Ainara LERTXUNDI
DONOSTIA
Entrevista
ABIGAIL HUERTAS
SIQUIATRA EN EL HOSPITAL UNIVERSITARIO GREGORIO MARAñÓN

«Estamos aprendiendo a tolerar no saber qué pasará sin sufrir por ello»

Abigail Huertas, siquiatra en el Hospital Universitario Gregorio Marañón, ha sido una de las ponentes de la XIX reunión anual de la Sociedad Vasco-Navarra de Psiquiatría celebrada la pasada semana. El covid-19 fue el eje central de esta cita.

Bajo el título «Salud mental en niños y adolescentes. Necesidades previas y generadas tras la pandemia», Abigail Huertas, psiquiatra en el Hospital Universitario Gregorio Marañón, desgranó en la XIX reunión anual de la Sociedad Vasco-Navarra de Psiquiatría, celebrada la pasada semana vía telemática debido al covid-19, las afecciones que ya están viendo en consulta. En entrevista telefónica con GARA, subraya que «es normal observar en niños y adolescentes reacciones anormales porque estamos viviendo una situación excepcional. Lo natural es que cuando volvamos a la rutina y a la normalidad, nos encontremos mejor todos». Remarca, eso sí, la importancia de consultar con un experto «cualquier duda que tengamos sobre si lo que les ocurre a nuestros hijos entra dentro de lo esperado». Lamenta que la salud mental infantojuvenil siga siendo una especialidad no reconocida en el Estado español.

¿Qué tipo de patologías derivadas de la pandemia están observando tanto ahora como durante el confinamiento?

Durante el confinamiento observamos un empeoramiento de los problemas de conducta de niños con algún tipo de trastorno en su neurodesarrollo por la falta de apoyo escolar. Por contra, inicialmente, los niños con fobia escolar y ansiedad por la separación mejoraron, aunque han vuelto a sentir angustia cuando han tenido que retomar las rutinas y sus padres han regresado al trabajo presencial. También mejoraron las adicciones a sustancias tóxicas –supongo que al no poder salir de casa no tenían tanta facilidad para acceder a ellas–, en cambio, se incrementaron las adicciones tecnológicas. En general, hemos visto niños con ansiedad, con síntomas depresivos, y estamos empezando a ver a menores con síntomas de trauma agudo y algún conato de estrés postraumático por experiencias traumáticas que han vivido en relación con la muerte de algún familiar, enfermedad grave, tener que ir a urgencias o en ambulancia. También estamos detectando cuadros de insomnio y trastornos de alimentación por el sedentarismo y el hecho de hacer menos deporte.

¿Cómo les está influyendo a los adolescentes el distanciamiento social, el hecho de tener que restringir sus relaciones, las limitaciones en horarios y aforos…? ¿Cómo minimizar la huella que esto puede dejar?

Lógicamente, el hecho de que las clases sean semipresenciales, tener que limitar los entrenamientos o las actividades deportivas en grupo etc lo están viviendo con inquietud, malestar, tristeza, preocupación y con pensamientos catastróficos tanto de cara a su carrera profesional como a su futuro como jóvenes. Tienen que tener presente que esta situación de pandemia, de confinamiento, de aislamiento es temporal; no vamos a vivir siempre así, pronto desarrollarán una vacuna, pasará la segunda ola y podrán retomar sus costumbres. ¿Qué es un semestre o un año a lo largo de toda una vida? No deben al calor del ambiente económico, social y político de este momento tomar decisiones trascendentales y radicales en relación con su futuro profesional. Es interesante que sigan manteniendo contactos con sus amigos a través de la tecnología que, a pesar de lo demonizada que está, les permite seguir manteniendo confianza y familiaridad con sus iguales. Pero, al mismo, tiempo tienen que continuar quedando aunque sea en grupos pequeños. Esto les permite ver las cosas desde otra perspectiva y tener un desahogo con personas de su edad.

¿Qué tipo de consultas están recibiendo de padres y madres?

