Beñat ZALDUA
DONOSTIA
CRISIS DEL CORONAVIRUS

Un fallecido por hora y, pese a ello, un indicio positivo en la evolución

El día en el que se alargó el estado de alarma murieron en Euskal Herria 24 personas, una por hora. Pese a esa cifra, la evolución de los últimos tres días abre un pequeño espacio al optimismo. Mientras, se mantiene el debate sobre la actividad laboral y la OMS advierte: el tiempo de confinamiento depende de lo que los países hacen mientras dura.

¿Puede un gráfico asustar y esperanzar al mismo tiempo? Puede. La infografía que acompaña este texto refleja a partes iguales el drama presente y la esperanza futura. Entre el martes y el miércoles, fallecieron en Euskal Herria 24 personas con coronavirus, una por hora; el saldo se eleva ya a las 189, por lo que es previsible que hoy supere los dos centenares. Con todo, hay una puerta abierta al optimismo, aunque deberá confirmarse en los próximos días: la ratio de fallecidos por cada millón de habitantes sigue creciendo, pero ya no lo hace de un modo exponencial, sino más mantenido. Lo hace a un ritmo menor que el que se registra en el Estado español. De hecho, ayer fue el primer día en el que la ratio del Estado superó a la de Euskal Herria.

En la infografía se recoge la evolución de fallecidos por cada millón de habitantes en tierras vascas, en el Estado español, Italia y la provincia china de Hubei, origen de la pandemia. Las curvas tienen diferente longitud porque se contabilizan los días transcurridos desde el primer caso detectado –menos en el caso de Hubei, que arranca el 22 de enero, ya con 17 fallecidos–. El objetivo es observar a qué velocidad crece la ratio de decesos.

En Euskal Herria el crecimiento ha sido meteórico. Desde que se registró el primer fallecido, un lejano 4 de marzo, apenas se ha tardado 21 días en alcanzar los 60 muertos por millón de habitantes. Para hacernos una idea, en Italia se tardó 28 días. En el Estado español, 22. Sin embargo, en los últimos tres días, el crecimiento ha dejado de dispararse. La curva sigue creciendo, pero no lo hace en vertical, sino en diagonal, a diferencia del Estado español, que sigue acelerando día a día. Un ejemplo: en Euskal Herria se ha tardado cuatro días en pasar de los 30 fallecidos por millón a más de 60. En el Estado solo han sido necesarios tres días. Y es que las cifras de Madrid asustan. Ayer fue la primera jornada en que los fallecidos en el Estado español (738) superaron a los registrados en Italia (683).

En Euskal Herria está por ver si la evolución se mantiene y la curva empieza a horizontalizarse en los próximos días –habrá que esperar hasta la semana que viene para sacar conclusiones más tajantes–, o si, simplemente, es la comparación con el Estado la que resulta favorecedora. La estabilización, en cualquier caso, tardará en llegar.

Al menos así cabe deducirlo de la línea que dibuja Hubei. Su caso sirve para ver de qué se habla cuando se habla de doblegar la curva. China cerró Wuhan, capital de Hubei, el 21 de enero, pero la ratio de fallecidos siguió creciendo durante un mes, aunque a un ritmo mucho menor al registrado en Italia, el Estado español y Euskal Herria. Pasado un mes, más o menos, la curva fue aplanándose, y en la última quincena apenas ha crecido. Con otros números: Hubei tardó 21 días en alcanzar los 1.000 fallecidos, ocho días en subir a los 2.000 y 19 en llegar a los 3.000. Ahí está el cambio de tendencia.

¿Hasta cuándo?

Es la pregunta que empieza a pesar en cabezas y hogares. Estamos en el decimosegundo día de estado alerta y cada jornada no es solo una más, sino que trae consigo la carga de los días previos. En GARA se inauguró ayer un consultorio en el que el sicólogo Igor Fernández –colaborador habitual de Zazpika– irá contestando a las preguntas, preocupaciones, urgencias y ansiedades que los lectores envíen. Por otro lado, en NAIZ se emite desde ayer una sesión diaria de yoga para la cuarentena a cargo de Mikel Troitiño. Todo cuidado va a ser poco para tratar de salir de esto con cuantas menos secuelas sea posible.

Porque aunque no se sabe hasta cuándo durará el confinamiento, sabemos ya que el estado de alarma se alargará al menos hasta el 11 de abril. Como mínimo. Así lo votaron ayer en el Congreso de los Diputados –lean a Iñaki Iriondo–, donde al margen de polémicas y sobreactuaciones estériles, se plantearon debates razonables que llevan días encima de la mesa –y seguirán–. Un ejemplo es el de la de la producción, sobre todo industrial, que sigue parcialmente en marcha pese a la cascada de ERTE que no cesa. La mayoría sindical vasca ya ha convocado protestas para mañana.

En Hubei, con una ratio de fallecidos mucho menor y la mayoría de la producción paralizada, la cuarentena se ha alargado durante más de dos meses. En Italia se resistieron, pero finalmente han parado.

Sin imponer medidas más restrictivas en el ámbito laboral, cabe preguntarse hasta cuándo serán necesarias aquí medidas como el confinamiento y el distanciamiento social. Cabe preguntarse, igualmente, cuánto podrían acortarse estas medidas si la paralización de la vida se extendiese a los centros de trabajo, y cuánto aligeraría eso la carga de unos profesionales sanitarios que se están dejando la piel en duras condiciones. Lean al respecto el reportaje de Ibai Azparren.

Había estrategias alternativas menos autoritarias que implicaban un confinamiento global menor, desde la coreana a la alemana, países en los que han combinado los test masivos con la detección y aislamiento temprano de los casos sospechosos –en Alemania se han detectado 31.554 casos, siete veces más que en Euskal Herria, y «solo» han fallecido 149 personas–. También había opciones con menos test pero mayor prevención, como Cuba, que tiene aisladas a más de 1.000 personas aunque los casos confirmados son apenas una cincuentena; habla de ello Iker Bizkarguenaga.

Pero el tiempo para estas opciones pasó, por lo que sería absurdo insistir en lo que pudo ser y no fue. Tiempo habrá para aprender de los errores y de la falta de experiencia. No se olvide tampoco que si Corea del Sur estaba tan preparada es en gran medida porque ya pasó un susto parecido hace unos pocos años con el SARS.

Lo que cabe preguntar es qué van a hacer los gobiernos con el tiempo que, en palabras del director general de la OMS, Tedros Adhanom, les han regalado sus ciudadanos con el confinamiento: «Entendemos que estos países están evaluando cuándo y cómo flexibilizar estas medidas (de confinamiento): la respuesta depende de lo que hagan mientras están en vigor estas medidas. Pedir a la gente que se quede en casa supone comprar dinero y reducir la presión sobre los sistemas de salud, pero por si solas, estas medidas no extinguen epidemias».