A. LERTXUNDI
INFORME DE MSF SOBRE MIGRANTES EN CENTROAMÉRICA

ATRAPADOS ENTRE EEUU, MÉXICO Y LA VIOLENCIA EN SUS PAÍSES

Atrapados y sin salida. Esa es la realidad de los migrantes y solicitantes de asilo que emprenden la ruta migratoria hacia EEUU, según advierte MSF en un nuevo informe.

Estoy viajando para ayudar a mi abuela a vivir mejor. Yo soy de Tegucigalpa y ahí hay pocas oportunidades si no es con las pandillas y yo no quiero entrar en ese mundo. Quiero hacer las cosas bien, trabajar bien para ayudar a mi abuela y a mi hermano que tiene un hijo. Una vez que entras a las pandillas, ya no puedes salir. Las pandillas mataron a mi papá cuando tenía 7 años, a un tío cuando tenía 6 y a un primo cuando yo tenía 5». Es el testimonio de Carlos, hondureño atendido por Médicos Sin Fronteras (MSF) en Coatzacoalcos (México).

«Me fui por amenazas de las maras, porque no era capaz de pagar el impuesto de guerra. Uno de ellos quiso tener relaciones conmigo y yo me negué. Desde entonces no me sentía segura en la tienda, pues las maras te acosan», señala Rosa, hondureña entrevistada por la ONG en Piedras Negras.

«Debido a la inseguridad, tuvimos que dejar Honduras; allá no hay futuro para mi hijo. Las maras reclutan gente, los matan. La gente se muere a causa de las balas perdidas. A mi hijo lo molestaban, querían reclutarlo. Vive uno en un peligro constante. Me mataron a dos primos; se rehusaron a vender drogas y los mataron», recuerda desde Tabasco Juana, también hondureña.

Estos tres relatos forman parte del informe –titulado «Sin salida»– presentado recientemente por MSF en el que, tomando como base 480 entrevistas a migrantes y solicitantes de asilo centroamericanos de entre 15 y 66 años, aborda las consecuencias del endurecimiento de las políticas migratorias, especialmente por parte de EEUU y México, el desmantelamiento de medidas de protección como el asilo y el refugio, así como los efectos que la criminalización de la migración está teniendo para la población que huye del llamado Triángulo Norte de Centroamérica (TNCA), que comprende Honduras, Guatemala y El Salvador. 434 de los entrevistados son hombres, 37 mujeres y 9 transgénero. Los testimonios fueron recogidos por personal de MSF en México y El Salvador durante los años 2018 y 2019.

El impacto de las pandillas

De esos testimonios se desprenden, denuncia la ONG, «altos niveles de violencia, abuso y malos tratos sufridos por migrantes y refugiados en sus países de origen, a lo largo de la ruta migratoria y bajo custodia de las autoridades estadounidenses y mexicanas».

Advierte de que «los niveles de violencia en el Triángulo Norte de Centroamérica son comparables a los que se dan zonas de guerra» como Siria o Afganistán.

El 61,9% de los encuestados estuvieron expuestos a algún episodio violento durante los dos años anteriores a su salida de sus países de origen. Una de las formas de violencia más recurrentes son las amenazas personales que, en ocasiones, pueden acabar en muerte por romper alguna de las normas impuestas por la pandilla.

Las agresiones contra la población incluyen desde palizas con bates y garrotes hasta violencia sexual, tortura y homicidio. Los niños y adolescentes viven expuestos a dinámicas ligadas a agresiones y muertes violentas, «lo que les puede llevar a reproducir formas de comportamiento hostil desde edades tempranas. En ocasiones, la desestructuración social y familiar les lleva a ver a las pandillas como única salida. Estas atraen a los niños desde muy pequeños, protegiéndolos o facilitándoles recursos y reconocimiento. Cuando son adolescentes dejan que ‘caminen con ellos’ y luego los obligan a integrarse en la banda y, si no lo hacen, los amenazan y agreden».

MSF ha constatado también la naturalización de la violencia machista y de género tanto en las comunidades como en las dinámicas internas de las propias maras.

«Los pandilleros ostentan un símbolo de poder y protección que define cómo sus miembros se relacionan con niñas, adolescentes y mujeres jóvenes y vulnerables, que entran en círculos de control a manos de la pareja o del grupo. Se alcanza una cosificación extrema de la mujer, no solo como objeto sexual, sino como propiedad en el sentido más amplio. Esta relación se mantiene aun cuando la pareja está en la cárcel o ha fallecido y puede significar para la mujer limitación de movimientos y de toma de decisión en todos los ámbitos».

Resulta impactante el testimonio de uno de los sicólogos de MSF en El Salvador: «Nos llegan casos de adolescentes violadas en repetidas ocasiones por pandilleros. Las vigilan constantemente. Las víctimas llegan a la consulta con cuadros de ansiedad. Refieren no poder dormir. Algunas logran huir con su familia, aunque conocemos casos donde las pandillas han logrado encontrarlos y los han amenazado. Las pandillas llegan a dejar cuerpos desmembrados para intimidar a quien acoge a familias desplazadas».

