Victor ESQUIROL
VERSIÓN ORIGINAL (Y DIGITAL)

Estamos pensando, a lo mejor, demasiado

Recién aterrizado de la Mostra de Venecia, tengo el tiempo justo para reponer fuerzas. En el futuro más inmediato aparece Zinemaldia; es decir, la seguridad reconfortante de saber que, a pesar de todo, los festivales y el cine siguen. Lo que está por ver es a través de qué formatos. Y es que, desde el espacio dedicado al Video On Demand, me veo obligado, una vez más, a hablar de este fenómeno que se fortalece a cada día que pasa.

Me refiero, por supuesto, al cambio de paradigma en el consumo cinematográfico; a cómo las plataformas online se sienten plenamente cómodas en el espacio que han sabido encontrar. En Venecia, por cierto, Netflix se hizo fuerte durante los últimos años... tanto, que llegado este año tan apocalíptico, el gigante del VOD decidió aparcar buena parte de la temporada festivalera para presentar, por su propia cuenta, alguno de los bombazos que tenía en la recámara.

En estas que, al margen de las grandes plazas tradicionales llega, solo en la plataforma Netflix, uno de los títulos más esperados de la nueva cosecha del cine de autor. “Estoy pensando en dejarlo” es el nuevo trabajo como director de Charlie Kaufman, quien construyera recientemente una de las carreras como guionista más brillantes, firmando el texto de films como “Adaptation (El ladrón de orquídeas)”, “¡Olvídate de mí!” o “Cómo ser John Malkovich”. En esta ocasión, como ya sucediera con “Synecdoche, New York” y “Anomalisa”, se encarga también de una dirección que, para mayor regocijo, está a la –vertiginosa– altura de su talento como escritor.

Ahora, sorpresa, la premisa es sencilla… pero como cabía esperar, se va liando (y nos va liando) hasta asentarse en un desconcierto que es, al mismo tiempo, una de las experiencias fílmicas más estimulantes de este increíble 2020. La historia nos presenta a una chica que está pensando en dejarlo con su novio… poco antes de subirse a un coche con él para ir a conocer a los suegros.

Así empieza una escapada rural con tintes de tópica comedia romántica. Solo que en realidad todo esto es una excusa para adentrarnos en la perturbada (y aun así iluminada) mente de quien mueve los hilos. Charlie Kaufman, maestro titiritero, vuelve a hacer lo que quiere: con sus personajes, con los escenarios que estos visitan… incluso con un lenguaje cinematográfico que parece haber enloquecido. De repente, no podemos fiarnos ni del clásico diálogo entre un plano y su correspondiente contra-plano.

Al producirse un corte puede que nos encontremos en otro lugar, incluso en otro tiempo… pero la acción, de alguna manera, sigue un hilo de coherencia terroríficamente aplastante. Todo para que al final resuene el eco de esa soledad, de ese vacío existencial del que Kaufman es el rey. Si Netflix tiene que servir para financiar proyectos tan libres como este, entonces el invento habrá valido la pena.