Koldo LANDALUZE
CRÍTICA «Sin señas particulares»

Allí donde mueren los sueños

Sobre incógnitas e inquietudes. De ello va esta sobresaliente ópera prima de la cineasta Fernanda Valadez, que plasma con acierto la ruta desesperada que emprende una madre en su empeño por dar con el paradero de su hijo.

La historia nos ubica en ese territorio en el que los sueños se transforman en pesadillas. En esa frontera de Río Grande que delimita México de unos Estados Unidos que hace tiempo dejaron de ser tierra de promisión. El hijo de la protagonista es uno de tantos jóvenes que, seducidos por la fachada de oro estadounidense, cruzó la frontera. El tiempo de silencio transcurrido motivó que su madre, siempre ellas, optara por seguir sus pasos para saber qué ha ocurrido porque, llegados a un punto, lo que la madre requiere es saber si su hijo está vivo o muerto, porque de nada sirve llorar a fantasmas que tal vez no lo sean todavía.

La cámara capta con precisión este viaje tan iniciático como incierto. No hay espacios en los que el espectador pueda despistarse, porque todo se concreta en una figura que recorre un escenario en el que impera el miedo y el peligro. Todo ello queda reforzado por una fotografía de tonalidades lúgubres en los que apenas se cuela un halo de esperanza.

A lo largo de su crónica, la cineasta se encarga de recordarnos lo injusto de una situación que deriva en desesperanza. “Sin señas particulares” es una denuncia en toda regla en el que sus protagonistas, camuflados entre la noche, tan solo son voces sin rostro; un caudal humano y anónimo condenado en gran medida a un desenlace fatal que la película no elude en momento alguno. A todo ello se suma el silencio constante de una narración gobernada por primeros planos y secuencias desenfocadas, que logran su propósito de hacer sentir al espectador el miedo que acompaña a quienes cruzan la frontera y quedan atrapados para siempre en un territorio hostil.