Txisko FERNÁNDEZ
Donostia

EL GAS RUSO, CLAVE ENERGÉTICA PARA LA UNIÓN EUROPEA Y CHINA

El extenso territorio ruso está recorrido por una compleja red de gasoductos –y oleoductos– que, además de cubrir la demanda interna, abastecen desde hace tiempo a gran parte de Europa central y occidental. Ahora, el gas ruso también llega a China por tierra.

Gracias a esa red de gasoductos que se ha desplegado desde la costa del océano Pacífico hasta las del mar Negro y del Báltico, Rusia juega un papel clave en la política energética de sus grandes socios económicos, y en muchas ocasiones también rivales, europeos y asiáticos. El gas ruso es el principal combustible que se utiliza para la calefacción, especialmente en esta época invernal, en gran parte de la Unión Europea. Y también sirve para mantener en funcionamiento infraestructuras básicas o factorías industriales.

En los últimos años, especialmente a raíz de la crisis provocada por la anexión de Crimea por parte de Rusia en 2014, en la UE ha surgido un intenso debate sobre su dependencia energética del gigante euroasiático.

Pese a las muestras de solidaridad hacia Ucrania y las sanciones impuestas por Bruselas a Moscú por este conflicto, hasta el momento en la Unión Europea ha prevalecido el pragmatismo defendido por Alemania, que ha mantenido en vigor los acuerdos para desplegar el Nord Stream 2, un nuevo gasoducto que, atravesando aguas internacionales del mar Báltico, puede servir para evitar la ruta ucraniana hacia Europa central, aunque oficialmente ambas se presentan como vías complementarias

Menor dependencia de Europa

Cuando se insiste en el riesgo que supone que el Kremlin tenga bajo su control la llave que puede cerrar este grifo energético hacia la UE –temor que avivan a menudo, además de Ucrania, Polonia y sus socios de Visegrado, e incluso Estados Unidos–, suele olvidarse que esa dependencia es bidireccional. Por eso, en Moscú se ha puesto énfasis en el hecho de que el “Fuerza de Siberia”, el oleoducto que garantizará el suministro de gas ruso a China durante los próximos treinta años, servirá para reducir su dependencia de la evolución del consumo en la UE.

El pasado lunes, los presidentes Vladimir Putin y Xi Jinping oficiaron la entrada en funcionamiento del “Fuerza de Siberia”. Lo hicieron al unísono de forma televisada, si bien se encontraban a miles de kilómetros; uno en Sochi, la ciudad balneario ubicada en la orilla del mar Negro, y el otro en Pekín. A través de este nuevo “grifo” siberiano, Rusia suministrará a su gran vecino asiático más de un billón de metros cúbicos de gas natural en los próximos treinta años, que le reportarán unos 400.000 millones de dólares (363.208 millones de euros) en ese periodo.

Este proyecto ha supuesto un esfuerzo inversor de unos 55.000 millones de dólares (49.938 millones de euros) sumando lo aportado a uno y otro lado de la frontera.

El contrato suscrito entre la gasística rusa Gazprom y la petrolera china CNPC servirá, además, para aproximarse al objetivo que se han planteado Moscú y Pekín de elevar para el año 2024 a 200.000 millones de dólares (unos 180.580 millones de euros) los intercambios comerciales entre los dos países.

«El contrato firmado por nuestros países en 2014 ha sido el mayor en la historia del sector gasístico nacional», dijo el presidente ruso, que resaltó que la puesta en marcha del “Fuerza de Siberia” «eleva la cooperación ruso-china en el ámbito de la energía a un nuevo nivel cualitativo».

«La explotación del gasoducto ruso-chino ayudará al desarrollo socioeconómico de las regiones por donde pasa», destacó, por su parte, Xi Jinping, quien llamó a desarrollar nuevos grandes proyectos de cooperación bilateral en beneficio de sus pueblos.

Según precisó el jefe de Exportaciones de Gazprom, Andrei Zotov, el próximo año se exportarán a China a través de este gasoducto 5.000 millones de metros cúbicos de gas natural, volumen que aumentará a 10.000 millones en 2021 y a 15.000 millones en 2022. A partir de 2025 serán 38.000 millones, tal como recogió la agencia Efe.

Así, Rusia obtendrá una cuota importante en el creciente mercado del gas natural en China, que en 2018 aumentó su consumo de este combustible en un 18%, hasta los 280.000 millones de metros cúbicos.

Aunque las partes no han revelado el precio que cobrará Gazprom, por el volumen de los suministros y las declaraciones del presidente de la gasística, Alexei Miller, acerca de que el contrato le reportará a Rusia ingresos por unos 400.000 millones de dólares, se calcula que el precio base por 1.000 metros cúbicos será de 360 dólares.

«La ruta oriental tiene para Gazprom la misma importancia estratégica que la occidental», declaró en su momento el vicepresidente de la compañía gasística, Alexandr Medvedev, para añadir: «Con un solo contrato, China se ha equiparado a nuestro mayor consumidor europeo».

Las próximas citas

El papel de Rusia como mayor exportador de gas natural del mundo se verá reforzado con la puesta en marcha de tres grandes gasoductos a corto o medio plazo.

El primer tramo del comentado “Fuerza de Siberia” (en inglés, Power of Siberia) atraviesa más de 2.000 kilómetros de bosques de coníferas y suelos helados, uniendo los campos gasísticos de Siberia oriental con la frontera china en la región del río Amur.

El tramo chino estará finalizado en 2022-2023, cuando llegará hasta Shanghai, la ciudad más poblada del gigante asiático, primer importador mundial de hidrocarburos.

