Aritz INTXUSTA
IRUÑEA
CRISIS DEL CORONAVIRUS

Nafarroa llega a 40 hospitalizados tras otra semana en cotas muy altas

Hego Euskal Herria cierra la semana superando los 200 casos diarios, lo que provoca que aumenten las cifras de hospitalizados con covid. Nafarroa se anotó un ingreso más, alcanzando los 40. Las hospitalizaciones subirán mientras no se doble la curva. Lleida y A Mariña lo lograron, pero la situación en Madrid y Barcelona no invita al optimismo.

Esta epidemia no tiene un remedio de efecto inmediato. No hay bálsamo de Fierabrás que valga. Los datos de infecciones en Hego Euskal Herria se han instalado en valores demasiado altos y costará bajarlos. La media de la última semana supera los 200 casos nuevos cada día y ayer fueron 283. Existen desigualdades importantes entre territorios, siendo Nafarroa el más castigado en proporción a sus habitantes. Ayer, este herrialde se anotó otros 84 nuevos positivos. En contraposición, Gipuzkoa obtiene, otro día más, la mejor cifra, con 25.

Este volumen de contagios pone a prueba las capacidades de rastreo. La cantidad de test PCR que se están realizando en Hego Euskal Herria es incluso superior a las que se practicaban durante el pico de la primera oleada. Y hay un problema añadido: los ingresos hospitalarios avanzan más rápido que las altas. En Nafarroa se alcanzaron ayer los 40 hospitalizados, tras ingresar una persona más. De ellos, tres están en la UCI. Según las cifras de la CAV, desde el lunes hasta el viernes (cuando se actualizó por última vez) se habría pasado de 7 a 12 hospitalizados, dos de ellos en UCI.

Queda mucho margen aún para colapsar las UCI vascas, pero buena parte de las personas que han ingresado en el repunte registrado a lo largo del último mes previsiblemente permanecerán hospitalizadas varias semanas. Todo depende de que se doblegue la curva a tiempo.

La capacidad de detección de asintomáticos y los rastreos permiten cortar las cadenas de contagio, pero estos diagnósticos precoces no están bastando, por sí solos, para aplanar la curva. Aún queda esperanza, sin embargo, en que el empleo más riguroso de mascarillas derivada de su obligatoriedad, así como las restricciones en los horarios de ocio y la propia concienciación ciudadana puedan revelar una mayor efecto en los próximos días. En la primera oleada, las medidas de confinamiento tuvieron un decalaje de 10 o 14 días en hacerse notar.

El repunte en Euskal Herria es demasiado reciente aún como para efectuar un análisis más severo. Nafarroa, pese a la magnitud en número de contagiados, ha registrado un número significativamente menor de positivos que la semana pasada, bajando desde los 600 casos a menos de 450. Es imposible saber si se debe a que es un territorio lo bastante pequeño como para tener estas oscilaciones o si realmente se ha logrado contener la expansión. Dar por hecho esta segunda posibilidad constituiría una imprudencia.

Éxito pequeño, gran desastre

Desde donde sí llega un hilo de esperanza es de los territorios del Estado español donde saltaron las primeras alarmas de rebrote. El inicio del periodo vacacional del primer fin se semana de julio coincidió con el brote en El Segriá y el primer aislamiento severo, que incluyó que se levantara un hospital de campaña. Hoy, en esa comarca catalana con una población similar a la de Donostia, las camas del hospital comienzan a vaciarse paulatinamente. Y esta última semana Lleida salió del confinamiento tras reducir su número de contagios a la mitad.

Las noticias de la comarca de A Mariña, en Galiza, son todavía mejores. El brote en esa zona marítima de Lugo llegó a tener 180 casos activos, mientras que este domingo solo había 39. Las intervenciones drásticas y «quirúrgicas», por tanto, funcionan.

En ambas zonas se ha logrado contener ese segundo repunte relativamente pronto, al menos si se compara con lo que sucedió durante la primera oleada. Sin embargo, lo que realmente inquieta es la evolución de la epidemia en Madrid, Aragón y Catalunya, y más concretamente, en el área de Barcelona.

Catalunya reportó más de mil casos en 24 horas, mientras que Aragón anotó cerca de 450. En cuanto a las cifras de Madrid, sencillamente, no cuadran. La correlación entre ingresos hospitalarios y nuevos positivos no va en consonancia con el resto de territorios y se han llegado a dar saltos en cuanto al número de infectados del 450%.

Más allá de la instrumentalización política de la epidemia que hacen PP y PSOE, lo que es evidente es que, por la razón que sea, la capital española tiene una capacidad de detección deficiente, incapaz de mostrar la realidad epidémica. Ayer, la Comunidad de Madrid notificó haber detectado tres nuevos brotes, de cinco casos cada uno. Resulta irrisorio.

Una de las ratios que se emplean para ver qué tal responden los distintos sistemas sanitarios de la CCAA a la crisis es ver cuántos contactos estrechos son capaces de detectar los rastreadores. En esto la CAV y, particularmente, Nafarroa están sacando buena nota. Detectan, de media, a unos seis contactos. En Catalunya y Madrid, por contra, los rastreadores encuentran a uno o ningún contacto estrecho. Esto se traduce en que las cadenas de transmisión no se cortan por detección precoz y, por lo tanto, la única vía para contener la epidemia pasa por las fórmulas de aislamientos y confinamientos que sirvieron para contener la primera oleada. Y estos instrumentos siguen sin emplearse. Madrid, incluso, ha sido reacia a la obligatoriedad de la mascarilla.

Movilidad y recentralización

La situación en el Estado es un mosaico de pequeñas iniciativas de aislamientos quirúrgicos y medidas para atajar brotes a nivel muy local mientras se mira para otro lado a lo que sucede en las dos ciudades más pobladas, que parecen polvorines.

A esto se añade el hecho de que no existen medidas de control de la movilidad interterritorial, a excepción de las que ha implementado Galiza desde hace una semana, que ha hecho obligatorio que las personas que viajen allá desde comunidades donde la incidencia es 3,5 veces mayor que la suya deban dar sus datos de contacto a las autoridades (esto incluye a las cuatro provincias del sur vasco). La medida, por el momento, les ha valido para encontrar a un único positivo.

Al haber libertad de movimientos, ciudadanos de territorios donde existe un control deficiente de la enfermedad pueden exportar casos a zonas que sí ejecutan medidas quirúrgicas como las que se aplicaron en Mendillorri o en Ordizia.

Pese a ello, iniciativas de control o prohibición de viajar como la que otros estados europeos están aplicando a zonas concretas del Estado español (Nafarroa en el caso de Alemania y Bélgica) siguen sin estar encima de la mesa si se baja al espacio autonómico. Quizás por ser agosto o quizás porque el Ministerio esté esperando para intervenir –otra vez– desde un centralismo que pase por alto la “cogobernanza”.