Dabid LAZKANOITURBURU

Washington y sus fieles en Kosovo hacen caer al incipiente Gobierno

El Gobierno de coalición de Kosovo no ha durado ni dos meses, tras perder el miércoles una moción de confianza en el Parlamento de Pristina. Punto culminante de unas luchas intestinas en las que asoma la larga mano de Washington y que privan al país de dirección en plena pandemia del coronavirus.

El Gobierno del primer ministro kosovar y líder del partido anti-injerencista Vetevendosje (Autodeterminación), Albin Kurti, perdió tras 12 horas de debate en la noche del miércoles una cuestión de confianza por 82 votos a 32.

La moción de censura, la primera en la historia del joven país, fue presentada por su efímero aliado, la conservadora LDK, en protesta por la destitución del titular de Interior, Agim Veliu, que había apoyado el decreto de estado de emergencia ante el coronavirus promulgado por el presidente, Hashim Thaçi.

El PDK, la formación de Thaçi, rival de Kurti, sufrió un duro varapalo en las elecciones de octubre. Liderada por antiguos mandos de la guerrilla UÇK, pasó de primera fuerza al ostracismo, pero su líder no dejará la Presidencia del país hasta 2021.

El Ejecutivo criticó esa medida por «innecesaria» y «extrema» (71 casos y un fallecido por coronavirus). Pero, sobre todo, ve en la declaración de estado de emergencia una maniobra para que Thaçi, conocido con el sobrenombre de «Serpiente» durante la guerra de Kosovo, asuma poderes más allá del rol puramente ceremonial y simbólico de la Jefatura del Estado.

Asunción de poderes tras la que Vetevendosje, formación soberanista y crítica con la injerencia extranjera, denuncia un plan para un intercambio de territorios con Serbia.

La larga mano de EEUU

El proyecto supondría la modificación de las fronteras de Kosovo con Serbia, que sigue sin reconocer la independencia del enclave. El territorio al norte del río Ibar, poblado mayoritariamente por serbios, pasaría a control de Belgrado, mientras que el valle de Presevo, habitado mayormente por albaneses y situado al sur de Serbia, pasaría a formar parte de Kosovo.

La propuesta, apuntada a finales de 2018 en unas negociaciones bajo mediación austríaca, es abiertamente apoyada por EEUU, cuyo nuevo emisario, recientemente nombrado por el presidente Donald Trump, mantiene a Thaçi como interlocutor.

El hasta ayer primer ministro, Kurti, se opone radicalmente a ese intercambio y se niega a plegarse a las exigencias de Washington para que levante las tasas aduaneras del 100% a los productos serbios en respuesta a la ofensiva de Belgrado contra el reconocimiento internacional de Kosovo como país.

El embajador de EEUU apoyó abiertamente la moción de censura; no así la UE, que urgió sin éxito a que no se registrara la votación. Los europeos, que apuestan a su vez por la normalización de las relaciones serbio-kosovares, no ven clara la cuestión del intercambio de territorios –en un escenario tan abigarrado como el balcánico–. La canciller alemana, Angela Merkel, rechaza esa solución.

Mientras Vetevendosje denuncia una maniobra política para apearle del poder con EEUU, el presidente Thaçi y sectores del LDK completando el triángulo, la gente no oculta su indignación y muchos realizaron una cacerolada de protesta por esta enésima crisis política mientras los servicios sanitarios del país sufren una grave penuria para afrontar el virus.

«La pandemia de la política»

«La pandemia más peligrosa para Kosovo es la política. «¡Iros todos al infierno!», rezaba una pancarta que un manifestante desplegó frente al Parlamento.

El Gobierno kosovar tomó posesión en febrero tras meses de negociaciones entre dos formaciones antagónicas, pero con la promesa de poner fin a la corrupción de las élites del país.

El presidente Thaçi puede encargar a su rival Kurti que trate de formar nuevo Ejecutivo o pedírselo al LDK, que desde la independencia de Kosovo ha gobernado en coalición con el PDK. Kosovo es escenario habitual de sobresaltos políticos. Al punto de que ningún Gobierno ha apurado todo el mandato.

Muchos kosovares tienen la impresión de ser puras marionetas en medio de disputas políticas a varias bandas.