Daniel GALVALIZI
CITA ELECTORAL EN BRASIL

Del PT a la hiperfragmentación: la izquierda medirá su declive en las municipales

El abanico progresista del gigante sudamericano atraviesa un período de fraccionamiento récord y de caída en su poder político muy diferente al de los años de éxito del partido de Lula da Silva. La batalla por los Ayuntamientos el 15 de noviembre, primera foto de cara a las presidenciales.

No son tiempos fáciles para la izquierda brasileña. Soplan vientos muy distintos a cuando ganó cuatro elecciones presidenciales consecutivas y gobernó las ciudades más importantes, como Sao Paulo, Rio de Janeiro y Belo Horizonte. Con la marca del Partido dos Trabalhadores (PT) o con otras, las fuerzas que van del centro a la extrema izquierda supieron hace no tantos años alcanzar un estatus de poder político que hoy parece impensable.

En un país jaqueado por el coronavirus y gobernado por ultraderechista Jair Bolsonaro, podría pensarse que la izquierda lo tendría fácil para retomar impulso. Pero la combinación de varios factores, como la cuestión ética que acompañó el derrumbe del PT, un sistema electoral centrífugo y un Gobierno federal que batalla –y así potencia– a los gobernadores, dejan poco margen para un progresismo que está momentáneamente alejado de los principales cargos ejecutivos.

A finales del año pasado, cuando fue excarcelado, Lula prometió trabajar para unificar a la izquierda de cara a los próximos procesos electorales (las municipales en dos meses y las presidenciales en dos años). La iniciativa fue apoyada por varios dirigentes históricos del progresismo, como la exalcaldesa paulista Marta Suplicy, expetista y hoy dirigente en el centrista PMDB. Sin embargo, la unidad ha quedado en anhelo y la foto actual es de total atomización.

«La izquierda está fragmentada porque el sistema de partidos brasileño es el más fragmentado del mundo, tanto en la izquierda como el centro y la derecha. El foco debe estar en entender la falta de coordinación entre las izquierdas justo en un momento en que la Presidencia está ejercida por un político de extrema derecha. Una de las razones es la nueva ley electoral aprobada en 2017, que impide la formación de coaliciones electorales en elecciones para cargos legislativos municipales, estatales y federales. Esto ha dificultado la coordinación», dice a GARA el doctor en Ciencia Política y profesor de la Fundación Getulio Vargas, Octavio Amorim Neto.

Disputa por la hegemonía. En conversación desde Rio de Janeiro, Amorim recuerda que hoy la izquierda está en la oposición no sólo a nivel federal sino también en los Gobiernos de los principales estados y ciudades. «Otra razón para la fracción es la disputa por la hegemonía, en un momento en que el PT está en declive, lo que ha acelerado la competencia entre el PT y las otras dos grandes fuerzas progresistas: el Partido Democrático Trabalhista (PDT) y el Partido Socialista Brasileiro (PSB). Además, hay mala relación entre Lula y el líder del PDT, Ciro Gomes (hoy el referente más nítido de la izquierda), desde que el líder petista rechazó apoyar la candidatura presidencial de Gomes», explica.

Para el investigador carioca, «difícilmente habrá un frente electoral de izquierda» en las próximas elecciones municipales aunque «puede haber» acuerdos para la segunda vuelta (en Brasil existe el régimen de ballotage para los alcaldes). De cara a 2022, podría haber una coalición electoral «en caso que el PT perciba que corre riesgo de no llegar a la segunda vuelta, como lo ha hecho siempre desde 1989, y que Bolsonaro tenga gran posibilidad de ser reelegido». En ese caso, Amorim cree que el PT «podría apoyar a un candidato de otro partido, pero incluso perdiendo la elección, para seguir siendo un actor relevante de la política el PT deberá renovarse y sustituir a Lula (que ya tiene 74 años) por alguien más joven y moderno».

Gomes, quien ya fue ministro, diputado y gobernador del periférico y empobrecido Ceará, es tan conocido por su talento político como por su imposibilidad de consolidar proyectos que no lo lleven como protagonista. Su partido, en los hechos, es muy personalista y todo el poder recae en él y en su hermano.

El otro referente en ascenso de la izquierda es el senador Randolfe Rodrigues, de la ambientalista Red Sustentabilidade. Tiene en contra su falta de proyección nacional (viene del despoblado estado de Amapá) y poca estructura fuera de su región.

Quienes conocen el submundo político brasileño sugieren poner atención para el futuro de la izquierda en el PSoL (Partido Socialismo e Liberdade), una fuerza que ha recogido a muchos desencantados del PT, y en cuanto a liderazgos, en el de Flavio Dino, gobernador de Maranhão y miembro histórico del Partido Comunista. Este exjuez logró echar a la familia Sarney del poder de su estado y ahora trabaja para construir una gran coalición de izquierdas.

Las municipales iban a ser en octubre, pero el Congreso aprobó una enmienda constitucional por la pandemia para posponerlas al 15 de noviembre. Si bien en un país tan federal como Brasil se debe tener cuidado con las comparaciones, los comicios serán una forma de medir hasta dónde llega el declive de la izquierda. Tiene en contra haber perdido todos los puestos ejecutivos que supo cosechar, especialmente en su otrora bastión de Río de Janeiro, donde gobernó por décadas, y ahora ha sido sustituida en el discurso social por los poderosos partidos evangélicos.&hTab;

Lo que nadie puede negar es que el líder más fuerte del progresismo sigue siendo Lula y que, aunque tenga una imagen negativa alta, no habrá un gran acuerdo sin su aval ni su colaboración. Por ahora, divorciar a las izquierdas del lulismo es misión imposible.