Aritz INTXUSTA

¿Es el otoño el culpable de esta nueva ola de la pandemia?

A las enfermedades respiratorias les beneficia el mal tiempo. Que el virus sea capaz también de infectar en verano no significa que el calor no haya contenido su expansión. Ahora que el verano ha acabado, el viento sopla a su favor.

Toda Europa –se diría, casi, que con Nafarroa abriendo camino– ha iniciado una subida notable de casos de covid. El fenómeno responde a una conjunción de factores y uno solo no basta para entenderlo completamente. Sin embargo, en estas últimas semanas, se ha producido una novedad relevante para explicar el porqué de esta onda: la entrada del otoño.

Que la pandemia está vinculada a la climatología es algo anunciado hace tiempo. Cuando el problema apenas asomaba allá por febrero y marzo, algunos ya vaticinaban que los rayos ultravioleta del verano aniquilarían al virus. Esa esperanza se disipó tras verificarse que el coronavirus era capaz de infectar, y mucho, en países tropicales. Sin embargo, que el verano no haya acabado con el virus no significa que no lo haya contenido. Y, si esto ha sido así, con los primeros fríos, es lógico repunten los casos.

La posibilidad de que llegara una onda con el mal tiempo aparecía como una certeza en los informes de vigilancia epidemiológica del Instituto Salud Pública y Laboral de Nafarroa (ISPLN). Desde finales de setiembre, advertían que «el SARS-CoV-2 mantiene potencial para producir una segunda onda epidémica en los próximos meses, y a juzgar por la fuerza de propagación que mantiene, esta onda podría no demorarse. La llegada de una meteorología favorable para la propagación del virus, el aumento de la interacción social y la relajación parcial de medidas preventivas, pueden definir el momento».

Es más, los epidemiólogos navarros también avanzaban que las medidas de prevención que bastaron para contener la epidemia en el verano «podrían no ser suficientes para la contención durante el invierno y, además, habría que mantener la disciplina hasta la primavera de 2021».

El doctor Jesús Castilla es uno de los redactores del informe. «Que el clima influye es evidente. Aquí en Pamplona las medidas son mucho más enérgicas que en julio y, en cambio, el nivel de transmisión es diez veces más alto. La misma población, en el mismo lugar, con mejores medidas... hay algo de fondo que va en nuestra contra. Pamplona para infecciones respiratorias víricas no es el mejor sitio», afirma el epidemiólogo.

Consecuencias del cambio de estación

«El cambio de estación en lo meteorológico este año ha coincidido con la llegada del otoño astronómico. El 21 y 22 de setiembre cayeron las temperaturas en Iruñea. Del 24 al 25, se desplomó la temperatura media de 16,5º a 9,3º», explica el físico y divulgador meteorológico Arnaitz Fernández.

En esos días, Nafarroa entró en la «meseta» de los 300 casos pese a que ya estaban en vigor unas medidas excepcionales que prohibían reuniones de más de seis personas y reducían aforos. Viento y frío echaron por tierra todo ese esfuerzo y, una semana después, Nafarroa sobrepasaba los 400.

Los motivos que explican por qué las enfermedades respiratorias son más comunes durante los meses fríos son múltiples. «Quizás el factor más importante sea que nos encerramos. Encerrados, la transmisión va más rápido», explica el profesor de Microbiología de la Universidad de Navarra Guillermo Martínez de Tejada. «En invierno, además, usamos más calefacciones, etc. Se sabe que esto facilita la propagación de virus por los aerosoles ahora tan famosos», prosigue.

Este aumento de los aerosoles responde a un proceso físico sencillo. Las microgotas donde viajan virus y bacterias, al secarse el aire, se vuelven más pequeñas. Y cuanto más pequeñas son, más tiempo aguantan suspendidas, porque pesan menos.

Existen, además, otros elementos. El frío irrita la garganta y baja las defensas. Ambas cosas ayudan a los virus a infectar a más gente y más a fondo. Y cuanto más grave sea el cuadro de un paciente, más durará la enfermedad y más infeccioso será, activándose así una suerte de círculo vicioso.

Nada en virología es matemático. La humedad ambiental ayuda a que las gotículas caigan rápido, pero a su vez ayuda a que los virus en el exterior estén activos más tiempo. A su vez, esta humedad favorece que las mucosas nasales no se resequen... Todo es complejísimo. Lo innegable es que nos resfriamos más los meses fríos, pero esta variabilidad de factores provoca que las diferencias climáticas zonales también tengan que ser tenidas en cuenta.

Castilla, que lleva años estudiando la incidencia de gripe en Nafarroa, considera que la influencia del mar templando las temperaturas y humedeciendo el aire ayuda a que la incidencia de los virus respiratorios sea menor. En su opinión, este sería el motivo fundamental por el que Nafarroa tiene muchos más casos de covid que Bizkaia o Gipuzkoa. Y lo mismo ocurriría con el resto de provincias del interior del Estado, cuyas incidencias son por lo general mucho mayores que donde hay costa. Esta variación sucede todos los años con la gripe, una enfermedad que se transmite por las gotículas y aerosoles.

Si gripe y coronavirus se transmiten de la misma manera, cabe suponer que los meses que son propicios para uno, también lo sean para el otro. La ventana de meses donde la gripe suele aparecer comienza en octubre y va hasta mayo. Dentro de este periodo, la onda epidémica llega usualmente en enero y febrero, que son los meses más fríos y secos del periodo invernal en Euskal Herria.

Que los virus respiratorios se transmitan por la misma vía no quiere decir que no haya matices. «Este coronavirus en particular parece unas 20 veces más infeccioso que el SARS-CoV-1 por su receptor AC y por su menor patogenicidad. El primer SARS y el MERS producen enfermedades más graves y eso hace que se detecten antes, lo que les perjudica a la hora de transmitirse», detalla Martínez de Tejada. Estas ventajas del nuevo coronavirus serían las que le permitieron infectar pese al calor y los ultravioletas.

Quizás, cuando la humanidad desarrolle una inmunidad suficiente con vacunas y por la exposición al virus, se reducirán a esos puntos fuertes del SARS-CoV-2. Probablemente, con los años, esta inmunidad de rebaño se acrecentará hasta arrinconar al coronavirus SARS-CoV-2 hacia los meses más fríos y secos, como sucede con la gripe o el virus respiratorio sincitial (VRS). Hoy por hoy, la facilidad con la que se mueve el coronavirus con el mal tiempo obligará a restricciones muy fuertes hasta la primavera.