Estas realidades conllevan desplazamientos internos y a ver la huida como «única solución», aunque suponga un largo ciclo de salidas, deportaciones y nuevos intentos. El 52,3% de los migrantes entrevistados en México relataron que habían realizado uno o varios intentos con anterioridad y el 82% fueron deportados al menos una vez

«Tenemos claro que muchos de nuestros pacientes huyen desesperadamente de la violencia en sus países de origen. Necesitan protección, asistencia y la oportunidad de poder solicitar asilo. En vez de esto, se enfrentan a más violencia en la ruta migratoria y se les prohíbe la estancia en los países donde podrían estar a salvo. Quedan atrapados y sin ninguna posibilidad de acceder a mecanismos de protección», remarcó Sergio Martin, coordinador general de proyectos de MSF en México en la presentación oficial del informe en la capital azteca.

Una nueva pesadilla

Su sueño de una vida libre de violencia se ve truncado desde el mismo comienzo de la ruta migratoria, cada vez más peligrosa, y a la situación de inseguridad en México, donde solo en 2018 se registraron 35.964 homicidios, mientras que la cifra de desaparecidos –la última actualización corresponde a enero de este año– asciende a 61.000.

En la ciudad fronteriza de Nuevo Laredo, equipos de MSF han presenciado secuestros en la misma puerta del albergue de migrantes y en las estaciones de autobús.

«Las dinámicas son similares: los criminales los identifican en la terminal de autobús, los llevan a una ‘casa de seguridad’, buscan en su teléfono números de EEUU y los extorsionan para que la persona de fuera pague un rescate. A algunos los golpean. Sufren amenazas de muerte y la retención suele durar un par de días aunque no den dinero. Luego los depositan en el albergue más cercano», dice Emilio, sicólogo de MSF en Tamaulipas.

La violencia sexual es una realidad recurrente. «Tres hombres nos abordaron, nos robaron todo. Sometieron a todos los que veníamos. Luego me separaron del grupo y me desnudaron frente a mi esposo y mi hijo. Los tres abusaron de mí. No les importó que estuviera mi hijo. Cuando llegamos al albergue y escuché la plática de MSF sobre los abusos sexuales en la ruta, me acerqué a la doctora. Me dieron atención sicológica y médica para prevenir enfermedades. No me esperaba que fuera a pasar esto. Si lo hubiera sabido, nunca hubiera venido. Este camino no es fácil. Muchas cosas pasan por aquí. Hombres y mujeres peligran, muchos han muerto», relata Ana Paula, hondureña. Vive en Tenosigue, en Tabasco.

Todo ello tiene un fuerte impacto en la salud mental de los migrantes. «En la zona sur solemos ver pacientes en su mayoría de origen centroamericano. No se ven casi mexicanos desplazados ni extracontinentales. La atención sicológica requerida es por tanto muy diferente. No lo quieren socializar, porque saben que la otra gente no lo quiere oír. Usan la evitación como mecanismo para poder alcanzar su meta, cruzar. El nivel de afectación en nuestros pacientes en el norte es muchísimo más alto. La gente que consigue llegar suele estar perdida y desorientada. Les ocurren cosas que no se podían llegar a imaginar. La mitad de los pacientes que tratamos han pasado por una experiencia fuerte como secuestros y amenazas con armas de fuego. Algunos han sufrido separación familiar o grupal, miembros que se quedan atrás porque los secuestran. Los obstáculos físicos para entrar a EEUU son algo que se da por hecho. Pero lo que les sorprende es la violencia que experimentan en México. Lo que les cuentan antes del viaje no es para nada comparado con lo que sufren en la ruta. Empiezan por ver desde el tren, en el suelo, los huesos de la gente que se quedó», destaca otra de las sicólogas en Coatzacoalcos.

Mientras que en México se han intensificado los controles, detenciones y deportaciones, en Estados Unidos, la actual Administración utiliza «una retórica populista y xenófoba para criminalizar a migrantes y solicitantes de asilo y justificar la aplicación de políticas basadas en la persecución».

En abril de 2018, el entonces fiscal general Jeff Sessions anunció una «política de tolerancia cero». En junio de ese año, la Fiscalía General eliminó la «violencia de las pandillas» y la «violencia doméstica» como motivos de asilo en EEUU, calificándolas de «actividad criminal privada».

«El bloqueo a la obtención de asilo y la devolución de la población a lugares donde su vida está en riesgo han agravado la crisis humanitaria en la región. EEUU y México tienen que incorporar la dimensión personal a la hora de diseñar las políticas migratorias, garantizando que las víctimas de la violencia tengan acceso a asistencia humanitaria, servicios de salud y protección. Todas las personas, independientemente de su estatus legal, merecen ser tratadas con dignidad», resalta Marc Bosch, coordinador de MSF en América Latina.

A modo de recomendación, el informe insta a los gobiernos de la región a «poner a las personas en el centro de las políticas migratorias y asegurar a las víctimas de violencia, el acceso a la asistencia humanitaria, los servicios de salud y protección». A EEUU y México les emplaza a poner fin a las detenciones de solicitantes de asilo, personas vulnerables y menores de edad no acompañados y a evitar las separaciones familiares en todas las circunstancias. En concreto al Gobierno estadounidense le pide «dejar de considerar de facto a México y cualquier otro país del TNCA como tercer país seguro.