Marcel GASCÓN (EFE)
Bucarest

Jornaleros rumanos al rescate de cosechas en los estados ricos de la UE

Miles de jornaleros rumanos y de otros países se han convertido en imprescindibles para salvar las cosechas. Se busca mano de obra, que escasea por el obstáculo del cierre de fronteras en la Unión Europea, para rescatar de la ruina a muchas explotaciones que necesitan con urgencia de esos temporeros para la recolección.

En pleno cerrojazo de fronteras decretado por los gobiernos europeos para frenar la extensión de la pandemia del coronavirus, miles de rumanos viajan estos días a los países más prósperos en la parte occidental del continente para recoger las cosechas que alimentarán a Europa en los próximos meses. Su participación se antoja fundamental en esta crisis sanitaria y económica global. Cotizan al alza.

Lo han hecho gracias a los acuerdos entre Rumanía y países como Alemania y Gran Bretaña para aplicar excepciones al cierre de fronteras y la prohibición de vuelos. No hay otra solución para evitar la ruina de muchas explotaciones agrícolas.

Pese a las advertencias de organizaciones no gubernamentales sobre el riesgo de contraer la Covid-19, la necesidad económica pesa más que el peligro sanitario entre las prioridades de las y los jornaleros. «Soy joven, estoy sano y no tengo miedo al virus», expone a la agencia Efe un joven antes de subir al avión que le llevará a Gran Bretaña para recoger frambuesa.

«De lo que sí tengo miedo es de no poder comer si nos tienen una semana más encerrados», explica el jornalero mientras hace cola para facturar en un aeropuerto de Bucarest desierto. El joven, que no da su nombre, manifiesta que viaja a Gran bretaña cada año para trabajar de temporero.

Los trastornos provocados por la pandemia le han hecho perder ya cerca de un mes de trabajo y pronto se habría quedado sin dinero si no le hubieran contratado para esta campaña. «Aquí no hay trabajo, no hay nada que hacer», incide al hablar sobre la situación en el pequeño pueblo donde vive en el este de Rumanía.

Exportar 90.000 jornaleros

El primer ministro rumano, Ludovic Orban, declaró el pasado 9 de abril que Rumanía espera que entre 80.000 y 90.000 temporeros vayan a trabajar a Europa occidental en las próximas semanas.

Las patronales agrícolas de Alemania y Gran Bretaña han declarado que cada país necesitará unos 80.000 temporeros, sobre todo de países como Rumanía o Polonia, para recoger las cosechas, un trabajo que hace años no están dispuestos a hacer la mayoría de alemanes y británicos.

«En Rumanía se han suspendido un millón de contratos laborales y unos 300.000 han sido cancelados», indicó Orban, quien aludió a «los más de 250.000 rumanos» que han vuelto a casa tras quedarse sin trabajo en sus países de acogida por la crisis del coronavirus. «La absorción de esta fuerza de trabajo es prácticamente imposible», confesó el primer ministro al profundizar en la situación creada.

Según el analista Mihai Isac, la decisión de permitir vuelos chárter de temporeros será crucial para aliviar los efectos de la crisis entre la población rumana más vulnerable, sobre todo en las zonas rurales. «Aunque esta ola de contrataciones sea por un periodo relativamente corto, de varios meses, las autoridades consideran que reducirá la presión fiscal sobre las arcas públicas», explica a Efe Isac, que cita el desempleo y los bajos sueldos en el sector agrícola rumano como factores que empujan a emigrar a los temporeros.

Irresponsabilidad y abusos

Varios creadores de opinión, políticos y ONG han criticado los supuestos abusos a los que se somete a las y los jornaleros y la irresponsabilidad que supone, a su juicio, dejarles viajar pese al riesgo de contagio.

Una de las organizaciones que ha protestado es la Sociedad Germano-Rumana para la Integración y la Migración (Sgrim), integrada por rumanos residentes en Alemania, que ha acusado al Ejecutivo de Bucarest de propiciar los abusos a los jornaleros.

