Dabid LAZKANOITURBURU
CRISIS TOTAL EN EL PAÍS DE LOS CEDROS

Un Líbano en bancarrota se pone a los pies de los caballos del FMI

El primer ministro libanés, Hasan Diab, ha firmado la carta en la que solicita, por primera vez en la historia del País de los Cedros, un rescate financiero al Fondo Monetario Internacional (FMI). Un préstamo sujeto a condiciones draconianas y que probablemente acentúe las protestas que exigen desde hace meses el fin de un sistema sectario corrupto.

Un día antes del anuncio, que en palabras del primer ministro «es un punto de inflexión en la historia de Líbano», el Ejecutivo aprobó un plan para tratar de superar la peor crisis económica que vive el país desde la guerra civil (1975-1990).

En marzo, Líbano anunció la suspensión de pagos para poder salvaguardar sus mengüadas reservas de divisas.

¿Cómo se ha llegado a esto?

Tras el fin de la guerra civil, Líbano se enfrascó en una espiral de endeudamiento de cara a la reconstrucción del devastado país. El paradigma de la recuperación se basó en los servicios, el turismo y la inversión extranjera, sobre todo de las satrapías del Golfo, tributarias de coyunturas políticas y de seguridad.

Esta vulnerabilidad fue exacerbada por la falta de reformas y la negligencia de los servicios públicos, sobre un fondo de corrupción y clientelismo alimentados por un sistema de reparto del poder confesional-sectario.

Así, el sector de la electricidad se convirtió en un pozo sin fondo financiero, absorbiendo la mitad de la deuda entre 2008-2017, según datos del Banco Mundial. Y, pese a los millones inyectados para revitalizarlo, sigue en descomposición.

Líbano, con 6 millones de habitantes, es uno de los países más endeudados del mundo y arrastra una deuda pública de 90.000 millones de dólares, el 170% de su PIB. Todo ello sobre un fondo de parón económico y de tasas de interés elevado que han inflado el sector bancario.

Y todo ello acompañado de un desplome de las reservas del Banco Central, cruciales para garantizar la estabilidad monetaria en un país en el que la libra ha perdido el 60% de su valor frente al dólar estadounidense desde octubre –en abril se pagaban 4.000 libras por un dólar en el mercado paralelo–.

El naufragio es asimismo el resultado de una sucesión de crisis sin solución de continuidad. Tras el atentado mortal en 2005 de su primer ministro Rafic Hariri, el país ha vivido al ritmo de las disensiones políticas entre los dos campos: el uno anti-Siria, potencia tutelar regional, y el otro pro-Damasco, liderado por el Hizbulah chií.

Este período ha estado jalonado con más atentados, parálisis institucionales y guerras, como la de julio de 2006 entre Israel y la organización de resistencia.

La polarización se acentuó en 2011 con la revuelta derivada en guerra en Siria. Tras un recrudecimiento de los atentados hasta 2013, el país conoció dos años y medio de «vacación presidencial».

El montante que Líbano espera obtener del FMI es desconocido, El país suspira por recibir mas de 20.000 millones de dólares de préstamos extranjeros, entre ellos los más de 11.000 millones aprobados en 2018 en una conferencia internacional en París, pero hasta ahora bloqueados por la falta de reformas.

Reformas que podrían exacerbar la ira popular en un país sacudido desde octubre por un levantamiento inédito contra el conjunto de la clase política y por la abolición de un régimen basado en el reparto confesional del poder, abono para la corrupción y el clientelismo.

El plan quinquenal aprobado para la solicitud formal del rescate busca reducir el déficit público. Para ello anuncia un incremento de los impuestos y la congelación de la contratación en el sector público. Prevé asimismo un aumento en las tarifas de la electricidad y una bajada de las subvenciones.

Todo ello implica una revisión a la baja de las ayudas sociales y medidas de austeridad. «Los pobres y la clase media van a pagar el precio, con una inflación elevada y una esperada contracción de la economía».

Ya hay quien considera imposible un plan que prevé «una revisión total de la economía y de la gestión financiera del Estado» en un país articulado en reinos de taifas político-económicos.

Y el éxito del plan depende de la voluntad real de cambio en un país en el que la clase política está acusada de fomentar el clientelismo y de gobernar en negociaciones interminables que paralizan el Estado.

Muchas de las reformas necesitan el aval parlamentario. El jefe de Estado ha convocado a los principales bloques políticos a una reunión mañana.

El consenso político no es menos importante en la media de que ni el Gobierno ni la oposición política partidista tienen apoyo entre la agotada población, mientras las protestas aumentan en la calle.