En general, los padres y madres y adolescentes asumen que han estado más nerviosos e incómodos durante el confinamiento, o que ahora lo están pasando mal por problemas económicos o académicos. Más o menos, todo el mundo está asimilando esta realidad. Es normal que en una situación tan irregular y anormal como ésta, padres, niños y adolescentes tengamos reacciones anormales porque estamos viviendo una situación excepcional. Lo natural es que cuando volvamos a la rutina, estemos mejor todos. Estamos experimentando reacciones excepcionales por la situación que vivimos, pero eso no significa necesariamente que haya una patología. Es importante que ante cualquier duda consulten con su médico de atención primaria o pediatra o con los servicios de salud mental. Un experto es capaz de valorar qué entra dentro de lo normal y qué no, porque es una edad de mucha vulnerabilidad emocional.

¿Qué conductas deben de despertar preocupación?

No hay una receta única pero hay que preocuparse cuando se produce un cambio importante en el carácter que se mantiene en el tiempo –malhumor, irritabilidad y tendencia al aislamiento–. Los adolescentes pueden verbalizar ideas de muerte y pensamientos negativos. Eso nunca se debe pasar por alto. Y con o sin pandemia y confinamiento, nos debemos de preocupar ante comportamientos extraños, extravagantes, inexplicables como, por ejemplo, quemar un papel sin motivo dentro de la casa, poner la música muy alta y taparse los oídos, orinar en una botella, cambiar de madrugada los muebles de la habitación, dejar de dormir, de comer… pueden ser signos de un trastorno mental grave. También hay que pedir ayuda cuando el temor al contagio genera sufrimiento y limita la actividad diaria.

¿Y cómo están afrontando los niños tanto cambio?

Están contentos de retomar la rutina, de reencontrarse con sus compañeros y lo están haciendo fenomenal. Están cumpliendo las normas con paciencia y responsabilidad. No están presentando conductas rebeldes ni nada por el estilo. Lo han entendido muy bien. Los profesionales de salud mental han elaborado cuentos, videos… que han sido de mucha utilidad para las familias y los niños lo han integrado muy bien. Los docentes también han hecho un gran esfuerzo para modificar las rutinas de las aulas de tal forma que no suponga un estrés para los niños y se algo lúdico.

¿Qué enseñanzas positivas deja esta pandemia?

Estamos aprendiendo lo importante que es la salud, mantenernos libres de peligros, tener hábitos saludables. Cuando nos confinaron, todo el mundo tuvo claro que los niños tenían que practicar deporte dentro de casa, que debían asomarse a la ventana para que les diera la luz solar. Se ha vuelto a refrescar en nuestra memoria la importancia del momento presente, vivir aquí y ahora. Estamos aprendiendo a gestionar la incertidumbre, a tolerar no saber qué va a pasar sin que ello nos provoque un sufrimiento emocional. Hemos visto muestras de generosidad, de trabajo en equipo, de cuidado. Los padres y madres que trabajaban fuera de casa han podido dedicarle tiempo a sus hijos, aunque no debemos olvidarnos de las familias que viven en casa pequeñas, que no tienen medios y que han tenido que contar con la solidaridad vecinal. También destacaría como algo positivo la telemedicina que, en algunos casos, ha facilitado el acceso a los servicios sanitarios.

Al margen del covid-19, ¿por qué la salud mental infantojuvenil sigue siendo una especialidad no reconocida?

Es una gran asignatura pendiente porque de la UE, España y Bulgaria son los únicos países que no tienen reconocida la especialidad de siquiatría infantojuvenil. Las personas que quieren trabajar específicamente en esta área tienen que formarse por su cuenta o viajar al extranjero y cuando vienen aquí, sus títulos no están reconocidos. Las asociaciones de siquiatras infantojuveniles y de salud mental estamos haciendo un gran esfuerzo para que la formación sea lo más homogénea posible, que todos trabajemos con protocolos similares, y que los niños tengan derecho a recibir una atención en salud mental independientemente de donde residan. Ha habido proyectos de ley, parecía que era inminente el reconocimiento de la especialidad, pero cada vez que está a punto de salir adelante hay un cambio de gobierno o cesan a un ministro y se vuelve a paralizar. En 2014 celebramos que íbamos a conseguir la especialidad, pero se volvió a paralizar. La salud mental de niños y adolescentes no es una prioridad para los gobernantes, lamentablemente.