Arnaitz GORRITI
BILBO
Entrevista
UNAI MORÁN RECIO
AUTOR DEL LIBRO «LEYENDAS DEL BALONCESTO VASCO»

«Hay una gran base de jugadores; hace falta que se trabaje en ellos»

Después de cuatro años de investigación, este periodista de Barakaldo ha conseguido sacar a la luz una antología de 13 jugadores vascos de baloncesto de élite, con el común denominador de que han tenido que buscar el éxito lejos de casa.

Un proyecto nacido del «desencanto» producido al no ver a casi ningún jugador vasco entre Saski Baskonia, Bilbao Basket y GBC, se ha convertido en un destilado tras de cuatro años, que concluye que el basket vasco precisa que los clubes crean en sus jugadores y trabajen para que florezcan en casa.

Ha invertido cuatro años en escribir este libro sin trabajar ligado al baloncesto. Es decir, un encargo no es.

No, no es un encargo. Este libro nace de la necesidad mía de contar algo y de una necesidad de algo que tiene que ser contado. Como periodista, entendía que las historias de estos 13 jugadores tenían que ser contadas y como autor y persona, necesitaba darle una utilidad a todas las horas que he dedicado yo a ver, escuchar, a seguir… el baloncesto en directo.

¿Cómo hilvanó esas 13 historias?

Ante todo, a partir del desencanto que me producen las plantillas de nuestros equipos. No veo nada propio en ellas, nada que me atraiga más allá de los nombres de los propios equipos. La esfera que están creando los clubes de baloncesto, sobre todo Baskonia y Bilbao Basket, no me gusta ese mundo artificial; esos jugadores que llegan, que van, que vienen… cada vez de más lejos y por menos tiempo y no tienen ningún vínculo con nuestros equipos. Ese fue el punto de partida de la reflexión.

Me planteé desde cuándo eso estaba siendo así, y una vez visto que no era cosa de los últimos años, sino que la trayectoria era larga, me dije: «¿Qué pasa con los jugadores vascos? ¿No tenemos? ¿No salen?» A partir de ahí empecé a investigar cuáles podían haber sido, desde mi punto de vista, los jugadores más importantes de nuestra historia, y cuál había sido su trayectoria. Y confirmé que la inmensa mayoría de ellos, lamentablemente, habían llegado a lo más alto por el apoyo que les brindaron fuera de Euskadi.

El basket tiene 45.000 fichas en Hego Euskal Herria. Pero pocos niños y niñas sueñan con ser profesionales del basket.

Los vizcainos del libro soñaban conjugar en el Athletic, por ejemplo, y quizá ahí esté la diferencia. El Athletic, al menos en Bizkaia, se siente como algo propio y no ocurre lo mismo con el baloncesto. En este herrialde no ha habido equipo de élite durante bastantes años y ahora que lo hay, no tienen esas raíces.

Se puede ver el baloncesto, y es un riesgo que tenemos el verlo como algo ajeno. Como un espectáculo; un equipo NBA que traemos, una fase inicial de un Mundial… y no como un deporte tan propio y arraigado en nuestro territorio como demuestran esas 45.000 licencias.

Hay un gran potencial de base y lo que falta es una estructura para desarrollarlo. Tenemos la suerte que tenemos de contar con equipos profesionales en la máxima categoría, pero falta ese apoyo, esa estructura de ellos para dar ese salto de jugadores que hay en la base a, digamos, estadios superiores.

Siento discrepar sobre esa «falta de identificación». En verano de 2014 Bilbao Basket fue expulsado de la Liga ACB y fue, en gran medida, el impulso de la afición lo que consiguió que volviera a ser admitido.

Lo que existe es una grandísima afición al baloncesto, que no es lo mismo. En Bizkaia en concreto, esos aficionados han echado de menos durante largo tiempo un equipo en la élite, y muchos de ellos que se desplazaban a Gasteiz a ver al Baskonia.

Hay gente dispuesta a tirar adelante porque quiere baloncesto del máximo nivel. Eso no impide que reivindique una mayor identidad de ese equipo.

