GARA
DAVOS
FORO ECONÓMICO MUNDIAL DE DAVOS

Trump vende «éxito» económico y tilda a Thunberg de «profeta de la fatalidad»

El poderoso club de Davos que reúne a las élites globales tiene en teoría al clima como máxima preocupación pero manda el «Business as usual», como ayer demostró un Trump que evitó a Greta Thunberg.

Donald Trump participó por segunda vez en su mandato en el Foro Económico de Davos, un encuentro internacional que reúne a las élites globales, un gran circo que encarna la globalización y sus desigualdades, en una estación de esquí de los Alpes suizos. En teoría, este año la cita llevaba la sostenibilidad como tema principal; la destrucción del medioambiente estaba en lo alto de su agenda. Entre las preocupaciones para los próximos diez años estaban los fenómenos meteorológicos extremos, el fracaso de las políticas climáticos o la pérdida de biodiversidad, además de los grandes riesgos derivados de las tensiones geopolíticas y sociales.

Pero tal y como se podía temer, Trump pasó de puntillas sobre la cuestión y a horas de que comience el «impeachment» en su contra [información en la página 15], en pleno año electoral, centró su intervención en presumir de sus logros económicos, «que jamás se habían conocido en el mundo».

El presidente de EEUU no se dirigió directamente ni nombró a Greta Thunberg, la joven e icónica activista global por una acción medioambiental urgente, que participó en la cumbre de Davos, también por segunda vez, unas horas antes. Había cierta expectación periodística sobre el reencuentro de Trump con una persona de la que se burló tras ser nominada como persona del año por la revista "Time". Rondaba en el ambiente el tuit incendiario en el que calificó de «ridícula» la elección y añadió que «Greta debe trabajar en su problema para gestionar el enfado y después ir a ver una buena película con algún amigo. ¡Cálmate, Greta, cálmate!».

Thunberg había participado en una sesión que llevaba el nombre “Evitando la apocalipsis climática”, en la que dijo que la gente está «en general, mucho más preocupada» sobre los riesgos del cambio climático y del calentamiento global, aunque reconoció que «desde otra perspectiva, no se ha hecho casi nada» al respecto.

«Locos adivinos de antaño»

La joven sueca arremetió contra los líderes políticos y económicos por haberse «rendido» ante el calentamiento global y por haber antepuesto los intereses económicos inmediatos a la necesaria transición ecológica. «Me pregunto qué diréis a vuestros hijos ante este caos», dijo al auditorio y volvió a insistir en la necesidad de no esperar más y acabar a partir de ya con el uso de combustibles fósiles.

«Nuestra casa está aún en llamas y vuestra inacción aviva las llamas cada hora. Os pedimos que actuéis», reclamó a unos líderes mundiales a los que acusó de estar incumpliendo el Acuerdo de París pese a la suscribirlo.

En su alocución posterior, aun sin nombrarla, Trump le lanzó dardos constantemente. Comenzó rechazando «a los eternos profetas de la fatalidad climática», que en su opinión son «como los locos adivinos de antaño», e hizo un llamamiento a rechazar las «predicciones de la apocalipsis». Tras adelantar que EEUU seguirá defendiendo su economía, Trump tildó a los activistas climáticos como unos «alarmistas que siempre quieren lo mismo: poder absoluto para dominar, transformar y controlar todos los aspectos de nuestras vidas».

No solo eso: Trump no puso reparos en declararse como un «ecologista de los de verdad» y anunció que su país se uniría a la “Iniciativa del billón de Árboles”, una acción surgida tras un estudio suizo publicado en la revista “Science” que sugería que la mejor forma de luchar contra el calentamiento era plantar un millón de árboles en el mundo para así poder absorber 200 gigantones de dióxido de carbono en los próximos diez años.

Precisamente, a esta iniciativa se había referido con anterioridad la propia Thunberg: «Plantar árboles está bien, pero ni de lejos se acerca a lo que es necesario hacer».

