido encabezado por Zaev. En su tienda de ropa en el antiguo bazar de Skopje, Fatmir, albanés de 35 años, asegura que «no existe pueblo más proeuropeo y pro EEUU que el albanés». De tanto acostumbrase a los reveses, le resta importancia a la decisión de Bruselas. Pero está molesto. «Europa nos ha engañado. Ahora tenemos que esperar algo más. En la televisión dicen que en seis meses entraremos, que fue un error que Macron subsanará», confía, para luego reconocer que «tenemos problemas con la corrupción y la justicia que seguro han tenido en cuenta».

Parte de la sociedad eslava aceptó el trago amargo de la OTAN y el cambio de nombre sin convicción alguna, pensando que la UE tal vez pueda revitalizar el país y, en consecuencia, evitar que los jóvenes sigan huyendo de esta región sin oportunidades. En el plano político, todos, incluido el paneslavo y fuerza opositora Organización Revolucionaria Macedonia del Interior (VMRO), apoyan la integración en Occidente. Pero la negativa a abrir las negociaciones explota en las manos de Zaev, quien ha cumplido cada demanda de Bruselas y Washington.

«Esta decisión no solo va en nuestra contra, sino que debilita a nuestro Gobierno: VMRO puede derrotar a Zaev. Espero que no ocurra, pero es probable que cambie el gobierno. Por tanto, Europa no ha entendido lo que ocurre: aquí hubo diez años de un régimen que no ha sido derrotado por completo en estos dos años. Ahora tenemos más libertad. Es cierto que hay problemas, corrupción, pero en general somos más libres, cuando antes no podíamos ni mentar el nombre de Gruevski», explica Dimitar, que solo quiere «un país normal, con libertad e igualdad».

Zoran Zaev, antiguo alcalde de Strumica, comenzó su ascenso al poder en 2015, cuando publicó importantes grabaciones que demostraban las prácticas mafiosas de la red VMRO, entonces encabezado por Nikola Gruevski, quien intentó ostentar más poder del que corresponde a un sistema oligárquico. ¿Cómo consiguió Zaev las grabaciones tras una década del SDSM en la oposición? Pues seguramente gracias a Bruselas y/o Washington. Un año más tarde, Gruevski, hoy exiliado en Hungría, abandonó el poder. Había protestas en las calles y demasiada tensión acumulada. La UE intervino oficialmente para ayudar a una transición que terminó en los acuerdos de Prespa para cambiar el nombre del país y así solucionar el conflicto con Grecia que impedía la integración internacional de Macedonia.

En el referéndum para refrendar estos acuerdos, el apoyo al «sí» fue superior al 90%, aunque la participación cayó por debajo del 50% que requiere la Constitución para validar el resultado de una consulta popular. Pese a que la condición de VMRO para apoyar la posterior ratificación en el Parlamento era superar ese corte, lo que les llevó a protagonizar un boicot en las urnas que ayudó a que solo participara el 36% de los macedonios, varios tránsfugas de esta formación permitieron a Zaev obtener los dos tercios de los diputados para ratificar el cambio de nombre y, además, fijar para 2019 o principios de 2020 la entrada de Macedonia en la OTAN, una entidad marcada por su apoyo a la guerrilla albanesa UÇK, que aquí libró un conflicto entre 2001-2002.

De la UE no han conseguido lo deseado o lo prometido: Francia lo evitó por segunda vez este año, aunque esta última intentona venía precedida por una votación favorable en el Bundestag alemán a la integración de Macedonia y Albania.

La decisión del Estado francés

Desde 2005, Macedonia es país candidato a la UE, y desde 2009 la Comisión Europea recomienda abrir el proceso de adhesión. Según el estudio Forescasting Candidate States Compliance with EU, basado en los baremos de acceso de 2004, el único país que podría cumplir los requisitos de entrada en un corto plazo es Macedonia, que en 2023 podría estar preparada, mientras los otros candidatos no obtendrían la luz verde antes de 2035 o, en el caso de Bosnia y Albania, 2050.

