Koldo LANDALUZE
CRÍTICA «El pequeño vampiro»

Lo fascinante de ser «extraño»

El polifacético Joann Sfar no solo rinde un tributo a los monstruos clásicos, sino que desarrolla una muy luminosa y emotiva historia en torno a lo que siempre se considera como “extraño” y, por consiguiente, inspira rechazo entre quienes se autodenominan “normales”.

El pequeño protagonista tiene diez años, pero su problema es que los lleva cumpliendo desde hace más de 300 años y esta situación de estancamiento vital le provoca aburrimiento. En su empeño por querer acudir a un colegio, como todo niño “normal” que se precia de serlo, topará con un huérfano que tampoco se encuentra especialmente feliz en su mecánica cotidiana. Entre ambos se establece una amistad en la que el niño humano descubrirá lo fascinante que puede ser “lo extraño”, gracias a la troupe de personajes que rodea al pequeño vampiro.

Con estos mimbres, el dibujante de cómics, ilustrador y escritor plasma en la pantalla un cuidado imaginario de personajes entre los cuales figura una especie de Frankenstein que no puede evitar su tristeza cada vez que ve una película en la que pierden los malos, o el villano de la función; un ente inmortal que quiere acabar con esta pequeña comunidad de seres imposibles y que persevera en su empeño de obligar al resto a que lo amen.

El acabado técnico es muy notable y Sfar, lejos de traicionar el trazo de las criaturas que imaginó para su serie de obras, lo amplifica gracias a un ritmo que no decae en momento alguno y una cálida paleta de colores. El propio Sfar señaló que “El pequeño vampiro” era su obra más autobiográfica y pone todo su empeño en legar en cada una de las secuencias de esta, su segunda experiencia cinematográfica, un toque de cálida sensibilidad que nos recuerda a aquel Tim Burton fascinante que rememoraba los sueños de niños atípicos y sensibles antes de ser devorado por la maquinaria comercial de Hollywood.