Janina PÉREZ ARIAS
Entrevista
CHIARA MASTROIANNI Y CHRISTOPHE HONORÉ
ACTRIZ Y DIRECTOR

«El significado del amor se mantiene casi intacto, tal y como se lee en las novelas del siglo XIX»

Con «Habitación 212» se reafirma la complicidad artística entre Chiara Mastroianni y Christophe Honoré. Para ambos un arriesgado salto a la comedia dramática del que salen muy bien parados. «Esta fue la primera vez que nos lanzamos a hacer algo más ligero y hasta cómico, al menos para nosotros», confiesa Mastroianni.

El amor. La fuerza devastadora de ese sentimiento tan extraño como insondable es la chispa que enciende grandes fogatas tanto en la ficción como en la vida real. No es la primera vez que Christophe Honoré se centra en el esa brevísima palabra para construir una historia, aunque no niega que con “Habitación 212”, por mera voluntad y capricho, quiso explorar nuevos territorios.

La valentía, dice Honoré, que la encontró en la llegada a la cincuentena, pero también en la sonrisa y cejas ligeramente levantadas de Chiara Mastroianni, quien en esa actitud le sonríe todos los días desde el marco de una fotografía que el realizador tiene en su casa.

«La foto de Chiara me hizo pensar en Cary Grant», relata el director francés, «la mirada que forma parte de su encanto». En ese momento, justo cuando Honoré se despedía de un proyecto no cristalizado, salía de una fuerte e intensa temporada teatral con “Les Idoles”, le surgió la urgencia de embarcarse en «algo más ligero»; todo esto aunado a las ganas de concretar la quinta vez con Chiara, conforman la compleja génesis de “Habitación 212”.

Se trata de una comedia romántica que narra sobre María (Mastroianni), profesora de Historia jurídica, casada desde hace 25 años con Richard (Benjamin Biolay). Cuando Richard descubre que María le ha sido infiel, se mete en su habitación, mientras que ella se escabulle al hotel de enfrente. Desde la habitación 212 atisba a su esposo, al mismo tiempo que entabla un diálogo con el Richard joven (Vincent Lacoste), de quien se enamoró hace más de dos décadas.

«Por lo general hacemos historias dramáticas», apuntaba Chiara en el Festival de Cannes, donde “Chambre 212” formó parte de la sección Un Certain Regard y Mastroianni fue reconocida como mejor actriz, «esta fue la primera vez que nos lanzamos a hacer algo más ligero y hasta cómico, al menos para nosotros».

La actriz francesa, cuyo rostro es una mezcla de su padre el actor italiano Marcelo Mastroianni y su madre Catherine Deneuve, recuerda cuando Honoré le habló del proyecto que se traía entre manos.

«Me dijo que quería escribir un personaje femenino con todos los clichés masculinos», rememora, «es decir, que tuviera amantes y que lo considerara normal, tal como lo hacen los hombres». Si bien la infidelidad es el detonante del conflicto, Honoré quiso explorar la confrontación entre el pasado y el presente de los personajes, sobre todo en lo relacionado a la percepción del amor.

Rodada en su mayor parte en un estudio, confiriéndole así cierta teatralidad, es inevitable pensar en La ventana indiscreta (de Alfred Hitchcock, 1954), un referente que Honoré pone en primera línea, de lo contrario «sería como hacer una película sobre Cristo sin echarle una ojeada al Nuevo Testamento», afirma.

«Cuando empecé a desarrollar este filme, volví a ver “La ventana indiscreta”, pero a pesar de que tanto el personaje de Chiara como el de James Stewart son voyeristas, la diferencia principal radica en que María es una voyerista de su propia vida, ya que a través de esa ventana se ve a sí misma».

Aunque el número 212 se refiere al artículo del Código Civil francés sobre el respeto, la fidelidad y asistencia entre los cónyuges, esta película está muy lejos de dar lecciones morales. Definitivamente ese no es el objetivo, y se agradece.

«El filme es enteramente sobre los pensamientos de María, ni siquiera sobre sus sueños», apunta Honoré, «el recorrido por las habitaciones en ese hotel son precisamente sus andanzas a través de sus reflexiones». Y es así como aparece el Richard del pasado, la madre que le recrimina ser «una chica fácil», la profesora de piano de Richard (interpretada por Camille Cottin), así como la personificación de su voluntad (que guarda un sospechoso parecido con el baluarte de la cultura franco-parlante Charles Aznavour).

Estos son algunos elementos que el mismo Christophe Honoré considera «arriesgados», en su aventura cinematográfica. Sin embargo, al asumir el riesgo, el realizador cuidó todos y cada uno de los detalles de la historia, como por ejemplo el ritmo de los diálogos.

«Tenía una idea de la musicalidad, de cómo tenían que sonar y sentirse los diálogos», describe Honoré y profundiza, «inevitablemente los actores no dicen sus líneas de la forma como yo las he imaginado, a veces las mejoran, otras tengo que dar más instrucciones, pero lo extraordinario de Chiara es que cuando lee sus textos por primera vez enfrente de la cámara, se escucha exactamente como me lo había imaginado».

La actriz que comenzó a colaborar con Honoré en 2007 con Las canciones de amor, no desperdicia la oportunidad para hacer un chiste. «Por lo general los franceses hacemos películas en las que se habla mucho, puede causar hastío, pero en este caso el discurso se siente bastante orgánico».

Christophe Honoré y Chiara Mastroianni se declaran cómplices artísticos. La actriz inspira al director, y este, tal como comenta la intérprete, le invita a internarse en territorios espinosos e inexplorados.

«Christophe hace que vivas una experiencia a través de la cual descubres cosas sobre ti misma», detalla, «es increíble y maravilloso el hecho de que mientras haces tu trabajo, te sientes capaz de saltarte ciertas fronteras que nunca hubieses pensado traspasar, además es una suerte que siempre me ofrece un rol justo cuando estoy atravesando momentos de grandes dudas en mi vida, y al asumirlos hace que recuerde por qué quería ser actriz, reconciliándome así con con mi profesión».

Volviendo al amor y dejando de lado la ficción de “Habitación 212”, Christophe Honoré considera que la percepción del amor en la sociedad no ha cambiado mucho a través del tiempo. «En un contexto cultural determinado cuestiones como el divorcio, el matrimonio o la infidelidad se perciben de diferentes maneras», analiza, «pero en cierto modo el significado del amor se mantiene casi intacto, tal como se lee en las novelas del siglo XIX».

Para el realizador, «la pregunta más pertinente no está relacionada con el amor que le profesamos a una persona, sino el amor que otras personas ponen en nosotros», afirma, «tendemos a ser muy suspicaces, a pensar que no es suficiente, que no es tan fuerte como esperamos».

Ante la interrogante de si personalmente les ha cambiado el concepto del amor a través de los años, Chiara Mastroianni reconoce que cada vez que se enamora piensa que es para siempre, «en el fondo aún mantengo esa idea desde mi adolescencia», afirma, «obviamente he crecido, madurado y acumulado experiencias que me han hecho menos ingenua, pero muy en el fondo de mí viven las mismas ilusiones de cuando tenía 15 años».