París alegó que la UE necesita reforzar las instituciones y políticas comunes antes de aceptar nuevos miembros, que una vez dentro del proceso de adhesión obtienen beneficios de la UE sin que exista una vía segura para sancionarlos si no cumplen con los requisitos comunitarios. Los macedonios confían en que Macron cambie de opinión, aunque todo se complicará a medida de que se acerquen las elecciones de 2022 en Francia.

Experto en lenguaje corporal, justicia y diplomacia, Zenden Abedin Shehi, fundador del Instituto Europeo de Skopje, promueve los valores europeos en Macedonia. En el hotel Marriot, un lugar demasiado lujoso para quien dice representar al pueblo, Shehi demuestra sus aptitudes: tono de voz sobrio, de cadencia perfecta, y largas explicaciones. «No podemos olvidar el pasado de Francia. Ellos tienen su aristocracia, sus dinámicas. Mira lo que hicieron por la subida del precio de la gasolina. ¿Qué hemos aprendido de Francia? Lo hemos visto, pero no lo hemos aprendido: aún no sabemos hacer huelgas, que aquí son durante los fines de semana. Además, hay gente que no cobra su salario desde hace más de un año. Si quieres entrar en la UE, donde hay mejores derechos laborales, necesitamos protección legal. Aquí no se implementa esa protección y las empresas no quieren invertir porque desconfían», ejemplifica Shehi, de ojos claros y sonrisa sempiterna.

Los derechos sociales y la justicia pueden ser las grandes debilidades de Macedonia, donde un obrero gana 300 euros al mes por extenuantes jornadas laborales. La corrupción, extendida, se refleja en el puesto 93 que ocupa en el índice elaborado por Transparencia Internacional.

«Luchamos por sobrevivir, como en el programa Survivor, y por eso migramos a otros países por una mejor vida. Por ejemplo, Alemania necesita 300.000 enfermeras de los Balcanes. Pero lo que deseamos es tener aquí una sociedad normal en la que todos puedan tener una vida normal. La UE no puede cambiar esto si primero nosotros no lo cambiamos», insiste Shehi, quien remarca que el interés de Occidente en los Balcanes responde a cuestiones geopolíticas. «Bulgaria y Rumanía tampoco estaban preparadas», añade.

En Macedonia, a diferencia de Shehi, la sociedad no entiende que no se hayan abierto unas negociaciones de adhesión que se pueden dilatar muchos años, o décadas como en el caso de Turquía, y que habrían recompensado a un país que poco más puede entregar. Es cierto que faltan reformas, pero también lo es que las similitudes con Bulgaria y Rumanía, aunque sus economías hayan mejorado, se reproducen rápidamente una vez lejos de las grandes ciudades.

Los líderes europeos han asegurado que vetar a Macedonia ha sido un error histórico que enmendarán, aunque el daño para la credibilidad de Bruselas y Zaev es irreparable. Así, la campaña electoral macedonia ya tiene causa: La traición de la UE, que VMRO achacará a Zaev. Aunque parece complicado que VMRO intente revocar los acuerdos de Prespa, pese a su coyuntural posición pública son pro-occidentales, los paneslavos agitarán los sentimientos nacionalistas y recordarán las irregularidades de este opaco proceso dominado por un lustro de suave injerencia de Occidente.

Esta situación, una democracia limitada en un sistema oligárquico, ejemplo extendido al sur del río Danubio, está engullendo la esperanza de la sociedad. La baja participación en las últimas elecciones presidencialistas (un 46%, cuando en 2014 fue de un 54%) es para Shehi un mensaje contundente del hartazgo generalizado: «El silencio de la sociedad nos dice que no creen en los políticos. Una vez pueden ser engañados, pero, luego todo se convierte en una comedia. Los políticos no entregan dinero a los orfanatos, no compran ni una mísera chocolatina a esos niños. No son responsables. Si lo fueran, podrían discutir con Francia. En Macedonia todo es perfecto sobre el papel, pero la realidad es diferente. Ahora los malos son los nacionalistas (VMRO). ¿Pero qué ha hecho Zaev como buen hombre?».