Aritz INTXUSTA
IRUÑEA

El cariño importa en un momento crítico para las residencias

Araba, Bizkaia, Gipuzkoa y Nafarroa han habilitado centros para separar a los ancianos sanos de los enfermos. El virus ha mostrado su letalidad en Gasteiz y Nafarroa y esta segregación se ve necesaria. Pero estas decisiones no son excusa para descuidar el contacto con las familias, pues los ancianos y sus familias necesitan sentir ahora seguridad.

«En esta situación necesitamos saber de los nuestros, cariño, sentirnos cuidados. Eso nos aporta mucha seguridad», explica Ana López Scaloni. Esta sicóloga trabaja en una residencia de ancianos de Tafalla. Como todos los profesionales de estos centros, ha tenido que reinventar su forma de trabajo desde que llegó la epidemia. Las medidas de seguridad obligaron a cortar de cuajo las visitas, con lo que los ancianos perdieron este contacto con el exterior que necesitaban. Afortunadamente, existe una herramienta para transmitir todo eso que necesitan los residentes: «Desde que comenzó esto, prácticamente mi cometido principal es organizar videollamadas».

Las videollamadas son –prosigue López Scaloni– lo adecuado para quienes mantienen la habilidad comunicativa. Cuando el residente la ha perdido, trabajan con vídeos. Parece sencillo, pero requiere esfuerzo y voluntad. En esa residencia hay 95 usuarios y algunos tienen cuatro hijos. Todos quieren hablar y verse.

El coronavirus ha traído confinamiento e incertidumbre a uno y otro lado de los muros de las residencias. Sin visitas, la tele se ha convertido en la principal ventana al mundo exterior para los internos y para las familias confinadas en sus propias viviendas. La imagen no resulta tranquilizadora.

«Hay que insistir en que ellos deben de fijarse en lo que están viviendo, no en la tele. Dentro de la residencia hay unas circunstancias, afuera hay otras», insiste la sicóloga.

En la residencia de López Scaloni no ha habido casos de coronavirus. Aun así, sí que se han adoptado medidas para que haya más distancia entre los residentes y se lleva un estricto control de la temperatura temporal par una detección precoz. No todos los centros están así de bien.

La pesadilla de tenerlo dentro

A apenas unos 10 kilómetros de allí, en Barasoain, la situación e crítica. Rita Roldán, alcaldesa del pueblo y presidenta del patronato que gestiona el Hogar Santa Elena de 24 plazas, se muestra esquiva. El virus se les metió dentro y se habla en la localidad de seis fallecidos o más desde que llegó la epidemia. Hasta este viernes, en Nafarroa se han contabilizado siete decesos de personas que vivían en residencias de ancianos. «No sé si han muerto cuatro, seis, ocho o diez. El dato lo tendrían que decir las familias, no yo».

Los que han fallecido eran muy dependientes, nonagenarios en su mayoría, remarca Roldán. «Teníamos ancianos que sobreviven por la medicación. Si entra un virus así... se los lleva como el agua», afirma la alcaldesa. Roldán subraya que ahora hay muchas personas peleando a brazo partido. Se trata de voluntarios y nuevas contrataciones que suplen a los cuidadores que también han dado positivo de Covid-19. Entre estos infectado se encuentra la directora de la residencia.

Roldán no entra al detalle del protocolo de seguridad que se ha establecido, aunque sí que demanda una enfermera permanente que Salud no le envía, A pesar del mutismo, es imposible contener la información dentro del centro. Para los ancianos que han desarrollado fiebre y síntomas de la enfermeda, se ha habilitado un ala del Hogar Santa Elena. Allá solo entra una cuidadora y una enfermera. Según ha podido saber este periódico, a algunos ancianos ni siquiera se les ha trasladado a la UCI debido a su avanzada edad. Han muerto allí.

La UME acudió a fumigar este centro inicios de semana, pero según detalla Roldán solo se desinfectaron las zonas comunes: «En las habitaciones no puede entrar». A día de hoy, los residentes que no presentan síntomas de esta residencia están recluidos en sus habitaciones.

Este caso no es único. En Gasteiz, el virus se coló la residencia de Sanitas en San Martín antes del estado de alarma. La cuarentena en el centro se decretó el 8 de marzo. Diez días después, se daba la noticia del fallecimiento de ocho residentes.

Es importante remarcar, no obstante, que enfermar de Covid-19 no supone una sentencia de muerte para una persona mayor. Muchos se recuperan. Depende del grado de deterioro. Cuatro de los ancianos contagiados en el centro de Sanitas han vencido al virus a lo largo de la última semana.

Centros para acoger enfermos

Evitar que el virus se cuele es, lógicamente, el reto principal. Los trabajadores de la residencia San Jerónimo de Lizarra tomaron la decisión de recluirse dentro del centro junto con los ancianos para así minimizar el riesgo. Pero este es un caso único. Ahora se está en otra fase y los planes de contingencia están dirigidos a establecer el máximo de separación entre enfermos y los sanos. Y lo que se ha decidido es llevarse a los contagiados enfermos a otra parte.

En Sarriguren se ha habilitado una residencia Félix para pacientes con Covid-19, el Gobierno navarro comenzará con los traslados esta semana. Eso implicará que los actuales residentes en el centro de Sarriguren sean trasladados a un hotel de Iruñea. En Gipuzkoa, donde tan solo ha habido un fallecido, van bastante más adelantados y ya mantienen activo un centro así.

María Beloki, responsable de comunicación de la Diputación, explica que ya hay 12 ancianos en el centro de la Cruz Roja de la calle Matia. «Lo elegimos porque antiguamente fue un hospital y por eso era lo más adecuado». En Araba, por su parte, el lugar elegido es Igarko, un centro que hasta ahora funcionaba como clínica y centro de paliativos. En Bilbo, a su vez, el centro será uno de los referenciales, Birjinetxe, que también está adaptado para tareas sanitarias.

El argumento que están dando las administraciones para justificar estos traslados (más allá del obvio de atajar la posibilidad de contagio) es doble y a su vez contradictorio. Por un lado se dice que es para ancianos que no requieran hospitalización, y por otro, para descongestionar hospitales. El correr de los días acabará determinando si son verdaderamente centros de recuperación o si se articulan dentro de ellos lazaretos para casos sin solución. O, también, que estos centros se compatibilicen con subdivisiones dentro de las residencias que así lo permitan, como en Barasoain.

Angustia entre los familiares

Mientras todo esto sucede, en este periódico se han recibido decenas de mensajes de familiares muy preocupados. Hay quejas de falta de información después de que cortaran las visitas. La reclusión en habitaciones de personas que no se valen por sí mismas genera angustia. Las familias quieren saber cuánto están encamados, si los levantan, si comen, si tienen miedo. Por ello denuncian una opacidad que resulta llamativamente grave en centros públicos de Bizkaia. Muchos de estos familiares se quejan de que no saben de los suyos si no llaman al centro.

Al realizar este artículo, esta opacidad ha resultado evidente. Varios centros se han negado a hablar. De ahí que se haya decidido arrancar la información incidiendo en la importancia del contacto y la transparencia. Porque, como explica López Scaloni, ahora los ancianos y sus familias necesitan saber de los suyos, cariño y sentirse cuidados. Es un esfuerzo importante y exigible en estos días difíciles.