Como recordaba la agencia France-Presse, para estas fechas estaba previsto que también estuviera en marcha el controvertido Nord Stream 2, pero los obstáculos puestos por sus opositores lo ha ido retrasando. Por ejemplo, la autorización de Dinamarca para que atraviese sus aguas territoriales no llegó hasta finales de octubre. Por ello, Gazprom ya ha advertido a sus socios y a los países interesados de que la finalización de la línea –de la que ya se ha construido más del 80%– dependerá de la meteorología que predomine en el Báltico en pleno invierno.

Su capacidad de suministro es de 55.000 millones de m3 por año, la misma que tiene su “hermano mayor”, el Nord Stream 1.

Este gasoducto, con un coste total de 9.500 millones de euros, está financiado al cincuenta por ciento por Gazprom y por un consorcio formado por las compañías alemanas Wintershall y Uniper, la anglo-neerlandesa Shell, la francesa Engie y la austriaca OMV. El suministro se dirigirá fundamentalmente al centro y norte de Europa, donde esperan ponerse a salvo de los cortes de suministro invernales que sufrieron en los años 2000 a causa de las desavenencias ruso-ucranianas, que entonces no estaban relacionadas con el comentado conflicto territorial, sino con la gestión de los tramos del gasoducto que une Rusia con Europa central a través de Ucrania. Gazprom acusaba a Kiev de quedarse con parte del gas que iba destinado a terceros países sin abonar su coste.

El tercer proyecto es el bautizado como TurkStream, que también contornea Ucrania en su camino desde Rusia hasta el sur de Europa y que está previsto que sea inaugurado en enero por Vladimir Putin y el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan.

Con una capacidad de 31.500 millones de m3 al año, recorre 930 kilómetros por el mar Negro, como su predecesor Blue Stream. Uno de sus dos ramales está destinado a Turquía mientras que el otro enlazará con el sur y el sudeste de Europa. Su construcción está viéndose beneficiada por una meteorología más clemente que la que padecen sus hermanos nórdico y oriental.

Hay que tener en cuenta que, en estos momentos, este proyecto simboliza el acercamiento entre Rusia y Turquía, cuando Ankara atraviesa un periodo de relaciones complicadas con la UE y en la OTAN.

 

Repsol extiende su colaboración con gazprom en la exploración de nuevos yacimientos en Siberia

Coincidiendo con la puesta en marcha del gasoducto entre Rusia y China, el lunes Repsol confirmaba que ha creado una nueva “joint venture” con la rusa Gazprom Neft, en esta ocasión para la exploración en seis bloques petrolíferos ubicados en la zona Karabashskaya del distrito autónomo de Janti-Mansi, en Siberia occidental.

En concreto, la empresa conjunta se establecerá a través de la sociedad Karabashsky-6 LLC, propiedad de Gazprom Neft, que posee las licencias en los seis bloques. Según informó la compañía rusa, Repsol adquirirá una participación del 50,1% en esta sociedad una vez que ambas partes hayan cumplido con todas las condiciones previas al contrato.

En 2017, el grupo dirigido por Josu Jon Imaz ya selló un principio de acuerdo con Gazprom Neft para reforzar su colaboración en la región de Siberia occidental y explorar inversiones conjuntas en el área próxima a la zona donde Eurotek Yugra, filial de la petrolera española en Rusia, ya posee licencias de exploración de hidrocarburos.

Repsol también firmó el pasado mes de junio un memorando de entendimiento con esta compañía rusa y con la anglo-neerlandesa Shell para la creación de una empresa conjunta para operar en bloques de exploración situados en la península de Guida, en Siberia. En este caso, Gazprom Neft es el principal accionista de la compañía, con una participación del 50%, mientras que Repsol y Shell tienen el 25% cada uno.

La multinacional española está presente en Rusia desde el año 2010 a través de su negocio de «upstream». La compañía cuenta con derechos mineros sobre siete bloques de exploración, con una superficie neta de 2.206 kilómetros y 18 bloques de producción/desarrollo, con una superficie neta de 169 kilómetros cuadrados.

Además, en abril de este año suscribió un acuerdo marco con la rusa Novatek para la firma de un “megacontrato” a largo plazo de compra de gas natural licuado (GNL) procedente del yacimiento de Yamal, también en territorio siberiano.GARA

 

Un debate sin resolver en el seno de la UE

Con una gran dependencia del gas, que representa una cuarta parte de su consumo de energía y que importa abundantemente, la Unión Europea se encuentra ante un dilema sobre el lugar que debe ocupar esta fuente de energía fósil en su, al menos teóricamente, ambiciosa política climática. A menudo, el gas natural se presenta como la más “limpia” de las energías fósiles: por ejemplo, emite un 40% menos de CO2 que el carbón. Pero ese argumento no convence a todos.

El debate en el seno de la UE se reavivó el pasado verano con la voluntad expresada por el Banco Europeo de Inversiones (BEI) de descartar en el futuro la financiación de proyectos ligados a las energías fósiles. Pero, casi al mismo tiempo, publicó su lista de «proyectos de interés común» (PIC), entre los que se hallan infraestructuras transfronterizas que ponen en relación sistemas energéticos de distintos Estados miembros, con el compromiso de apoyar los objetivos climáticos de la UE y la descarbonización de su economía a largo plazo. En la lista de PIC se recogen una treintena de proyectos gasísticos (sobre un total de 151), que se benefician de procedimientos simplificados y del derecho a solicitar financiación comunitaria.

Esto resulta «absolutamente ridículo» para Colin Roche, de la ONG Amigos de la Tierra. «Las empresas venden la idea de que el gas es una energía de transición. Pero, al final, lo que hace falta es un 100% de energía renovable», indicó Roche a AFP.

La Comisión Europea, por su parte, prefiere destacar que hay «una clara tendencia a la baja en la financiación de infraestructuras gasísticas en favor, sobre todo, de la electricidad».GARA