GARA
PARÍS

Los «chalecos amarillos» reafirman, un año después, su voluntad de seguir

Los «chalecos amarillos» volvieron a salir a las calles del Estado francés decididos a dar un nuevo impulso a una movilización debilitada un año después por el tiempo y la represión. París y otras ciudades fueron de nuevo escenario de enfrentamientos y detenciones.

Debilitado pero aún vivo, el movimiento popular de los «chalecos amarillos», surgido hace un año, movilizó ayer a miles de personas en el país, sobre todo en París, donde se registraron detenciones y actos violentos.

Desde primera hora de la mañana, centenares de manifestantes se congregaron en diversos puntos de la capital francesa. En algunas zonas, algunos grupos lanzaron adoquines, incendiaron contenedores de basuras y volcaron vehículos ante la Policía, que utilizó fases lacrimógenos y cañones de agua para dispersar a la multitud, que se refugió en cafés y tiendas cercanas. Al menos 120 personas fueron detenidas.

«¡No vamos a retroceder! ¡Seguimos aquí, aunque Macron no quiera, seguimos aquí!», coreaban los presentes en Place d'Italie, al sur de la ciudad.

«Seguimos movilizados porque queremos un futuro mejor para nosotros y nuestros hijos, la situación en Francia está cada vez peor. Yo gano un poco más del salario mínimo y tengo dos hijos. El dinero no nos alcanza hasta fines de mes», denunciaba Rémi, un funcionario de 39 años que viajó desde Borgoña. El 17 de noviembre de 2018 más de 300.000 personas, la mayoría vestidos con el chaleco amarillo fluorescente, salieron a las calles del Estado francés para protestar por la creación de un impuesto sobre el combustible mientras se eliminaban cargas a las rentas más altas.

En muy poco tiempo, este movimiento sin líderes ni estructura puso en jaque al Gobierno del presidente francés Emmanuel Macron, destapando el profundo descontento en las clases más modestas por la pérdida de poder adquisitivo y las desigualdades sociales.

Macron respondió con una dura represión y un paquete de reformas que no atajaron el núcleo de las demandas.

«Llevamos un año en las calles y no pensamos parar. Estamos dispuestos a seguir manifestando hasta que Macron nos escuche», decía Sylvestre, de 50 años. «La gente tiene miedo por la represión que hubo en manifestaciones pasadas. Yo mismo prohibí a mis dos hijos salir hoy por miedo a que pierdan un ojo», añadió. En el último año 23 personas han perdido un ojo tras recibir el impacto de una bala de goma y otros cinco sufrieron la amputación de una mano en la explosión de una bomba lacrimógena.

Las autoridades francesas prohibieron las protestas en los Campos Elíseos, así como en la catedral de Notre Dame, la Asamblea Nacional, la torre Eife, Trocacero o el palacio de Matignon, entre otros lugares. En total, se convocaron en el Estado francés 270 manifestaciones y se registraron incidentes en Lyon, Nantes o Burdeos.