Por no hablar del Águilas y otra época, en los años 80 era distinto. En un baloncesto menos profesionalizado, había más jugadores de la casa y mayor sentimiento de pertenencia. Algunos de aquellos protagonistas del libro son de aquel Cajabilbao: Xabier Jon Davalillo, Román Carbajo…

Pero los que permanecen en la memoria popular son Darrell Lockhart y Joe Kopicki.

Está claro. Lo que reivindico es una mayor implicación local de nuestros clubes. ¿Quiere eso decir que la plantilla tenga que estar integrada por jugadores de la cantera en su totalidad? ¡En absoluto! Quiere decir que tienes que trabajar esa cantera para que pueda salir gente de la casa. Si luego tienes cuatro jugadores de «kilómetro cero», cuatro jugadores de «kilómetro cien», y cuatro de «kilómetro mil», y tienes la fortuna y el presupuesto para fichar a dos estrellas internacionales que sean los referentes del equipo, como ocurría con aquel Cajabilbao, fantástico. Son el complemento ideal, pero eso tienen que ser: el complemento.

Y ese complemento no tienen por qué ser dos jugadores, sino que pueden ser seis u ocho si no te da para más. Pero debes trabajar y reforzar esa identidad, y fichar a la gente de fuera que realmente necesitas y te va a aportar. Le dedicamos demasiados esfuerzos para ver qué diamantes en bruto hay por ahí, y no dedicamos ese mismo esfuerzo para pulir nuestros diamantes.

Txus Vidorreta, quien prologa su libro, siempre ha abogado por crear «aficionados de Bilbao Basket en todo el mundo», y reivindica a, por ejemplo, Marko Banic como bilbaino de pro. O en Gasteiz, pocos son más «de casa» que Splitter, Scola o Sergi Vidal.

Hay casos puntuales. Pero en contraposición con esos, podríamos hablar de 50 o 100 que han pasado por aquí sin pena ni gloria, algo que no te va a ocurrir si apuestas por alguien de la casa.

Lo que no puedes convertir esto es en un mercadeo. No quiere eso decir que Marko Banic o Axel Hervelle no se puedan sentir identificados, pero cuántos han pasado completamente desapercibidos o sin pena ni gloria a cambio de los que se cuentan con los dedos de una mano.

El «figurinismo», el hecho de tener a un jugador número 12 de la casa tampoco creo que sea positivo. Se trata de que saques gente válida; de que a López-Arostegi o a Brizuela los saques tú, no de que tenga que venir el Joventut o Estudiantes a decir «este chico vale y me lo llevo yo a formarlo».

El basket en Hego Euskal Herria se ha ligado al ámbito educativo y sus 13 protagonistas destacan por su inteligencia.

La comparación se hace con el fútbol, pero el hecho de tener estudios y la cabeza bien amueblada es algo que caracteriza a estos jugadores de baloncesto. Iker Iturbe –olímpico en Atenas 2004– supedita su carrera a los estudios y se marcha a Estados Unidos. Darío Brizuela, jugador en activo, estudia psicología.

Por eso, en el libro se aprovecha para hacer un despiece para saber a qué se ha dedicado cada jugador después de la retirada deportiva. Muchos siguen vinculados al baloncesto, otros no, y en general, tienen trabajos que reflejan que son gente con la cabeza amueblada y con los pies en el suelo.

En este libro se echa de menos la presencia de mujeres.

Este ha sido un libro enfocado al baloncesto masculino porque es el baloncesto que más décadas lleva siendo profesional y es el marco que conozco. Pero creo que el potencial de nuestro baloncesto femenino es similar al masculino… si no mejor.

Tras las 13 semblanzas, hay un capítulo final a la historia de la Selección de Euskadi.

Es algo que pedía el libro. Mi sorpresa fue descubrí que no se había escrito prácticamente nada de los jugadores vascos de baloncesto, y la sorpresa fue completa cuando me di cuenta que es que tampoco nadie había contado nada a nivel editorial.

Los resultados de la Selección de Euskadi, con las dificultades para realizar convocatorias, no deja de ser un reflejo del trabajo que se hace con los jugadores. Esto es un deporte de 45.000 fichas. Si se trabaja, salen.