Citando informaciones de la prensa sobre la muerte en Alemania de un jornalero rumano supuestamente infectado de Covid-19, la Sgrim recoge testimonios de varios temporeros rumanos en la región de Baviera. «Ni siquiera las reglas de higiene y distancia social son respetadas, y son obligados a trabajar en condiciones inhumanas», se lee en una carta abierta enviada al Gobierno.

Igualmente crítica ha sido Lia Olguta Vasilescu, alto cargo del opositor Partido Social Demócrata (PSD), que ha acusado a las autoridades rumanas de comportarse como una «colonia» y enviar «esclavos» a las «plantaciones» de la metrópoli. Sin embargo, estas críticas y advertencias no parecen surtir efecto entre quienes se han quedado sin trabajo.

Según cuenta a Efe el empresario Marius Laurentiu Miu, que acaba de gestionar la contratación de un centenar de temporeros en Rumanía para las plantaciones de espárragos y fresas en Alemania, las solicitudes de empleo se han multiplicado por «cuatro o cinco» respecto del año pasado.

«Ha venido mucha gente que nunca había hecho campañas en agricultura pero se han quedado sin trabajo con la crisis», explica Miu. «Antes, casi todos venían de las zonas rurales, pero este año tengo a mucha gente de las ciudades, incluso de Bucarest», afirma.

Los trabajos ofrecidos por Miu se pagan a entre 1.500 y 1.900 euros al mes dependiendo del rendimiento y las labores realizadas. El sueldo medio interprofesional es de unos 660 euros en Rumanía.

La explosión de la demanda no es el único cambio provocado por la pandemia del coronavirus en el mercado laboral. Debido a la mayor resistencia en países como Países Bajos o Estado español a abrir sus fronteras a jornaleros, algunas empresas rumanas de contratación prefieren contratar a los rumanos que residen ya en esos países y se han quedado sin trabajo.

«Como el transporte y las gestiones para que viajen a Holanda son ahora tan complicadas, para esta campaña buscamos entre los rumanos que quieren trabajo desde Holanda», explica a Efe la dueña de una de estas empresas de empleo.

Uno de estos rumanos emigrantes que se han quedado sin empleo es Marius Andrei, de 42 años, que trabajaba con contratos temporales limpiando escuelas en Gran Bretaña antes de que la pandemia paralizara la educación y la economía.

Sin dinero suficiente para volver a su país, Andrei pasa las jornadas pidiendo trabajo por Facebook a empresas de contratación, especialmente en la campaña agrícola que ha empezado. «No tengo miedo del coronavirus. Solo quiero poder volver a trabajar porque me he quedado sin dinero», comenta en una entrevista por teléfono.

¿Una nueva forma de viajar?

Los jornaleros han sido los primeros en volver a viajar por el continente y podrían ser pioneros en experimentar las condiciones de viaje en los aeropuertos que puede se apliquen los próximos meses o años.

Es mediodía a finales de abril y el aeropuerto de Otopeni, en Bucarest, está vacío. Un solo vuelo ha sido programado en toda la jornada. Tiene como destino Londres y ha sido fletado por empresas agrícolas británicas para transportar a decenas de trabajadores para la campaña de la frambuesa.

Los pasajeros que llegan a la terminal se lavan las manos con desinfectante y hacen cola a dos metros de distancia supervisados por el personal de seguridad el aeropuerto. Uno de estos jornaleros es Constantin Purcaru. Tiene 18 años y hasta que llegó la pandemia del Covid-19 se ganaba la vida haciendo trabajos ocasionales en su pueblo del suroeste de Rumanía.

Obligado a permanecer en casa desde que se decretó el estado de emergencia, Purcaru tuvo que buscarse otro medio de subsistencia y celebra haber sido seleccionado para recoger frambuesas en Inglaterra. «Si tomamos precauciones no tenemos porque contagiarnos. Además, somos jóvenes. Necesitamos ganarnos la vida y no podemos estar parados», argumenta Purcaru con un gesto de esperanza, antes de pasar el control de seguridad.