Albert NAYA MERCADAL

EL CHOQUE ENTRE GRECIA Y TURQUÍA HIERVE EL ESTE DEL MEDITERRÁNEO

Cinco países muestran poderío militar en la disputa por los posibles hidrocarburos situados frente a las costas turcas, mientras la canciller alemana, Angela Merkel intenta mediar y pide una negociación entre los países enfrentados: Grecia y Turquía.

La lucha por el Mediterráneo oriental, donde Grecia y Turquía se disputan el control de los hidrocarburos, ya ha traspasado la línea de los despachos y se desenvuelve mostrando músculo militar. Cuatro contra uno: el país heleno –acompañado por Francia, Chipre e Italia– sigue en la disyuntiva de evitar que Ankara realice prospecciones gasísticas en el territorio, proyecto que Erdogan no está dispuesto a abandonar. «Nosotros no tenemos el ojo puesto en el territorio, la soberanía y los intereses de otros», dijo Erdogan, a la vez que avisó de que Turquía no haría concesión alguna en este aspecto. El primer ministro Griego, Kiryakos Mitsotakis, sigue llamando a una legalidad que está de su parte y ha agradecido el apoyo militar que su país recibe. Porque a falta de negociaciones, todos los países han optado por mostrar sus atributos militares y encomendarse a la ley de la espada. Por el momento todo son muestras: mientras Grecia, Francia, Italia y Chipre realizan prácticas aeronavales, Turquía anunció para el 1 y 2 de septiembre ensayos militares con fuego real. Y aunque las palabras se las lleve el viento, el ministro de Exteriores turco, Mevlut Çavusoglu, ha utilizado la expresión casus belli (causa de guerra). «No dejaremos que Grecia extienda sus aguas territoriales. Lo estoy diciendo muy claro», reafirmó.

Origen de la discordia

El 6 de agosto, Grecia –archienemigo turco– y Egipto –ahora gobernado por un general Al Sisi que Ankara no tolera– firmaban un convenio de explotación que contradecía el firmado en noviembre pasado por Turquía y Libia, un acuerdo por el que después Erdogan brindaría apoyo al Gobierno de Trípoli en su particular guerra contra el general Haftar. Cuando Grecia y Egipto firmaron el contrato, Turquía entró en cólera y envió al mar el buque de investigación Oruç Reis –rodeado de fragatas– para reanudar unas prospecciones que debían prolongarse hasta finales de agosto, pero que ya han sido extendidas hasta el 12 de septiembre. Pero los movimientos turcos provocaron el envío de efectivos militares griegos, franceses, italianos y grecochipriotas. El espectáculo naval no es ninguna broma. Según Michaël Tanchum, profesor de la Universidad de Navarra, «las posibilidades de que un error de cálculo pueda desencadenar un choque abierto son peligrosamente altas, de un nivel nunca visto en la región en el presente siglo». Mientras Grecia y Chipre buscan asegurar el área, Francia e Italia también tienen por objetivo asegurar la actividad de sus empresas gasísticas, cuyas plantas se encuentran en Egipto.

La ley internacional establece que la zona de explotación nacional puede extenderse hasta 370 kilómetros desde aguas territoriales, según la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (CONVEMAR). Pero también establece que si las zonas se solapan debe haber una negociación para repartirse la exclusividad de los recursos. Y este es el caso del pequeño Mediterráneo, donde los países implicados se encuentran muy cercanos geográficamente. Grecia considera que las aguas donde puede explotar los recursos abarcan todo el Egeo debido a su extensa red de islas a lo largo de la costa turca. La última de ellas, Kastellorizo, se encuentra situada a dos kilómetros de Turquía y 558 de Atenas, y cuenta con un censo de 492 habitantes. Turquía, por lo tanto, ve como los recursos situados a escasos kilómetros de su casa, se quedan para el vecino. Mientras el Mediterráneo se llena de banderas, la Unión Europea baraja posibles sanciones para Turquía, a quien le pide respeto por una legalidad que está lejos de solucionar el problema. Por su parte, Angela Merkel, ejerciendo el papel de mediadora ha pedido encarecidamente una negociación hablando con los titulares de Exteriores de ambos países.

Para el profesor de Relaciones Internacionales «es poco probable que la Unión Europea pida sanciones muy fuertes» por la división que ello implicaría entre los miembros de la UE en el Mediterráneo. Según argumenta, uno de ellos, Italia, «tiene profundos vínculos comerciales con Turquía e importantes intereses energéticos en Libia». Aun así, Tanchum avisa que Francia estaría intentando convencerles para formar una nueva alianza que desequilibraría la balanza –obviamente– en perjuicio de los intereses turcos.

En la lucha turca por conseguir hidrocarburos, el Gobierno del AKP pudo dar una buena noticia a su electorado con el hallazgo de 320 billones de metros cúbicos de gas en el Mar Negro. La considerada “noticia del año” se emitía en directo por televisión pública y aparecía toda la cúpula gubernamental en la misma sala aplaudiendo la buena nueva. Porqué, para Turquía, la lucha por los hidrocarburos no es solamente un pulso a Grecia y a la Unión Europea, es también sinónimo de ahorro. Turquía invirtió el año pasado 35 billones de dólares en importación de energía, según el instituto de estadística turco (TURKSTAT), una cifra que se vería reducida, dicen, a partir de 2023 gracias al nuevo hallazgo. Eso sí, después de una millonaria inversión para extraer el preciado gas.