Joseba VIVANCO
Fútbol internacional

Las aldeas galas del fútbol

Bielorrusia, Tayikistán, Nicaragua y Burundi resisten ahora y siempre al coronavirus, haciendo las delicias de las casas de apuestas.

El 24 de octubre de 1964, la entonces denominada Rhodesia del Norte, protectorado británico, declaró su independencia y su nuevo presidente Kenneth Kaunda la renombró Zambia, en honor al gran río Zambeze, cuyas aguas golpean con fiereza cuando se precipitan desde los más de mil metros de altura de las cataratas Victoria. Su bandera, diseñada entonces por una mujer, incluye los colores verde por su rica flora, rojo por la sangre derramada por la libertad, negro por la piel de sus ciudadanos y naranja por sus recursos minerales. Lograda la independencia, el país africano que con más estados vecinos limita –hasta ocho– del continente, el presidente Kaunda decidió alinearse en la órbita soviética. Justo ese 24 de octubre, la URSS reconoció su independencia y estableció relaciones diplomáticas seis días después. Fruto de esa estrecha relación que se alargó en el tiempo, y como consecuencia de la gran imagen que en los Juegos Olímpicos de Seúl’88 firmaron los ‘chipolopola’ –con aquel inolvidable 4-0 a Italia–, tres futbolistas de aquel combinado hicieron las maletas en una especie de intercambio comercial, cogieron un avión en el aeropuerto de Lusaka y partieron directos a la aventura que les esperaba en Dushanbe, capital de Tayikistán, por entonces todavía República soviética –fue separada de Uzbekistán por oden de Josep Stalin en 1929 –, donde el club local Pamir Dushanbe acababa de unirse como primer y único club tayiko a la élite futbolera soviética por primera vez en la historia.

El destino hizo que Derby Makinka, Pearson Mwanza y Wisdom Chance fueran, sin saberlo ellos, los primeros jugadores extranjeros que tomaron parte en la Liga soviética, si dejamos a un lado aquellos vascos que «abrieron los ojos» al balompié de la hoz y el martillo tras la Segunda Guerra Mundial, como fueron Agustín Gómez, que llegó a ser capitán del Torpedo de Moscú; Juan Usatorre, que triunfó en el Dinamo Minsk y se codeó con el mismísimo Lev Yashin; o el navarro Ruperto Sagasti, que ganó una Liga con el Spartak.

Con la ayuda de aquellos tres jugadores zambianos, el Pamir, club fundado por el Ejército, logró mantenerse tres temporadas en la entonces Liga soviética, aunque en realidad ellos apenas duraran un año. Un puñado de partidos a pesar de ser unos referentes en el combinado africano, y billete de vuelta a su país de Makinka y Chance, mientras que Pearson Mwanza extendió su aventura por Egipto para acabar fichando por el Lech Poznan polaco. Los dos primeros fallecieron el 28 de abril de 1993 en el fatal accidente aéreo de la seleción de Zambia en Gabón, junto a otros 16 compañeros; entre ellos no estaba Mwanza, que, sin embargo, solo sobrevivió unos años más antes de morir de una enfermedad en 1997 con tan solo 29 años.

Un solo partido en todo el mundo

Estos tres aventureros no dejaron mucha huella en el fútbol tayiko, como tampoco lo ha hecho el fútbol del país en el panorama internacional. A pesar de ello, hoy, su Liga es una de esas que contadas con los dedos de una mano atraen la atención de no pocos aficionados e, incluso, de las casas de apuestas. ¿La razón? Que, por ejemplo, el 4 de abril se jugó la final de la Supercopa –único partido oficial disputado ese día en todo el planeta–, antesala del inicio de una temporada que ya ha arrancado con su primera jornada, compitiendo en atrevimiento frente a la pandemia mundial del Covid-19 con otra ex-república soviética como Bielorrusia, donde contra viento y marea, su recién estrenada Liga doméstica sigue.

Australia fue uno de los últimos países en detener su competición. Palestina también seguía adelante hasta que vio obligada a parar, mientras que Taiwán anunció que el pasado fin de semana volvía el fútbol y en breve con público. La más reciente Federación nacional en detener la suya ha sido la de las Islas Mauricio, precisamente de donde partió, tras jugar un encuentro de clasificación del Mundial’94 de EEUU, el avión que se estrelló con la selección de Zambia a bordo, en 1993.

Así las cosas, además de Tayikistán, la que centra todas las miradas es la Liga bielorrusa, necesitadas por los futboleros más frikis como «un poquito de fútbol, por favor», que diría Eduardo Galeano, pero también por los apostadores de medio mundo. No solo cada vez más televisiones, además de la rusa o la ucraniana, siguen su competición, caso de las de Israel o India, sino que las casas de apuestas han puesto su ojo en ella y ambas cosas suponen un chorro de dinero fresco para una Liga que depende casi en exclusiva del Gobierno.

Burundi se frota las manos

En Nicaragua tampoco ha dejado de rodar el balón, pese a que se disputa con los campos vacíos y el temor entre los futbolistas. El Managua FC sigue a la cabeza pese a su empate sin goles ante el Real Madriz. Igualmente sigue a lo suyo el fútbol en Burundi, sí, otro de esos países que como Tayikistán nadie en el Trivial acertaría a señalar en un mapa. Recientemente sus autoridades sanitarias anunciaron su primer caso de coronavirus el 2 de abril, por lo que aún la actividad continúa de manera normal. A pesar de ser la única primera división activa de África, la Primus Ligue dista mucho de ser profesional. Muchos de los jugadores que componen los 16 equipos no cobran más que un bono por partido ganado. Olivier Niyungeko, el seleccionador que logró la histórica clasificación para la Copa de África de Naciones 2019, es el entrenador peor pagado de todas las selecciones africanas; cobra 450 euros al mes, más un bonus por encuentro ganado. No es de extrañar que las ganancias que vayan a generar gracias a que las casas de apuestas han echado también sus redes en esta competición, sean un maná llovido del cielo que ningún virus pandémico cuestione.

Y es que esta crisis sanitaria mundial está generando mucho daño en los clubes de todo rango y condición. Jakub Blaszczykowski, el lateral polaco ex del Dortmund, ha decidio comprar el club de sus amores en el que militaba y cobraba 100 euros al mes, el Wisla Cracovia, que se encontraba al borde de la quiebra inminente. Los jugadores del Unión Berlín, de la Bundesliga, han renunciado a sus sueldos mientras los hinchas hacen su aportación comprando cervezas y salchichas virtuales para ayudar a los empleados. El Lok Leipzig, de las divisiones inferiores alemanas, y que en su día llegó a reunir a cien mil aficionados en el Zentralstadion –hoy el Red Bull Arena–, vende entradas a 1 euro para medirse a un rival imaginario, y han superado ya esos 100.000 tickets.

Iniciativas e inventivas de toda índole que, no obstante, no eclipsan rumores o noticias que tienen que ver con el mundillo del fútbol, como que, según informa ‘‘Tuttosport’’, hay una alta probabilidad de que el ‘Pipita’ Higuaín regrese al fútbol argentino, más concretamente a River Plate, club que le permitió dar el salto al exterior, o que el cafetero Radamel Falcao pueda acabar siendo el contrato más lucrativo de la Liga saudí, si ficha finalmente por el Al-Hilal.

Ya solo falta que Emmanuel Adebayor consiga llegar, por fin, a su Togo natal.