GARA
BAGDAD

Más ataques a EEUU en Irak disparan el temor a la guerra

Por segunda vez en esta semana, Camp Taji, base de EEUU y de su coalición internacional, situada al norte de Bagdad, fue bombardeada el viernes hiriendo a tres soldados estadounidenses. El anterior ataque, que dejó tres víctimas estadounidenses y británicas, provocó una intensa campaña de bombardeos contra supuestas bases de la milicia chií Kata'ib Hezbollah que, en las próximas horas, podrían repetirse, desatando una espiral de violencia descontrolada.

Con la pandemia del coronavirus copando la atención mundial, es fácil olvidar que EEUU e Irán están técnicamente –además de en estado de emergencia por razones de salud pública– en estado de guerra, en un peligrosísimo juego del gato y el ratón en el que se intercambian golpes en forma de ataques con cohetes y bombardeos. Semanas después de que EEUU matara en un ataque con drones al general jefe de la Fuerza Quds, el brazo de operaciones especiales exteriores de Irán, Qassem Suleimani, junto con Abu Mahdi al-Muhandis, comandante militar de las Fuerzas de Movilización Popular iraquíes, y de que Teherán replicara con un masivo ataque con misiles balísticos contra las bases estadounidenses de Al-Asad y Erbil, la tensión sigue aumentando y podría descontrolarse en cualquier momento.

Ayer transcendió la noticia de un nuevo ataque con cohetes contra la base de EEUU Camp Taji, situada al norte Bagdad, que había sido bombardeada tres días antes matando a un soldado y un mercenario de EEUU y a una soldado británica y dejando más de una docena de heridos, cinco de ellos en estado crítico. Aunque a la hora de redactar estas líneas no había información sobre víctimas, fuentes militares iraquíes presentes en la base hablaron de tres soldados estadounidenses y dos iraquíes heridos, y de significativos daños materiales provocados por al menos diez impactos de cohetes en el interior de las instalaciones.

Aunque no había reivindicación oficial, fuentes de la Inteligencia estadounidense no dudaron en atribuir la acción a la milicia chií Kata'ib Hezbollah, que es apoyada por Teherán y fue dirigida por el citado comandante Al-Muhandis. Al parecer, los duros bombardeos que sufrió por parte de EEUU y de Gran Bretaña la noche del viernes en represalia al primer ataque contra Camp Taji no hicieron mella en su determinación de venganza. Inmediatamente después, el Pentágono declaró que «todas las opciones están encima de la mesa», sugiriendo la posibilidad de nuevos ataques en la región.

Bagdad, entre dos aguas

Las autoridades iraquíes se encuentran atrapadas entre dos fuegos. Muchos de los oficiales de su Ejército ven a Kata'ib Hezbollah como una extensión de las fuerzas nacionales y, de facto, comparten bases y logística, como demuestra el hecho de que en los bombardeos de EEUU contra la milicia chií las víctimas fueran soldados y policías iraquíes. Bagdad llamó a los embajadores de EEUU y Gran Bretaña para protestar por los ataques y anunció «consecuencias» por lo que consideró una violación de su soberanía nacional y «asesinatos selectivos» de fuerzas armadas regulares del país.

Pero al Pentágono no parece importarle mucho. El general Frank McKenzie, jefe de las fuerzas de EEUU en la región, manifestó que «los lugares que bombardeamos son posiciones claras, bases terroristas. Si las fuerzas iraquíes están allí, diría que no es una buena idea posicionarte junto con Kata'ib Hezbollah tras un ataque que mató americanos y miembros de la coalición».

Mientras tanto, en contra de la opinión de Bagdad, EEUU está llevando a Irak sistemas de defensa antiaérea Patriot para hacer frente a potenciales ataques con misiles balísticos de Irán. La noticia llega cuando la máxima preocupación de Teherán es combatir la epidemia del Covid-19, que está golpeando duramente al país.

Esta espiral de ataques y contraataques llega en un momento de gran crisis política en Irak. Tras meses de movilizaciones antigubernamentales, contra políticos «corruptos e ineptos», muy masivas en Bagdad y en el sur chií, y que según los activistas tuvo que hacer frente a una campaña de desapariciones y ejecuciones, el primer ministro, Adel Abdel Mahdi, presentó su dimisión. Las protestas, que ahora incluyen la reivindicación de librar a Irak de convertirse en el campo de batalla de una guerra entre EEUU e Irán, han disminuido, pero la parálisis política se mantiene al ser imposible para las diferentes facciones políticas la elección de un nuevo primer ministro.