EDITORIALA
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El parón inquieta, sobre todo, a los trabajadores

El Departamento de Trabajo de EEUU informó ayer de que más de tres millones de personas solicitaron acogerse a la prestación por desempleo durante la pasada semana. Una cantidad diez veces mayor a la de la semana anterior, cuando apenas llegaron a trescientas mil. Algunos analistas apuntan que conviene considerar esa cifra como una aproximación al desempleo total por lo bajo, toda vez que muchos trabajadores autónomos o con trabajos informales no tienen derecho a prestación. Asimismo, señalan que muchas solicitudes han podido quedarse sin registrar debido al colapso que ha sufrido el servicio de empleo.

El dato dibuja un crecimiento de la curva de desempleo completamente vertical que conviene tomar con cierta cautela. Estas cifras reflejan básicamente el efecto de las medidas que las autoridades estadounidense han ido tomando para detener la expansión de la pandemia provocada por el coronavirus. Las restricciones, cierres y, finalmente, el confinamiento de la población han provocado un parón en la actividad económica que se ha traducido en una caída espectacular del empleo en apenas una semana. No se trata, por tanto, de la típica recesión económica en la que las empresas van cayendo en una situación cada vez más difícil hasta que al final deciden cerrar, y correlativamente el desempleo va aumentando lentamente durante un largo periodo. En definitiva, esos datos dicen mucho más sobre las medidas de confinamiento tomadas que sobre la situación económica subyacente.

Es muy probable que si las disposiciones adoptadas duran poco, el empleo se recupere también con la misma rapidez. Sin embargo, si la pausa se alarga, el efecto en el tejido productivo puede ser considerable. Una circunstancia que sí preocupa a los trabajadores –el horizonte es el paro–, pero no parece preocupar a las empresas. Ayer Endesa tranquilizó a sus accionistas reafirmando que pagará el dividendo asumido, a pesar de las circunstancias.