Koldo LANDALUZE
CRÍTICA «Corpus Christi»

La liturgia de la mentira

La magnífica interpretación ejecutada por el joven Bartosz Bielenia no solo resulta arrolladora en cuanto prende la mecha mística desde los altares, sino que se revela inquietante en cuanto luce una sonrisa que jamás logra su cometido de conciliar la calma. Todo en la sorprendente “Corpus Christi” obedece a los caprichosos designios de la mentira desde que, un día, un delincuente juvenil que escapó de un reformatorio portando con él su vocación para sanar almas mediante una liturgia furibunda. En su fuga, el protagonista recala en una pequeña aldea sumida en el dolor que legó un trágico accidente en el que perecieron algunos jóvenes del lugar. Siguiendo esta excusa argumental, muy similar a la que planteó Atom Egoyan en su dolorosa “El dulce porvenir”, el cineasta Jan Komasa representa una herejía en formato de elegía cuando el protagonista decide pasarse por un sacerdote que irrumpe en este pequeño rincón marcado por la tragedia y que, desde el púlpito, prende la mecha de sus feligreses mediante sermones encendidos.

La gran mentira sobre la que orbita esta producción polaca se revela como la única certeza dentro de un entorno en el que, además del dolor compartido, también asoman las miserias que sacuden a su mecánica cotidiana, la cual queda personificada en el cacique local que dicta a su antojo los designios de su comunidad.

En este auténtico polvorín de emociones se revela la potencia física del falso cura católico que alimenta el alma de los suyos mediante frases-látigo que se alejan de la monotonía de los sermones una y otra vez repetidos hasta la saciedad. Al contrario de estos, los sermones del protagonista son dictados por la improvisación del momento e inciden en aspectos más cercanos a lo terrenal que a lo divino. Al igual que su personaje central, esta excelente producción polaca logra su cometido de subvertir con sorprendente facilidad la culpa y el perdón.