Iñaki IRIONDO

Urkullu y el PNV van por tercera vez tarde y además insultando a quienes dan ideas

Primero fue la catástrofe de Zaldibar, luego la suspensión de elecciones y finalmente el parón laboral; Iñigo Urkullu y el PNV han llegado tarde a los tres últimos retos de país, y además insultando.

El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, ha impuesto durante quince días en todo el Estado el «coma económico» que con un discurso apocalíptico el lehendakari, Iñigo Urkullu, no ha parado de criticar hasta la fecha. Para ello ha aprovechado cualquier circunstancia. En una rueda de prensa reciente le preguntaron si creía que un mayor confinamiento podría acarrear desabastecimiento de alimentos y respondió que «mientras alguien no decida el cierre total de la economía, no».

La cuestión es que nadie estaba ni está hablando del «cierre total de la economía», sino que lo que EH Bildu y la mayoría sindical vasca han estado pidiendo durante las últimas semanas es precisamente lo que ha anunciado Sánchez desde la Moncloa.

Justo ayer, uno de los pilares del EBB, Koldo Mediavilla, publicó un artículo para atacar a esos grupos, sobre esa falsedad de que «hay quienes preconizan la parálisis total» y les preguntaba si hay que «¿evitar el suministro de gas, de electricidad, de agua? ¿Detener las obras, los trabajos públicos? ¿También en el vertedero de Zaldibar?». El PNV conoce que eso no es lo que proponen, pero necesita crear una ficción catastrofista para criticar que «casualmente, quienes proponen la eliminación de toda la actividad industrial son quienes defienden un cambio de modelo económico. Sindicatos y partidos instalados en la confrontación, que reclaman el cierre total de la actividad productiva para, a renglón seguido, exigir de las autoridades gubernamentales el amparo, la protección y el subsidio si fuera preciso, de todo el personal parado. Demagogos reivindicativos que sólo hablan de ‘derechos’ y jamás de ‘deberes’. ¿Parar los abastecimientos?».

Hay quien pretende hacer creer que a esta cuestión no se le pueden aplicar criterios ideológicos, como si cualquier decisión política y sobre todo económica no los tuviera, pero no puede ser casualidad que en esta materia o en la huelga del Metal de Bizkaia, por ejemplo, la posición del Gobierno de Urkullu coincida siempre con la de Confebak y Cebek.

No es la primera vez que en esta emergencia sanitaria el lehendakari queda en evidencia ante las decisiones que justo después toma el Gobierno español. El pasado 14 de marzo, Iñigo Urkullu, en calidad de «director único del Plan de Protección Civil de Euskadi», anunciaba el cierre de los centros de día para mayores, las restricciones de visitas en las residencias y el «cese de cualquier tipo de actividad en museos, salas de exposiciones, establecimientos de hostelería, locales de juego, txokos o sociedades gastronómicas, centros de culto». Pocas horas después, como ahora, Pedro Sánchez le pasaba por encima y establecía el confinamiento de la ciudadanía en sus casas.

Con el Parlamento disuelto por una cita electoral ahora inexistente, hay grupos como EH Bildu que solicitan la activación de la Diputación Permanente como órgano de control del Ejecutivo y de búsqueda de acuerdos y consensos. Pero ahora que la organización de las ruedas de prensa impide a los periodistas repreguntar a los gobernantes, estos también huyen del contrapeso parlamentario.

De nuevo, en tono insultante, lo subrayaba el burukide Koldo Mediavilla en su artículo, criticando que sus imaginarios enemigos quisieran «suspender cualquier acción, salvo la de la Diputación Permanente del Parlamento, donde los apóstoles de la progresía mal entendida pretenden incentivar semanalmente el control al Gobierno. O en las Juntas Generales, donde los partidos de la oposición siguen reclamando comisiones permanentes en las que marcar el paso de los ejecutivos forales durante la crisis. Hay que tener poca vergüenza para exigir una cosa y la contraria según interese. ¡Cuánta irresponsabilidad gratuita!», concluía el influyente jeltzale.

La soberbia se ha apoderado de las respuestas de Iñigo Urkullu y el PNV en cuestiones que de por sí son muy delicadas. El lehendakari contestó con arrogancia cuando se le preguntó si no había sentido la necesidad de visitar el vertedero de Zaldibar donde estaban enterrados dos trabajadores. Dijo no querer «ir por ir» a los sitios, pero luego no solo lo hizo, sino que sus canales oficiales filtraron incluso citas con familiares.

La familia de Joaquín Beltrán hizo un comunicado que es un escándalo. Tras ver que el «lehendakari había faltado a la palabra» de no dar cuenta del encuentro y decidir abandonar la cita, «la familia hubo de escuchar al Director de Comunicación del Gobierno Vasco, Julián Beloki, advirtiendo ‘mucho cuidado con todo lo que decís en los medios de comunicación’ y al lehendakari Urkullu rematar con que ‘la Administración no tiene ninguna responsabilidad en lo sucedido. La responsabilidad es de Verter Recycling y de Excavaciones y Construcciones Joaquín Beltrán’».

Y hay que recordar que, cuando ya se habían suspendido las clases, el portavoz del Gobierno aseguró que la suspensión de las elecciones «no ha estado sobre la mesa». También a esa decisión Urkullu llegó tarde, cuando otros ya habían suspendido su campaña. Cabe dudar de que el inquilino de Ajuria Enea lo haya hecho también, viendo tanto desplazamiento en días de confinamiento para hacerse fotos, de esos de ir por ir.