El peronista de centroizquierda Alberto Fernández asumió ayer la Jefatura del Estado en Argentina, ante la ovación de legisladores y de miles de argentinos que creen que «la esperanza» a vuelto al país.

«Recibimos un país frágil y golpeado. Apelamos al compromiso de todos los sectores», señaló Fernández tras jurar como presidente, en reemplazo del neoliberal Mauricio Macri, para un periodo de cuatro años.

Apeló a la unidad para un «nuevo contrato social solidario», aunque no será fácil salvar la división actual. «Tenemos que superar el muro del rencor y del odio, tenemos que superar el muro del hambre», sostuvo.

Fernández prometió poner de nuevo «en pie» a Argentina tras años de recesión y subrayó que para eso hay que «recuperar una serie de equilibrios sociales, económicos y productivos que hoy no tenemos». «Es hora de abandonar el aturdimiento, ser conscientes de las profundas heridas que tenemos», añadió, mientras incidía en que para curarlas hace falta «tiempo, sosiego y, sobre todo, humanidad».

Macri deja una Argentina con una inflación del 42,2% hasta octubre, aumento de la pobreza (35,4%) y caída del Producto Interno Bruto (-3,1% para 2019).

«Detrás de estos terroríficos números hay seres humanos con expectativas diezmadas», señaló Fernández, y subrayó que «sin pan no hay presente ni futuro, sin pan la vida solo se padece, sin pan no hay democracia ni libertad».

En los primeros días de su gobierno, el presidente pretende mejorar los ingresos de los más vulnerables con más fondos en ayuda social, y aumentar los salarios y las pensiones a las franjas de renta más bajas.

También ayer juraron sus cargos la vicepresidenta y presidenta del Senado, Cristina Fernández de Kirchner, y los nuevos ministros.

A la toma de posesión de Alberto Fernández acudieron sus homólogos de Cuba, Miguel Díaz Canel; Paraguay, Mario Abdo Benítez, y los mandatarios entrante y saliente de Uruguay, Luis Lacalle y Tabaré Vázquez. Brasil, principal socio comercial de Argentina, envió a su vicepresidente, Hamilton Mourao.