Feriante económico

Las 200 compañías más grandes del mundo estaban presentes en la sala y Trump aprovechó su discurso para ejercer de feriante económico y vender las bonanzas de su modelo. De hecho, sus palabras estuvieron centradas en la política doméstica y la campaña electoral.

El magnate de Queens alardeó una y otra vez de sus logros económicos y reiteró que había cumplido su promesa de hacer a EEUU grande otra vez. Está por ver si las élites globales le compraron el discurso o no. Y es que se halla a horas de que empiece en el Senado el juicio político en su contra, lo que añadirá más inestabilidad y polarización a un país que, en sí mismo, es ya uno de los principales factores de riesgo e incertidumbre. Algo que antes era tradicionalmente asociado a países emergentes.

Alabó a Boris Johnson y avanzó que «cerraremos un acuerdo tremendamente bueno con el Reino Unido». Con los gigantes chinos como Huawei presentes en la sala, calificó de excelentes las relaciones con Pekín y pareció evitar nuevas tensiones para así no golpear a los consumidores estadounidenses. Sin embargo, eso no quiere en absoluto decir que las tensiones hayan amainado: diferentes analistas apuntan que la guerra comercial y tecnológica podría volverse a recrudecerse a partir de noviembre.

En plan fanfarrón, el presidente de EEUU pregonó sus logros, el boom económico que vive su país y lo puso como ejemplo para el resto del planeta.

«EEUU, lo mejor de la Tierra»

Aireó ante el mundo que desde que empezó su mandato se han creado «12.000 nuevas fábricas y más de 7 millones de empleos» –datos que los analistas estiman como reales–, y aprovechó para lanzar una puya interna: «Y lo hemos conseguido a pesar de la Reserva Federal, que sube los tipos demasiado rápido y los baja demasiado despacio».

Donald Trump se mostró muy orgulloso porque EEUU es uno de los países que tiene «los impuestos más bajos del mundo». Se adjudicó el tanto de haber distribuido riqueza donde nada había llegado en los últimos cien años y reivindicó a los cuatro vientos que, hoy por hoy, no hay «un lugar mejor para vivir en la Tierra que EEUU», que presentó como un «modelo inspirador para el mundo, siempre favorable al trabajador, al ciudadano y a las familias».

Y concluyó con fanfarria reivindicando que «el sueño americano ha vuelto, más grande y mejor que nunca antes».

 

Davos, club de pirómanos que pretende apagar el incendio planetario que atiza diariamente

El manifiesto publicado por los organizadores del Foro Económico Mundial reunido en Davos glorifica el papel de las compañías multinacionales, librándolas de toda responsabilidad histórica en el agravamiento del calentamiento climático, en el aumento de las desigualdades y la evasión fiscal generalizada. Ese manifiesto de Davos 2020 tiene una sola función: exculpar a las multinacionales y al mundo de las finanzas de todo mal, excusar sus responsabilidades en los desastres actuales y presentarlas ante la opinión pública como legítimos actores para resolver los problemas y reparar los daños que ellas mismas han causado.

El jefe de la petrolera Total, Patrick Pouyanné, acaba de reconocer en víspera de la cita de las élites globales en los Alpes suizos lo que está claro a ojos de muchos: «Los accionistas de estas multinacionales quieren en primer lugar asegurarse los dividendos antes que cualquier otra consideración ecológica o democrática».

Leyendo dicho manifiesto, queda claro el intento de redefinir «el objetivo universal de la empresa» en el contexto de la «cuarta Revolución Industrial». Según reza en sus líneas, la gran empresa puede hacer todo y hará todo, sustituyendo si es necesario a los poderes públicos y a las regulaciones existentes o futuras. «Las empresas no solo deben responder a sus accionistas. Deben hacerlo igualmente a los demás actores, trabajadores, comunidades locales y sociedad en general». Y avanza que debe actuar también «en calidad de garante universal del medioambiente».

Pero por encima del cinismo, la realidad dice que suben los beneficios y dividendos de las grandes empresas, bajan sus trabajadores e impuestos y la ecología no es una prioridad.M. Z.