Raimundo Fitero
DE REOJO

La lucha

Hay seres humanos que iluminan por acción o pensamiento. El obispo de los invisibles, de los indígenas, de los campesinos y desfavorecidos, un obispo sin mitra, con poesía y compromiso. Un ejemplo global es Pere Casaldaliga que ha muerto en paz, pero perseguido por los violentos terratenientes del Mato Grosso amazónico, pese a estar casi inhabilitado por el parkinson. Todo lo que logró in situ, peleando día a día, de tal manera que saludaba a sus vecinos y feligreses, siempre con un rotundo «¿cómo va la lucha?» se está desandando. Bolsonaro forma parte de esta pandemia antes del virus que intenta acabar con la vida natural, que cambia explotación por futuro.

La lucha como objetivo, el compromiso fuera de toda duda, el evangelio como inspiración para cambiar las realidades más inhumanas a base de cuestiones materiales, del cada día, dejando a los dioses para el más allá. Una frase añadida, «quien no es ético en todo, no es ético». Y podemos seguir desgranando su obra escrita, su lírica social, su ejemplaridad, sus enfrentamientos con la curia romana en los momentos de mayor incidencia en Iberoamérica de los practicantes de la Teología de la Liberación, tan repudiado por el que ahora es un Papa emérito, el segundo Papa, o el Papa viejo, Ratzinger, o el rayo que no cesa.

Este claretiano forma parte de esos seres humanos que uno considera que son buenas personas, que han hecho de su vida un servicio a los necesitados, que obvian las leyes injustas, que no se relacionan bien con sus superiores y que mantiene una fe que se concreta en una pertenencia a una Iglesia que es, en su inmensa mayoría, contraria a su propia idea del mundo. No necesitan ninguna bendición para realizar su obra, mantenerse dentro de su orden debe ser otro compromiso que le ayudaba en la lucha.