Arantxa MANTEROLA
BAIONA

Dianas del sistema judicial y carcelario más vengativo

La situación de los cuatro militantes vascos Jakes Esnal, Ion Kepa Parot, Frederic Xistor Haranburu y Unai Parot, que cumplen 30 años encarcelados, es el claro reflejo de que la maquinaria de los estados sigue rigiéndose, mayormente, por criterios de venganza y castigo. Aun proclamándose democráticos, los estados español y francés han dejado en segundo plano la justicia y la humanidad a la hora de abordar casos relacionados con la disidencia política.

Transcurridas tres décadas, lo menos que puede decirse en lo que respecta a Unai Parot es que la pena de cárcel a la que fue condenado no se ha limitado a la privación de libertad.

Las numerosas agresiones, tanto por parte de funcionarios, policías o guardias civiles como también de algunos presos comunes, al igual que los crueles trances a los que ha tenido que enfrentarse (aislamiento extremo, cambio incesante de cárceles, obstáculos para poder abastecerse en el economato, denegación de visitas, objetivo del GAL carcelario en 1991…), corroboran que ha sido objeto de un ensañamiento especial.

La lista de prisiones por las que ha pasado desde su ingreso en la primera, Carabanchel –a la que llegó deshecho tras siete días en comisaría a partir de su detención, el 2 de abril de 1990–, es interminable: Herrera de la Mancha, Puerto I, Alcalá-Meco, Valdemoro, Murcia, Almería, Córdoba, Puerto III… El maltrato y las humillaciones por parte de los funcionarios y de los guardias civiles en los traslados o conducciones a la Audiencia Nacional han sido una constante.

Así lo recuerda un vasco, ya excarcelado, que coincidió con él en Alcalá-Meco y Valdemoro. «Estuvimos unos 5 o 6 años en las mismas cárceles pero no podíamos vernos. Fue un periodo muy duro en el que el aislamiento era prácticamente total. Las únicas excepciones eran cuando nos trasladaban por cuestiones judiciales a la A.N. Entonces podíamos vernos o hablar algo entre nosotros en los furgones policiales. Esos momentos eran de gran alegría».

El zornotzarra recuerda el episodio en que Unai fue llevado de Alcalá-Meco a la nueva cárcel de Valdemoro: «Todos los compañeros fueron recibidos en la zona de Ingresos con golpes pero se ensañaron con Unai».

Otro exprisionero político, un bilbotarra que estrenó junto con Unai Parot y otros militantes vascos la cárcel de Puerto III en octubre de 2007, también certifica la brutalidad casi permanente a la que le han sometido: «La cárcel es dura para todos, pero con él han tenido un trato de venganza terrible. Había una política represiva integral hacia él. El Estado y ciertos medios de comunicación lo convirtieron en un símbolo (en el mal sentido, claro), lo que hizo que se convirtiera en una especie de diana», asegura, antes de apuntar otra serie de hechos para afianzar la afirmación de que el régimen que le aplicaban «no tiene precedentes».

Ensañamiento constante

Así cita que a Unai Parot nunca se le hayan aplicado las reducciones de pena previstas en el Código Penal de 1973, o que se le «fabricara» un sumario «ad hoc» para extenderle 11 años más su condena para que no pudiera salir al cabo de 30 años de cumplimiento íntegro, es decir, el pasado día 2. Entre esos hechos destaca la jurisprudencia establecida por la doctrina 197/2006 denominada «doctrina Parot», una denominación, por cierto, que hiere sobremanera al preso de 62 años que creció en Altzürükü, Zuberoa, como destaca siempre que puede su hermana Urtsoa.

Y es que en esta especie de paradoja en la que el Estado buscaba una forma de impedir que con la acumulación de condenas el máximo de cumplimiento efectivo fuera, según el antiguo Código Penal, de 30 años, «en el universo carcelario se ha hecho creer –continúa este expreso– que se estableció por su culpa. La incultura existente en muchos presos comunes ha tenido como consecuencia que incluso algunos le agredan, por lo que para Unai esas personas son un peligro», añade el exprisionero, que entiende que a Parot «le exaspere» la estigmatización que acarrea el sobrenombre dado a aquella doctrina judicial.

Tres en el Estado francés

Las tres décadas de encarcelamiento de los otros tres militantes detenidos en la misma operación en el Estado francés –Jakes Esnal, de 69 años, Frederic Xistor Haranburu, de 66 años, y Ion Kepa Parot, de 68 años– no han sido tan brutales, pero han tenido que soportar el alejamiento y alguno de ellos periodos muy difíciles debido a la falta de atención médica adecuada. En los últimos años han sido trasladados a cárceles más cercanas, salvo Jakes Esnal.

Sin embargo, lo que resulta imposible de soslayar en el caso de esos tres vecinos de Lapurdi es el ensañamiento judicial del que son objeto. Fueron condenados en 1997 a cadena perpetua revisable al cabo de 15-18 años de cumplimiento, por lo que, según las propias leyes de la República, podrían acceder a la libertad condicional. Solo que antes para los magistrados y ahora para la Fiscalía «antiterrorista», encargados de dictaminar sobre las repetidas demandas presentadas, las condiciones nunca se dan.

Sociedad civil y electos de prácticamente todo el espectro político siguen reclamando su puesta en libertad condicional. En setiembre pasado el propio presidente de la Mancomunidad Vasca, Jean-René Etchegaray, interpeló en ese sentido a la ministra de Justicia Nicole Belloubet criticando en especial la actitud de la Fiscalía.

Hasta ahora, nada ha tenido efecto. Las cinco peticiones cursadas por Ion Kepa Parot han sido denegadas, al igual que las dos de Xistor Haranburu. La decisión definitiva sobre la segunda demanda de Jakes Esnal se espera para el 12 de mayo.

La situación de estos cuatro veteranos militantes labortanos es un ejemplo de la crudeza cotidiana por la que atraviesa el conjunto de presos y presas vascas. Al igual que Esnal, Haranburu y los hermanos Parot, esos vascos y vascas siguen padeciendo una política penitenciaria basada en leyes de excepción a pesar del evidente cambio derivado del abandono por parte de ETA de la actividad armada y de su posterior desaparición.