Iñaki Urdanibia
KOLABORAZIOA

El azar o necesidad: la muerte de Santi Coca

Acabo de leer en la prensa la noticia del informe de la autopsia de Santi Coca, fallecido tras recibir una brutal paliza que le llevó a ingresar en coma en la Residencia donostiarra; informe forense que ha tardado en aparecer prácticamente ocho meses. No seré yo, pobre de mí, quien discuta a los galenos, más aun dejándome guiar por la máxima de Spinoza: Non ridere, non lugere, neque detestari, sed intelligere (ni reír, ni llorar, ni denigrar, sino comprender). Sin embargo, hay algunas cuestiones que me resultan incomprensibles, y no por cuestiones de índole afectiva, que por supuesto las hay, sino por crujidos de la razón; y me explico.

Por una parte, está la desgracia de que el primer forense dejó el caso al tiempo que dejaba la vida. En las conversaciones mantenidas con él se podía constatar que todo daba por pensar que hubo un golpe decisivo, el primero, que produjo el coma (¿mero azar?) Más tarde, como digo, se dio un cambio de forense; no sé si uno o más.

Sin entrar en detalles, lo que se saca en claro de las informaciones facilitadas por los forenses a la prensa (o viceversa) es que no se puede decidir si el fallecimiento fue «natural» o provocado, si bien los golpes recibidos –según se dice– no fueron de tal entidad como para provocar la muerte. Vistas así las cosas, todo hace pensar que la muerte de Santi fue casual y no causal, al no poderse establecer una relación de causa/efecto entre los golpes y la muerte; queda la duda, al menos a un lego en la materia como yo, de que si fue «natural», cuál fue la causa: ¿un infarto? ¿un susto ante la agresividad de quienes se abalanzaban sobre él?... Entre la necesidad y el azar, parece que la causa es atribuible a lo segundo, dándose la fatal circunstancia de que se dio una relación de contigüidad o de mera sucesión entre lo uno (los golpes de la paliza, la caída y el posterior pateo) y lo otro (la muerte cerebral)... vamos que la parca pasaba por allá y a Santi le tocó su hora, pues sabido es, según se dice, que la dama de negro llegará como un ladrón… Visto así, uno se siente tentado a interpretar que la muerte de Santi fue, como la rosa de Angelus Silesius, sin porqué.

Si el azar como desencadenante es el aspecto que se destaca, resulta francamente curioso que a mediados de enero saliese una escueta noticia (?) en el DV que decía que «Los padres de uno de los investigados por su presunta participación en la muerte de Santi Coca, consideran ‘totalmente incierto’ que el caso esté ‘resuelto’ por el hecho de que hubiese testigos y cámaras de seguridad en la zona»; en fin, las palabras de los padres del investigado no tiene, desde luego, mayor relevancia, ya que en caso de resolverse algo será en el juicio que se celebrará en su momento. Además de una obviedad, sí que hay algunas cuestiones que, al menos a servidor, le llaman la atención: 1) que tal declaración se hiciese justo en el momento en el que el Ayuntamiento donostiarra decidiese presentarse como acusación popular (¿pura casualidad?), y 2) que o bien tales padres pretendían, como humano es, librar a su hijo de una posible condena añadiendo dudas, o bien que sabían más que los demás y, antes de la celebración del juicio ya presuponían el veredicto... no sé, tal vez todo esto también sea debido al azar.

Añadiré, para concluir que, siendo el menor fallecido menor de edad va contra cualquier principio de ética profesional con respecto a la privacidad debida, señalar el supuesto grado de etanol en sangre... dato que amén de, como digo, atentar contra la persona menor fallecida, puede suponer el desvío de la atención a cuestiones ajenas a la causa de la muerte... vamos digo yo.