Dabid LAZKANOITURBURU

El boicot a Qatar entra en el cuarto año sin visos de solución

El conflicto diplomático que opone al gigante saudí y a tres de las satrapías árabes aliadas contra el pequeño pero ambicioso Qatar cumplió ayer tres años sin perspectivas de solución. Ryad sigue hostigando a Doha, pero de un modo cada vez más errático. Y es que el reino qatarí ha aprovechado el aislamiento para incrementar su autonomía, también alimentaria, y para diversificar y ampliar sus relaciones, con su aliado turco y también con el «satán» iraní.

El 5 de junio de 2017, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos (EAU), Egipto y Bahrein rompieron relaciones e impusieron un embargo aéreo, terrestre y económico a Qatar tras acusarle de apoyar al «terrorismo islamista», en connivencia con Irán, y de sembrar cizaña en la región con su cadena de información Al-Jazeera.

Días antes, el 24 de mayo, Ryad divulgaba unas supuestas declaraciones del emir qatarí, jeque Tamim ben Hamad al-Thani, en las que apoyaba a movimientos islamistas y criticaba al presidente de EEUU, Donald Trump, por su presión sobre Irán. Doha insistió desde el principio en que la web de la agencia pública qatarí QNA que las divulgó fue pirateada y que eran falsas.

Trump, quien llegó a Arabia Saudí aquellos días en su primera visita oficial al extranjero, hizo suyas las acusaciones, pero luego atemperó su discurso, habida cuenta de que Qatar abriga la mayor base militar estadounidense en Oriente Medio.

El cuarteto árabe impuso a Doha trece condiciones para restaurar las relaciones, entre ellas el cierre de Al-Jazeera, el final de sus relaciones con Irán y la clausura de una base militar turca. Qatar las rechazó.

Los tres años han sido duros para Doha. Arabia Saudí ha tratado de dinamitar todas las iniciativas, incluidas las deportivas, de Qatar, mientras que los EAU no han dejado de mandar cazas a sobrevolar el espacio aéreo qatarí.

En diciembre del año pasado, Qatar acogió la Copa de Fútbol del Golfo, lo que suscitó esperanzas y abonó los rumores sobre negociaciones bilaterales.

Campaña de intoxicación

A finales de año, el emir de Qatar declinó una invitación para asistir a la cumbre del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) y envió a su primer ministro, lo que evidenció la falta de progresos en el deshielo.

Ryad ha reanudado en las últimas semanas la campaña de intoxicación con tuits que anuncian un golpe de Estado en Qatar, disturbios en el reino y campañas de una supuesta disidencia política. Todo falso.

Asimismo, se han publicado informaciones según las cuales Qatar estaría analizando la posibilidad de abandonar el CCG.

Doha lo niega pero reconoce que hay «dudas sobre una institución incapaz» de resolver la crisis del Golfo.

Pese a todas esas campañas, el aislamiento ha sido utilizado por Qatar para reforzar su autonomía y diversificar sus relaciones. Así, el rico emirato gasero, acostumbrado a importarlo casi todo, se ha visto obligado a asegurar su autosuficiencia con reservas alimentarias y creando granjas para suministros animales –importó de EEUU vacas lecheras al comienzo del bloqueo– y vegetales.

Pese al embargo, la economía qatarí resiste mejor que la de sus «vecinos» del Golfo y, según el FMI, será uno de los pocos países del mundo con excedente presupuestario en 2020.

Qatar, que ha intensificado sus relaciones bilaterales con Turquía y con Irán –rechaza la criminalización del país persa– ha capeado con éxito la crisis del coronavirus.

Sus reservas de alimentos, como el arroz, aceite y azúcar, imposibles de sembrar en el desértico país, están a rebosar y está fabricando respiradores que exporta por doquier.